El día. II/II

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 Regresan con prisa, todo debe ir conforme el horario. El grupo esta en la puerta esperándoles para entrar, su padre palmea nuevamente su espalda y se coloca junto a la reina, quien será la primera en entrar.

–Hola, de nuevo. –en los celestes ojos de Steven puede ver los nervios andando. – ¿Listo?

–Creo. –sus manos se buscan nuevamente. –Ya casi.

Una lluvia de aplausos les recibe de nuevo. Los invitados más distinguidos, presidentes, sultanes y miembros de otras familias reales. Todos rodeando las mesas, ansiosos por degustar los excéntricos platillos que se servirán en ese inigualable almuerzo.

Esta vez no hay cámaras, lo que hace un poco más fácil de llevar. Lo único que deben de hacer es decir gracias y recibir los mil y un consejos que los matrimonios viejos les regalan.

Apenas dan bocados a sus comidas. Puede ver que Steven ni siquiera consumió la cuarta parte de su comida y que se bebió una sola copa del vino blanco servido. Aunque si tomo cerca de cuatro copas de agua.

– ¿Estás bien? –le habla de cerca. –No comiste nada.

–Tengo nauseas. –musita.

– ¿No será un heredero, o sí? –el duque de Sussex se ha colado. –Porque todos estamos ansiosos por recibir esas noticias.

–Que agradable es volver a verte, Zemo.

–Lo sé. –se burla.

El comité apuró todo cuánto pudo, la reina ya les había indicado que estaba agotada y quería darle prisa a todo el evento. Así que los invitados fueron trasladados a las carpas en los jardines del este, habría un poco de más de brindis y lo más importante, el baile de la nueva pareja real.

La música hace su inicio triunfal. Steven sigue sosteniendo su mano con fuerza, aferrándose a él entre medio de ese ir y venir.

–Solo esto y nos vamos. –le confiesa. –Estoy realmente cansado.

– ¿Esto?

La pista se ilumina y tiene que tirar con un poco de fuerza a Steven al centro. Coloca una mano en la marcada cintura del blazer azul y la otra en alto.

–James, nadie me dijo que íbamos a bailar.

–Sorpresa.

–No practicamos. –comienza a ver el pánico en los azules ojos. –Yo, tú- ¡nunca hemos bailado!

– ¡Claro que sí! ¿Lo has olvidado ya? –la melodía cambia, esta vez inicia un violín y se le une un chelo, un piano y comienza a llenar el lugar, silenciando al mundo.

–Pero esa vez solo fuimos tú y yo.

–Igual que ahora. –han iniciado el vals, un paso adelante y uno atrás. –Solo seremos tú y yo.

Parece convencerle. Le sonríe como solo Steven sabe hacerlo, una sonrisa que inicia en los ojos y se desplaza a sus rosados labios. Asiente y giran en la pista bajo la atenta mirada de los presentes. Pero James está convencido que se han trasladado a aquella fría noche de Londres, en frente de la catedral de nuevo, bailando con la música de un saxofón mágico.

No hay palabras para describir lo precioso que Steven se mira con ese traje hecho a la medida y la corona sobre su cabeza, recordándole que más allá de un delgado y bastante conflictivo rubio es un rey y ahora su esposo, para siempre.

Esta por detenerse, necesita un segundo, pero Steven le mira de inmediato y ahora es él quien guía. Sus ojos se conectan y no hay nadie más, podría quedarse así el resto de su vida y sería el hombre más feliz de la tierra.

–Lo has hecho increíble, James. –le toma por sorpresa. –Creo que todo salió muy bien, ¿tú qué opinas?

Opina muchas cosas, empezando por la acertada elección de su madre. El corazón roto que sentía cuando renuncio a Natasha y acepto sin miramientos ese compromiso habían valido la pena, no había otro lugar en el mundo que quisiera estar que ahí, en las manos de Steven que le mira atento, esperando una respuesta.

–Creo que todo está perfecto. –la respuesta del príncipe es una sonrisa grande, brillante, sincera.

La fiesta para ellos termina después de cuarenta minutos. Son cerca de las once de la noche cuando finalmente están abordando el jet que les llevará a un pueblo de la provincia de Cremona, Italia. Donde se destinó su muy privada luna de miel.

–Sé qué harás un buen trabajo. –amenaza y sentencia el rey Peter. –Porque no te gustaría lo que te pasaría sino.

–Gracias por venir, Peter. –Steven está batallando contra el sueño, contra su hombro.

–Cuídate Stevie, llámame si necesitas algo.

–No necesitará nada. –agrega rápidamente.

–Adiós Pet, te veré al volver. –se abrazan con esa intimidad que solo años de hermandad ofrecen.

En cuanto el jet despega tiene de vuelta la cabeza de Steven en su hombro, prácticamente dormido. Le observa mientras bebe el último trago de la noche. Los rubios cabellos siguen muy bien peinados y la corona no se movió ni un solo ápice. Pero se ve el cansancio marcando sus ojos.

Su vista viaja al anillo que descansa en la mano izquierda del príncipe, exactamente igual al de él. No tiene ni idea de que lo que está por venir, pero su mente y su corazón le dice que siempre y cuando Steven sujete su mano, aun cuando duerme, podrá con todo y contra todos. 

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora