Acontecimiento derivado o que resulta inevitable y forzosamente de otro.

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Recupera la respiración cuando el auto se detiene en una de las pistas de Aberdeenshire. Reconoce los autos, incluso reconoce el jet que espera ser abordado prontamente. Pero no es capaz de encontrarlo a él. Vuelven a abrir la puerta y le piden con un pésimo inglés que suba de inmediato.

Entonces lo ve. De pie en las escaleras quitándose la tela negra que cubría su rostro. Y su confundido cerebro hace clic. Fue él. Siempre estuvo ahí. Fue él quien le rescato al  estilo cuento de hadas.

– ¡¿Qué diablos crees que haces?! –ruge en cuanto lo alcanza.

El rey le sonríe pero hay ojeras adornado su rostro. –Rescatarte, mon amour, ¿Qué más?

– ¡Eres un-

–Cállate y sube al maldito avión. –le dice con autoridad. –Acabo de, literalmente, secuestrarte y no es mucho el tiempo que tengo para sacarte de aquí. 

– ¡A mí no me dices que hacer! –ruge pero es tomado por las rodillas y subido al hombro del rey sin dificultad. – ¡Suéltame, desgraciado!

Patalea y lucha, pero Peter es hábil en cargarlo y subir los escalones en un solo trote. Lo deja sin delicadeza sobre uno de los sillones y ordena en francés despegar inmediato. –Por ahora, cállate y luego hablaremos de todo esto.

El rey desaparece en el interior del jet y en menos de dos minutos están despegando. 

Una hora y cuarenta y dos minutos después, están aterrizando en París. Treinta minutos después, los dorados portones de Versalles se abren. Anthony, superando el aturdimiento e iniciando a considerar las consecuencias de aquel desastre, cree estar listo.

La primera en recibirlo es Jade. La rubia se lanza contra él y lo abraza, le dice que tiene preparada su cena y su habitación y que cuenta con ella para todo lo que necesite. Apenas logra asentir entre las rápidas palabras de un exótico inglés.

–Peter-

–Todavía no. –le dice pasando de largo.

En su habitación, hay ropa limpia. Toma una larguísima ducha, se pone el afelpado sudadero que se ha dejado para él y hace una llamada.

– ¿Steven?

– ¡Por Dios, Anthony! –chilla Steven desde el otro lado. – ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

–Estoy bien. –contesta de inmediato. –Y tú sabes donde estoy. –hay un frío silencio que hace eco en la línea. – ¿Tú cómo estás? 

–Estoy mejor al saber que estás... a salvo.

– ¿Y James? 

Escucha a su cuñado suspirar. –Aún no lo he visto. 

Toma una larga bocanada de aire. –No puedes imaginarte cuánto lamento todo esto, Steven. Nunca quise que James y tú-

–No es momento de pensar en eso. –le corta a prisas. –Por ahora, lo importante es la elección  que decidas tomar y que estés bien, a salvo.

– ¿Crees que aquí estoy a salvo? –replica con acidez.

–Nadie más que Peter puede cuidarte, Anthony. 

–Te equivocas. –le asegura. –Tú me has cuidado todo este tiempo y yo nunca voy a poder pagártelo. 

–No digas eso. –y puede asegurar que el príncipe se ha sonrojado. –Si puedes comunicarte con James, hazlo en cuanto puedas. Estoy seguro que está preocupado por ti.

En ese instante la puerta se abre, ingresa un canoso señor, Jade empujando un conocido carrito y Peter mortalmente serio. Anthony suspira y se prepara, un problema a la vez. –Lo haré y de nuevo, gracias por todo.

–Te presento al doctor Maxime, especialista en embarazos en donceles. –habla despacio. –Te hará un chequeo y una ecografía para asegurarnos que todo está bien.

Jade empuja el carrito que traslada el aparato y el médico se inclina rápidamente para luego pedirle que por favor se recueste. Toma su presión arterial, revisa sus pulmones e incluso ve en el interior de sus ojos. 

–Avez-vous été stressé ces derniers temps? –pregunta mientras escucha los latidos de su corazón.

–Oui trop. –asegura Jade y ante su confundida mirada, ella traduce. –Que si ha estado estresado, su alteza.

Anthony rueda los ojos y sigue dejándose hacer en las manos del médico. Luego el sudadero es subido y escucha como Jade jadea en sorpresa. La ve cubrirse la boca y parpadear para espantar las lágrimas. También ve como los ojos de Peter se humedecen.

El frío gel le hace dar un brinco y nota la sonrisa de disculpa que ofrece el médico. Encendiendo y tecleando en la máquina con demasiada práctica, respira profundo. Sigue sin poder acostumbrarse a la idea que alguien más comparte su cuerpo, que será un papá después de todo. ¡En qué maldito momento!

Es un aparato pequeño que parece más un micrófono. Se desliza y las imágenes en la pantalla no son claras. Líneas negras y blancas que se mueven con su respiración. El médico acomoda sus gafas y empieza a parlotear en un francés demasiado rápido.

Como Peter se ha petrificado en la puerta, es Jade quien le va interpretando las palabras del concentrado médico. –Este es su columna vertebral. –y le va señalando. –Estás son sus piernas.

De repente la habitación resuena de un repiqueo constante. –Su corazón... –murmura aturdido.

–Su corazón. –repite Jade. –Dice que todo está en orden, que se desarrolla en el lugar correcto, que pesa alrededor de cien gramos y que está un poquito más largo que la medida. 

–Claro, es mi hijo. –alardea Peter desde la puerta.

Jade le sonríe al príncipe y recoge lo más rápido que puede todas las pertenencias del médico para poder retirarse lo más pronto posible. Se sienta, limpia el gel, coloca el sudadero en su lugar y respira profundo, finalmente preparado para afrontar el derivado de su actuar.

– ¿Cuándo pensabas decirme? ¿Cuándo tuviera dieciocho? –empieza el rey finalmente acercándose.

–Estás convencido que es tuyo. –alega en un reflejo de enojo.

–Porque lo es. –asegura el rey sin un asomo de duda.

Anthony, bastante enojado y confundido, bufa. –Estuve mucho tiempo en Nueva-

–Anthony, justo en este instante, no estoy para tus juegos. –le corta inmediatamente.

Suspira derrotado, bajando los hombros. –Ni siquiera sabía que podía. –inicia lentamente. –Y  cuando me hice a la idea, decidí que no lo tendría.

La profunda mirada y el silencio de Peter le permiten continuar. –Pero... es mío. Y que después de tanto desastre y tanto maldito problema, que todo el amor que siento por ti se haya solidificado... es demasiado, Peter.

–No es nada fácil lo que sigue, Anthony. –sentencia. 

Por instinto, cubre con sus brazos protectoramente su vientre. –No-

Peter rueda los ojos. –El único impedimento verdaderamente insuperable entre nosotros era que no podías tener un heredero y ahora portas al siguiente monarca en tu vientre.

–Es-

–Vamos a unirnos en sagrado matrimonio, Anthony. 

 

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Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora