Sí o no, o no y sí.

36 5 0
                                    

  –Puedes irte, ¿sabes? Nadie le dirá a mamá que me dejaste un segundo a solas. –realmente lo intenta, pero el guardia ni siquiera le ve. –Oye amigo, ¡te estoy hablando!

Su corazón late con prisa cuando finalmente escucha la grava de la entrada ser aplastada por el auto que traslada a los príncipes del mundo. Deposita el cigarrillo en el cenicero y desde la ventana observa como James toma en brazos al pequeño Steve y le da un exótico beso estilo Hollywood.

Es miércoles, cinco días del incidente, cinco largos días exiliado en el silencio y la oscuridad. Ciento veinte horas encerrado con sus pensamientos, con su remordimiento y su sangrante corazón. Cientos de llamadas desviadas, con el claro mensaje de no molestes más.

Y lo hará, después de explicarle que lo hizo para protegerlo, para mantenerlo a salvo. Baja los escalones de tres en tres, con el guardia pisando sus talones. Los esposos ingresan a uno de los salones y observa a su cuñado entregarle una canasta llenas de chucherías a la buena de Charlotte.

– ¡Tony! Hermano, que gusto de verte. –James lo abraza, incluso deja un beso sobre sus cabellos y el cálido contacto le hace tambalear, necesitado. –Creí que estabas en Escocia.

–Regresamos antes. –la mentira de su madre para que no tuviera contacto con su hermano. – ¡Steven! ¡Que gusto verte! ¿Dónde estaban?

Los perezosos ojos del príncipe Steven le observan, se toma cinco largos segundos sonreírle, o al menos el intento que hicieron sus labios. –Hola Anthony, que bueno es verte.

La tensión pasea por el salón. –Estuvimos en Versalles, con Peter. Hubiera sido genial que vinieras, estuvo extrañamente agradable. –puede ver un aire distinto en su hermano, más fresco, más joven.

–Me hubiera encantado. –puede ver como Steven junta las cejas al terminar la frase.

–Es una lástima, Peter tenía que visitar las provincias y decidimos regresar.

–Además hay obligaciones que cumplir. –Steven pasa la vista a las cartas con urgencia que Charlotte le ha entregado. –Bien, el trabajo no se hace esperar. Los veo luego.

Su cuñado apenas le mira, es frío y jodidamente difícil. Y sobre todo lógico, obviamente Steven protegerá a Peter y no será amable con la persona que lo lastime. – ¿Les importa si me quedo para cenar? –pero Anthony tiene sus razones y nadie como Steven para entenderle y ayudarle.

–Claro hermano, ¿quieres jugar un rato? –su hermano, ajeno a todo lo que pasa, le señala el tablero de ajedrez en el otro lado de la sala.

–Seguro. –de reojo mira como Steve deja un beso en la mejilla de James y se marcha sin mayor ceremonia, sin voltear a verle.

Suspira. La única persona con la que podría hablar, le da la espalda. Su mente le dice que es lo justo, que cualquiera en el planeta le daría la espalda después de su terrorífico acto sangriento.

Pero tiene un plan, o lo va creando conforme la partida de ajedrez avanza. –Estás muy callado para ir ganando, ¿está todo bien? –aparta la vista de la piezas y se fija en los profundos ojos de su hermano.

Podría decirle, pero James definitivamente perdería la cabeza y terminaría gritando, gritos que llegarían con la reina. Y aunque las ganas de su última rebelión son casi imparables, debe pensar con cabeza fría, calcular su siguiente movimiento.

–Tú y Steven... se ven diferentes. –la declaración hace que su hermano sonría.

–Hemos hablado sobre la idea de mudarnos. –aunque James le sonría con sincera felicidad, tiembla un poco ante la idea de quedarse completamente solo. –Al palacio de Kensington.

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora