El mejor de los secretos.

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Henry, su fiel secretario, la miraba con los ojos a punto de salir de sus órbitas. Le extiende el sobre y coloca una mano sobre su la suya. –Señora... –musita con la voz a punto de quebrarse. –Yo-

–Está bien, Henry. –inhala, exhala. –Resúmelo. –suplica negándose a abrir el sobre que comprobaba sus sospechas. El sobre que contiene todas las pruebas de aquel desastre.

–Tenía razón, señora. –inicia el fiel hombre. –Su relación empezó casi desde el momento que se conocieron.

Ella cierra los ojos, llenándose de furia, de ardiente cólera que amenaza con estallar. –Lo sabía.

–Señora... –continúa el pobre hombre. –Por fuentes confiables, la decisión del rey Howard está tomada.

–Lo sé.

–No puede permitirlo.

–También lo sé.

Se levanta de aquel bonito salón del palacio de Buckingham. Sube las escaleras y camina hasta llegar aquel lugar donde fingen ser un funcional matrimonio. Atraviesa la primera estancia con pasos decididos. Pasos que van perdiendo fuerza conforme avanza y va llegando a la tercera estancia.

Ahí está él. Con el eterno bronceado que le caracteriza, con la nariz respingona y con las cejas juntas. Cambio el traje gris por un extraño jeans y un jersey negro. La decisión está ahí, la ve. Acompañándole y llenándole de débil valentía.

–Sé que ya lo sabes.

María asiente, sin dejar de verle. –Todo.

–Lamento que este matrimonio no haya sido lo que esperabas. –siempre tan caballeroso. –Y sé que no es nada fácil todo lo que se viene, pero yo no puedo seguir así.

La reina, con apenas diez años llevando la corona, ha tenido tres ministros, uno más cobarde que el otro. Todos renunciando cuando el agua amenaza con hundir la nave. María, la gran reina de Inglaterra, tenía que ser siempre quién les demostraba a los caballeros el coraje y la fuerza que se necesita para estar ahí.

– ¿A dónde piensas ir? –pregunta delicadamente. –Porque sí lo haces, sí desertas a mí, desertas ante el pueblo británico y más de cincuenta países están listos para darte la espalda.

Howard, su querido y adorado esposo, asiente afrontando su destino. –María, sé que nunca podrás perdonarme. Pero seguir con esto es cruel para los dos, en especial para ti.

–Tú no sabes lo que siento. –contesta con afán, tratando de mantener la serenidad. –Yo lamento más lo que te voy a decir, querido. Y es que tú no tienes escapatoria de este perfecto matrimonio.

–María-

–No. –le corta rápidamente, sus manos siguen cruzadas en frente y sigue respirando pausado. –La única manera que uno de los dos desista de este matrimonio, será muriendo.

–No voy a morir. –le enfrenta finalmente. Deja la ventana y se coloca frente a ella, las cejas juntas y las manos empuñadas. –No cuando hay una vida dentro de mí.

El golpe es brutal. Como si su alma abandonara su cuerpo y le hace dar un paso atrás. Siente todo su cuerpo sacudiéndose, su sangre hirviendo y sus huesos crujiendo. Las náuseas le golpean con fuerza y está segura que el oxígeno no es suficiente. Es posible que la reina este sufriendo, que su corazón de piedra este por detenerse, pero no por ella, por él.

– ¿María?

Con una mano presiona su estómago, se obliga a seguir respirando. – ¿Cómo pudiste? –murmura con el odio floreciendo. – ¿Cómo fuiste capaz de hacerle esto?

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora