Le corta la respiración por un par de segundos la imagen que recibe al apenas abrir sus ojos. Steven dormido con las manos juntas y las rodillas dobladas, colocado como su pieza faltante justo debajo de su brazo y cerca de su pecho. Tiene los labios entre abiertos y respira silenciosamente.
El reloj indica las ocho de la mañana con veinte minutos, la lluvia golpea todas las ventanas de la habitación, privándoles de recibir un débil rayo de sol. Si estaba destinado a despertar así cada mañana de su vida, tiene muchas cosas que agradecerle al escritor de su destino.
–Tienes que dejar de verme así. –musita Steven.
– ¿Así cómo?
–Como si me quisieras.
–Claro que te quiero.
Es una suerte que la lluvia siga cayendo torrencial e imparable afuera, el ruido evito que fuera un silencioso aplastante. –Ya.
Desde su lugar puede ver las infinitas pestañas de Steven, con su exótica curva al final. –Muero de hambre, ¿tú no?
–Me duele la cabeza. –y su pecho vibra por la risa contenida. –No es gracioso.
–No debiste beber tanto, sirena.
–Fueron cuatro copas.
–De uno de los mejores vinos de Italia. –Steven bufa y su aliento choca contra su pecho. –Vamos a comer.
–Quiero seguir durmiendo.
–Seguiremos durmiendo después.
–No.
– ¿Por qué?
–Sí me ducho, se me quitará el sueño.
–Nadie dijo de ducharse. Solo desayunar.
– ¿Así en pijama?
–Técnicamente no, no estás usando una.
–Ni tú.
–Buscare una justo después de pedir el desayuno.
–Me parece una buena oferta.
Finalmente Steven se mueve y se ven a los ojos por primera vez en el día. Recién despierto se pronuncia aún más la perezosa caída de sus ojos, se ven húmedos de un profundo azul cielo. Está sonriendo y es evidente que no recuerda los reclamos de la noche anterior.
– ¿Por qué estás en mi cama?
–Tú me invitaste. –lo ve parpadear y el rubor cubrirle lentamente. –Pero eres un pésimo anfitrión, pasaste toda la noche encima de mí.
Con la mejor de las discreciones Steven inicia a cubrir su rostro con una de las sabanas. –Lo lamento.
–Seguro. –no hay nada que lamentar, absolutamente nada.
Alexander propone el desayuno en una de las habitaciones informarles, cerca de una de las chimeneas. Le cuenta que esa lluvia anuncia el final del otoño y que se esperan prontas las nevadas de las fiestas navideñas.
Es una mesa redonda, como no. Hay claras tortas de huevo con lo que parece espinaca, hay pan tostado con un bote de jalea acompañándoles, hay waffles redondos y cuadrados. – ¿Desea algo más, su alteza?
– No, gracias. –incluso hay tostadas y grandes rebanadas de tocino. Hay teteras y cafeteras.
Steven llega con un pijama azul marino a combinación con la bata que arrastra. –Prometo no volver a tomar.
–Buenos días, su alteza. Propongo una buena taza de café para su malestar. –se apresura Alexander.
–Buenos días, Alex. Por favor.
Steven se ve perezoso, con rastros de sueño rodeándole y quiere verle así, beberse esa imagen de un príncipe con cabellos despeinados que arrastran batas de finas sedas por todo el suelo.
Comienza a prepararse una torre de waffles; les derrama miel, mantequilla, natilla y arándanos frescos. También quiebra con delicadeza el cascarón del huevo tibio que reposa en la copa. Steven come casi lo mismo que él, lo que le hace preguntarse a donde va toda esa comida. No a su abdomen, ni a sus brazos, ni a sus piernas.
– ¿Quieres que te ayude? –apunta con la cuchara el huevo que sigue esperando en su copa.
Anteriormente ha rompido más huevos que los que ha comido. –Sino es mucha molestia.
Steven se ríe, se mueve en la silla y alcanza la copa. Rompe el cascarón y le abre lo suficiente. –Su alteza está en deuda eterna conmigo.
Lo besa. Resistió cuanto pudo, en serio. El beso es respondido con la misma necesidad, con la misma fuerza y James se derrite. Sabe a café dulce y a dentífrico. Steven suspira pesadamente contra él, reclinado en la silla.
Se llama ley de Murphy. No es "si algo malo va a pasar, pasará". No, realmente es como: si algo puede pasar, pasará. Entonces pasa, Steven se retuerce un poco más y James se ve en la obligación de empujarse en la silla y hacer el espacio suficiente para que el príncipe se suba a su piernas y es mil veces mejor besarse así.
Como puede pasar, pasa. Steven no se resiste, es maneable sobre sus piernas. James trata de asimilar con rapidez lo que sucede, como escalaron del punto "A" a sus piernas. Las frías y delgadas manos de Steven están tocando sus mejillas, sus hombros.
El beso se detiene porque la razón y la vergüenza han vuelto. James besa como supone que besan los ángeles, o tal vez los diablos. No sabe. Pero le dificulta respirar. Como llego a las piernas de James es un misterio, por el momento ver sus enormes y celestes ojos húmedos le prohíben pensar.
–Lo siento. –dice James y no entiende por qué se disculpa hasta que siente los cálidos labios besar su mejilla, descienden delineando su mandíbula y se profetiza que bajaran más.
Se queda petrificado. Su cuerpo reacciona e involuntariamente o no, gime. Lo hace porque los besos bajaron de su oreja al interior de su cuello, ese lugar donde James esconde su rostro, esa zona donde inician escalofríos arrebatadores de aliento.
–James. –musita débil, derrotado. –Podrían... entrar.
Alexander o Elio, o ambos. Podrían cruzar la puerta y verle a él, el futuro Rey, en las piernas del otro futuro Rey. Verán como James sigue besando, lamiendo y mordiendo cada parte de piel que encuentra y verán como Steven se retuerce, gime y lloriquea, pero sin alejarse.
Y lo hacen, claro. Pero la pareja viene hablando y riendo, así que Steven es capaz de volver a su asiento y fingir que su torre de waffles es la mayor innovación del siglo y James endulza su café sin apartar la vista de las mejillas de Steven.
– ¿Algo más que deseen agregar, sus altezas? –pregunta Alexander.
–No. Muchas gracias. –se apresura James.
–Ha llegado esto, desde Londres, su alteza. –Elio coloca en la mesa varias revistas. –Todas dedicadas a su boda, señor.
Steven las toma de inmediato. En la portada de todas están ellos dos, la misma foto diferentes ángulos. En la puerta de la iglesia Steven sostiene a James o viceversa, saludan y sonríen. La boda fue hace trece días y tienen la sensación de llevar milenios ahí.
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Palacio [STUCKY] [STARKER]
FanficInglaterra y Austria deciden unirse en un ventajoso matrimonio. Es simplemente perfecto. Aunque sea una interminable cascada de muchos desastres bastante afortunados. James, príncipe de Inglaterra, descubrirá que el amor es pequeño, rubio y bastant...