Media victoria.

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 Si su error se midiera en la escala del uno al diez, sería un once. Quisiera que la tierra se abriese y lo tragase, lo masticara y lo escupiera en la china. Le asombra la magnitud del problema y le desvía de buscar una solución.

-Eres realmente un imbécil. –no entiende porque llamó a su amigo para buscar consuelo. -¿Era muy difícil preguntar?

-¿Y cómo iba a explicarle que leí sus cartas?

-¡¿Por qué lo hiciste?!

No lo sabe, realmente no. Steven se durmió recostado en su hombro y los sobres brillaban sobre sus piernas. Tiene ganas de arrancar uno por uno sus cabellos. - ¡Ya te dije que no lo sé!

-Por favor, Jamie. –Sam bufa. –Eres un pésimo mentiroso, un entrometido chismoso y un celoso.

-Te llamó otro día mejor.

-Lo que harás será pedir disculpas. –ordena a través del teléfono. –Ve y dile lo que hiciste y que obviamente te perdone.

-No pediré perdón. –gruñe. –Un rey no se disculpa por actuar por un bien.

-¿Un bien? ¡¿Un bien celoso?! –Sam ruge. –De verdad que esta familia no tiene remedio, eres igual al orgulloso de tu primo.

-¡Por Dios, Samuel! No me compares con Zemo. –lloriquea. –Ten piedad.

-Has lo correcto, entonces. –sentencia. –Entenderá que hiciste lo que un loco enamorado hace por amor.

-No estoy enamorado. –refuta. –Solo fue curiosidad.

-La curiosidad mato al rey, amigo. –se ríe porque no tiene otra opción. -Estoy seguro que te disculpara.

-¿Cómo lo sabes?

-Tiene que hacerlo. –se oye suplicante. –El reino sufrirá eternamente al ver tu cara de cachorro maltratado.

-Adiós, Sam. Saludos a tu esposo.

-Saludos a tu ex prometido. –suspira. –Con lo bien que me caía.

-¡Sam!

La llamada termina y regresa el teléfono a su lugar. Ha prometido dejarle, pero en momentos de crisis como este va a su escondite, saca uno y sale a un balcón. Cuando el tabaco se quema y llena su boca, siente un leve alivio.

Si bien tiene un problema realmente grande, siente tranquilidad en su pecho. Steven solo hablaba con su mejor amigo, con la persona que le cuido desde pequeño y ayudó a evitar la soledad de una infancia protegida. No era su amante o algo así.

No es como si le importará, o sea sí le importa porque eso se vería tremendamente mal para la imagen de la corona. Todos se burlarían del patético matrimonio y se perdería credibilidad de la unión política.

Eso era lo que le molestaba, no que Steve extrañará a alguien más estando con él, como si no le fuera suficiente. El cigarrillo se consume en solitario. Una calada más y lo apaga contra el suelo del balcón.

Cepilla sus dientes. Se cambia de remera. Se coloca una bata y sale con las palabras de Sam en su cabeza. Pedirá perdón y será perdonando. Steven no puede ser tan rencoroso, además, fue un equivocación que cualquiera podría cometer.

-No tengo nada de qué hablar contigo. –ni siquiera abrió la puerta.

-Por favor, solo escúchame. –suplica en silencio. Al mínimo grito el servicio acudirá a ellos. –Es importante.

-No quiero.

-Steven, te estoy pidiendo que me dejes explicar todo este mal entendido.

-No me interesa.

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora