Jetlag: somnolencia, falta de concentración.

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–Su alteza. –Charlotte se inclina levemente.

–Steven ha despertado, ¿puedes ir a ayudarle?

–De inmediato. –sube las escaleras y James observa un poco más la casa.

Es de construcción antigua, no hay duda. De techos altos y ventiladores gigantes. Las puertas son dobles e igualmente grandes, hay ventanas por todos lados y el viento se cuela igual que los rayos del sol. Según la historia de su familia, ahí vivió la amante de uno de sus difuntos abuelos, bastante interesante a decir verdad.

–Buenas tardes, su alteza. –ingresa la segunda persona a mando. Se llama Elio. – ¿Todo bien con su estancia?

Tiene un acento italiano marcado y se ve como lucha por pronunciar correctamente bien el inglés. –Todo bien, muchas gracias.

–Con gusto, su alteza. –trae un jarra de cristal llena de líquido anaranjado. –El personal que estará a su servicio está listo para ser presentado.

–Que sea después del almuerzo, Steven y yo morimos de hambre.

–Seguro, su alteza. –hay un pícara risa en los labios del joven. – ¿Le apetece un frío vaso de jugo de durazno?

–Por favor. –le estudia un poco, es delgado, pálido y con los ojos de un verde musgo. Su cara es simétrica, mandíbula, nariz y frente parecen hechos de mármol.

–Si me permite mostrarle, en este lado del jardín serviremos en almuerzo, hay un cómodo sofá donde puede esperar a su alteza real el Príncipe Steven.

Es debajo de un gran limonero. Corre bastante viento y hace que el sol trate inútilmente de calentar el lugar. Hay césped por todos lados y personas recogiendo frutos a la lejanía. No se ve el mar desde ahí, pero si se concentra lo suficiente, podría escucharle.

– ¿Esperaste mucho? –Steven entra a su campo de visión luciendo una camisa azul con blancos pantalones de lino. Trae las mejillas sonrojadas y supone que es el calor.

Lleva esperando al menos treinta minutos, pasaron rápido mientras observaba el azul horizonte y evitaba ver la sortija plateada de su dedo. –Solamente un poco.

– ¿Has pedido el almuerzo?

–Sí. –y tantea. –Asumen que estamos muriendo de hambre. –solo un poco.

Los ojos de Steven revolotean, viéndolo todos, menos a él. –Bueno, sí estoy un poco hambriento.

Y pasa lo nunca pasa si no comienza él. Steven se acerca, se inclina un poco y toca sus labios, sin prisa, sin pena, con lentitud y con escalofríos. Coloca una mano detrás de su cuello, reteniéndole un rato y así poder disfrutar mejor de ese contacto tan tranquilizador.

–Su alteza. –habla Charlotte. –Lamento interrumpir, pero me preguntan si pueden servir la mesa.

El color en Steven no es más por el calor, es por él. –Por favor.

De inmediato comienzan a llenar la mesa de fruta, de pasteles, de carnes, de salsas, de pastas. Es una mesa redonda, pequeña y con dos sillas apenas separadas, definitivamente están lejos de Londres.

El estrés que rodeaba toda la fiesta quedo atrás, puede ver que Steven come todo a su paso, incluidos los pasteles que rebosan de crema y los bollitos de mantequilla pringados de azúcar y canela.

Es extraño, hablan del maravilloso lugar, de la tranquilidad y armonía que se respira por ahí. De los planes que se programaron, visitar las recolecciones de piezas perdidas en el mar, los viñedos, la feria del pueblo, el museo de la ciudad vecina, el recorrido a lo largo de la costa y navegar hacia  la pequeña isla que hay, en fin, hablan de todo, menos de la boda y el hecho que son esposos.

Tiene un peso, grande y significativo. No es ser amigos, ni prometidos. Es ser esposos que apenas se besan y que duermen en lugares separados porque, aunque ya no son tan desconocidos, están muy lejos de ser un matrimonio real. Y es divertido, porque se esperan hijos y es solo... demasiado.

– ¿Sigues sufriendo el jetlag? –los ojos de Steven se ven celestes, igual que el cielo.

–Creo que sí.

En la privada conversación que tuvo con su padre se le recordó sus deberes reales para con los nuevos reinos, le dijo que debía cuidar a Steven y sobre todo ser paciente, perseverante. Pero a él, ¿Quién le cuida?, ¿Quién le explica todo lo que está sintiendo está bien?

– ¿Quieres que te pida un té? No te ves muy bien.

–Creo que sigo cansado.

–Sigue durmiendo entonces, apuesto que mañana estarás como nuevo.

– ¿Tu que harás?

–Hablaré con papá.

Se siente como en bruma espesa, caliente e intrusiva. Ha cumplido con su madre, con su padre, con el reino. Esa unión ha beneficiado a todos, aunque se siente excluido. Ahora hay un anillo en su dedo que le une a otra persona que se siente lejana, inalcanzable.

Es el jetlag el que le llena la cabeza de confusos pensamientos, no hay más explicación. –James, ¿seguro que estás bien?

–Un trago estaría bien.

Steven lo pide, de inmediato le llevan un vaso medio lleno de whisky, según le indicaron. –Me estás preocupando, ¿quiere que llame un médico?

El príncipe austriaco se ve más rubio que nunca, el sol de ahí ilumina su cabeza y da la impresión que lleva mil coronas sobre la misma. Sus ojos absorben toda la luz del alrededor y no se deciden por cual color imitar, sus cejas juntas y hacia arriba le rebelan genuina preocupación.

–Está bien, llamaré un médico. –Steven empuja la silla y se prepara para levantarse pero le detiene, siente que la bruma sigue ahí, pero Steven se abre paso.

Se inclina un poco más y reposa su cabeza en la curva que existe entre el cuello y la cabeza de Steven, ve como el pecho del menor comienza a subir y bajar sin ritmo. Siente que las respuestas a todas sus preguntas y dudas están llegando silenciosas, delgadas y rubias.

–Así estoy mejor.

Silencio. Ni ojos mirones, ni oídos detrás de las paredes. Solo el viento que sigue circulando con olor a mar, el sol en lo alto brillando como la estrella que es, las voces casi fantasmales de las personas recogiendo frutos a la lejanía, su cabeza descansando en Steven se silencia.

–Yo también. –el almuerzo ha terminado, los platos siguen sucios y regados por la mesa. El tiempo se ha congelado solamente para ellos dos. 

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora