Despierta, despierta.

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En un lejano y lo que parece un distópico futuro donde el príncipe James logra vivir sin su alma, la vida continúa y le muestra que el destino es un vicio repetitivo donde el tiempo da vueltas en círculos. 

—Se llama Enrique, pero todos preferimos decirle Harry. —inicia el relato mientras muestra la pequeña polaroid que contiene al pálido bebe de dorados cabellos. —Apostaron que sería pelirrojo, pero creo que no hay fuerza en el mundo que pueda combatir esos rubios cegadores. 

Se llama Diana, no pertenecía a ninguna casa aristócrata. Tenía un sencillo trabajo en una guardería del centro de Londres y visitaba el palacio de Buckingham porque su abuela era una de las cocineras principales. Fue ahí donde Vincent la conoció.

De un rubio pajizo y unos preciosos ojos azules que le revolvían el estómago y la mayoría del tiempo le producían largas horas ensoñación. Tuvo que invitarla a salir no una, sino cuatro veces.  La joven no parecía interesada en todo lo que el título de Rey podía tener. 

—No quiere saber nada de mí. —aseguraba mientras enterraba la cabeza en la almohada. 

—Claro que sí, pero entiende que es posible que se sienta abrumada. —consuela James. 

—Bueno, ¿no sería más fácil obligarla?

— ¡Jamie! —gritan James y Vincent. 

— ¿Qué? Eres el rey, ¿no? —pregunta con divertida inocencia mientras sigue observando la lámpara de lava que se mueve sin cansancio.

—Vincent... —suspira James. —El único consejo que puedo darte es que sepas perseverar, hijo. 

Nacido de paciencia y demasiado entusiasmo, Vincent logró conquistarla. Con cajas de chocolates, con paseos silenciosos y con la máxima privacidad que un rey podía ofrecer. Con la suerte del pueblo, Diana aceptó el diamante redondo que fue enviado desde Austria. 

Fue una espectacular boda, millones y millones de personas capturando aquel momento. Un evento tan extraordinario que la propia ex reina María tuvo que salir de su retiro. 

—Es una plebeya... —musito con rabia.

—Era, abuela. —contesta Thomás con burla. —Ahora es la nueva reina consorte del reino austro-británico.  

Aunque James les aseguró que lo mejor era tomarse con las cosas con calma, disfrutar de esa nueva etapa, su consejo fue desechado. Al cabo del primer semestre de matrimonio, se anunciaba que la real pareja esperaba a su primogénito. 

—Por Dios, Vincent. —regañaba Thomás. — ¿Cómo es que te conviertes en papá con solo veinte  siete años?

—Tú eres el que se está quedando atrás. —contesta con la misma tranquilidad de siempre. 

Thomás, totalmente involucrado con la nación francesa, aseguraba que sería un alma libre que nunca nadie podría dominar. Anthony le observaba en silencio, apostando que el día menos pensando, la copia exacta de Peter, tendría el merecido a sus altivas palabras. 

Y así fue, mientras celebraban el cumpleaños de los gemelos, conoció a una exótica afro francesa que le hizo recitar el abecedario en latín mientras se colgaba de manos. Maldecía más que un pirata y cada palabra que daba parecía una orden directa, era un linda chica de amables ojos color sol. 

—Peter asegura que es cuestión de días para que pida su mano. —continúa James, mientras espanta las hojas decoloradas que se desprenden de los árboles. —Yo estoy seguro que ya lo hizo. 

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora