Cercle vicieux.

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Ha sido más de una docena de veces en las que casi han sido atrapados

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Ha sido más de una docena de veces en las que casi han sido atrapados. Cuando Peter voló desde Brasil a Cambridge sin escalas llamó mucho la atención, aunque claro, los secretarios del rey desviaron toda sospecha cuando hicieron una llamativa donación para restaurar toda una urbanización afectada por una inundación.

Mientras Peter daba conferencias hablando sobre la unión de ambos reinos, Anthony tomaba champán, esperándole completamente desnudo. En sus discursos el rey recalcaba la importancia de estar juntos, apoyándose el uno al otro. Anthony sabía que era el puro humor perverso del rey.

No eran novios, no podían. Su relación se basaba en los silenciosos hombres del Rey secuestrando al príncipe en mitad de la noche y regresándole a la universidad de Cambridge a medio desayuno sin que nadie notara que el querido príncipe real no había dormido ni un solo minuto.

Eran alrededor de diez personas las que estaban al tanto de la verdadera naturaleza de esa relación, todas del círculo de mayor confianza del rey. Aparte de exclusivo, era su eficacia. Todos en Versalles se volvieron locos cuando la torre Eiffel se mantuvo apagado por más de una hora, suponiendo un ataque terrorista o algo peor, pero la verdad era que Peter lo organizo así para poder darle a Anthony un romántica cena a la luz de la luna francesa.

No estaban enamorados, eso estaba claro. Sus volátiles temperamentos les impedían eso. Rara vez estaban de acuerdo en algo. Anthony le arrojaba a Peter cualquier objeto a su alcance cuando este jugaba demasiado con exponerles, o lanzaba fuegos artificiales frente a la universidad para llamar su atención. Peter le gritaba en francés cuando Anthony se negaba a ir con él o le decía que Queen era por mucho, superior a Los Beatles. 

Pero al final, terminaban haciendo cosas que avergonzarían al mismísimo Vatsyayana*. Luego Anthony limpiaba la cortadura de la ceja que el objeto lanzado ha hecho y Peter aplicaba ungüento cicatrizante en los larguísimos rasguños que dejaba en su espalda.

– ¿Crees que Steven le diga a James? –pregunto la última noche que estuvo en Versalles, como visita oficial.

–Steven no sabe. –asegura Peter.

–Por supuesto que lo sabe. A ese rubio no se le escapa nada.

Anthony tiene toda la razón, pero Steven sabe porque les vio no una, sino dos veces. Peter no le ha hecho ni un solo comentario, pero sabe que lo sabe. Pensó que sería cuestión de noches, pero Anthony se vuelto una necesidad y ahora no está tan seguro cuánto tiempo más podrá continuar con eso.

–Steven... con todo esto de James, ¿sigues creyendo en el amor?

El príncipe austriaco está viendo como James monta un maravilloso ejemplar en los campos de Versalles. –Por supuesto que sí, ahora más que nunca.

Aunque preguntarle a su hermano no cuenta. Steven ha sido una excepción para todo. Peter es un hombre de mundo, de camas, de cuerpos. Y no tiene lógica hablarlo con alguien que estando casado sigue siendo virgen.

– ¿Por qué lo preguntas? ¿Te ha llegado el amor? –Anthony vuelve a tener razón, al rubio no se le escapa nada.

–Hasta crees.

Muchas noches, cuando Anthony no ronda por ahí con un cigarrillo en los labios, Peter se pregunta hasta dónde y hasta cuándo. Cuando el príncipe le dice que no irá porque sus amigos le han invitado a un partido de cricket y prefiere ir con ellos, Peter jura que será la última vez que le llama y le rechaza.

Luego Anthony llama a media noche pidiéndole ir a por él, Peter se jura que será la penúltima vez. Pero luego no está seguro si será la penúltima vez, porque las conversaciones que tiene con el príncipe a media madrugada, escucharlo hablar con tanto entusiasmo sobre sus avances en la ingeniería mecatrónica, verlo sonreír, quiere ver eso más de una vez, más de una docena de veces.

– ¿Qué harás en las fiestas de este año? –esta vez ha sido el mismísimo Rey de Francia el que se ha infiltrado en los dormitorios de la universidad de Cambridge.

–En Balmoral, allá se celebran las fiestas. –Anthony está en su escritorio, haciendo mejoras de los planos de un futuro radio. – ¿Y tú?

–Austria. –es ley. – ¿Crees que James vaya a ir este año?

–No tengo ni la menor idea. –al fin aparta la viste del dibujo. –Sigo sin comprender la relación de esos dos.

– Si va, ¿irías con él? –tienta.

–No. Mamá se volvería loca.

–Podrían ir todos.

–Lo dudo.

Fin del tema. Puede ver la tristeza en los ojos de Anthony, luego el menor suspira y continua dibujando, Peter sigue observándole desde la cama preguntándose como llego a ese punto. Un círculo vicioso donde terminan cada vez que no se pueden ver y se reconcilian porque sufrieron mucho cuando no se vieron.

–Hey... –Tony ha llegado hasta él silenciosamente, felino. – ¿Estás bien?

La forma de sus cejas, la caída de su nariz, la curva de sus labios, la arquitectura perfecta de su rostro, todo eso a un centímetro de distancia, por supuesto que está bien. – Pourquoi ne le serait-il pas, mon amour?

–Ya te he dicho que no me hables en tu idioma. –amenaza.

– ¿Lo has dicho? Lo recordaría si fuera importante. –juega.

–Sabes cómo me pone. –una ceja sugerente adorna la oración.

–Recuérdame. –una conocida y cálida boca se estrella con la suya. No hay más que pensar. 











*Vatsyayana: autor del libro del Kamasutra.

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora