Preludio.

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 – ¿Por qué te vestiste para ir a misa? –es la primera oración que Steven le dirige en el día.

–Es lo que había en mi armario. –le contesta cruzándose de brazos, también enojado.

–Definitivamente no. –Steven vuelve a ingresar a la enorme habitación y James suspira.

La cena fue un rotundo fracaso. La reina, además de presentarse treinta minutos tarde, llegó con los ojos llorosos y dijo lo mucho que agradecía que vivieran con ella, que no tendría nada más. Steven entrecerró los ojos y guardo silencio.

- ¿No ves lo que hace? –silencio que estalló en la habitación.

-Steven, solo esperemos el momento adecuado. –murmura.

El rubio negó, se encerró una larga hora en el baño y luego se acostó dándole la espalda. James no insistió, sabía que cuando el príncipe se encaprichaba, era mejor dejarle hacer su berrinche.

Cerca de las tres de la mañana el sueño le abandona y abre los ojos abruptamente, tenía un extraño sabor en la boca y un escalofrío corriendo en la nuca. Encendió la luz y suspiro profundamente aliviado al ver al dormido príncipe a su lado.

Llama su atención las tres marcas en el interior del antebrazo izquierdo de Steven. Son largos, apenas visibles, pero tiene un purpureo color característico de un golpe, o un apretón de dedos.

-Steve... –pero el rubio solo suspira, sigue hundido en sueños. –Steve, ¿Qué tienes en el brazo?

El rubio sigue impávido, respirando lentamente. – ¿Steven?

Al seguir sin respuesta enciende la luz de la mesilla de noche del príncipe y automáticamente abre los ojos. –Mmm... ¿James?

– ¿Qué tienes en el brazo? –repite y puede ver un relámpago de sorpresa en los grisáceos ojos.

Steven mueve el brazo y se rebelan, sin duda, no tres, sino cuatro dedos marcados. –Te dije que no me siento feliz viviendo aquí.

Su mente procesa y aunque la respuesta es clara, se niega a creerlo. – ¿Quién te hizo eso?

– ¿Tú quién crees? –el príncipe se mueve hasta sentarse en la cama.

–Mientes. –sentencia.

–Me lo hice solo, entonces. –se cruza de brazos y afila la mirada. –Además del morado, exigió que dejara de darte ideas, que irse de aquí no era opción.

– ¿Desde cuándo la reina va marcando y exigiendo? ¿Quieres que crea eso? –porque no existe siquiera la posibilidad, su mamá no es así.

– ¿Me despertaste para decirme mentiroso? –el pecho Steven sube y baja apresurado. –No pensaba decírtelo, no por ahora. Pero ya lo sabes y no voy a seguir fingiendo que tú mamá no me odia y es momento que tú también abras los ojos.

Finaliza la oración dándole la espalda y cubriéndose hasta los hombros con el edredón. –Ya es tiempo que dejes de hacerte el ciego y tomes un lado.

Se durmió entre las seis o siete de la mañana, la segunda vez que despierta Steven ya no está a su lado. Entonces se enoja, porque no es justo que Steven desquite con él las frustraciones que su madre le provoca, aunque tampoco es justo que la reina le acorrale tanto, no entiende porqué su desprecio hacia el príncipe, fue ella quien lo eligió.

–Esto estará mejor, ¿no crees? –Steven regresa con un curioso pantalón de color verde pino, una camisa blanca y un blazer azul marino aterciopelado. – ¿Te gusta?

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora