Palacio.

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Cuando Anthony sale del baño, se detiene de inmediato

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Cuando Anthony sale del baño, se detiene de inmediato. 

En su cama, la misma en la que durmió por años, está sentado, con la camisa fuera del pantalón y el cierre del mismo abierto. En esa cama, donde lloró larguísimas noches, descansando el peso de su cuerpo en sus brazos y todavía riéndose por las botellas de champagne que robó, está el mismísimo Rey de Francia. 

Altivo, majestuoso, inalcanzable. Peter sigue luciendo perfecto, con el castaño cabello adornado de unas escuálidas canas que se rehúsan a salir completamente. Luce como aquella salvaje noche que apareció para anunciar que abdicaría a la corona, lo dejaría todo por él. 

— ¿Te gusta lo que ves? —le pregunta en su perverso francés que ahora Anthony domina con ojos cerrados y no evita sonreír.

—Me ha gustado desde tiempo inimaginables. —declara despacio, arrastrando la lengua. 

Peter sonríe, sonrojado y divertido. Entregado a ese lado gamberro que lleva debajo de la piel. — ¿No te parece divertido?

— ¿El qué? —recupera el movimiento y se acerca sin prisa al hombre que le invita con una sola mirada. 

—Que después de todo lo que pasó, hoy estemos aquí. —dice mientras señala la habitación con un largo dedo. 

—En mi cama. 

—En tu cama. —repite con la voz un tono más bajo.

Sentarse sobre las interminables y fuertes piernas de su esposo siempre ha sido un privilegio del que duda ser merecedor. Pero sus cuerpos se amoldan con facilidad, comprobando que sí fueron diseñados para encajar el uno con el otro. 

Para Peter perderse en esos fantásticos y perfectos ojos verdes manchados de motas cafés es como visitar su propio paraíso. El aroma a hierbas frescas y fresas salvajes se esparce, se hunde en su estómago y le llena la boca de agua. A pesar de los años, sigue teniendo el mismo catastrófico efecto. 

Besarse debería considerarse pecado, es demasiado bueno para ser verdad. Sí así no sabe el cielo, que baje Dios y lo compruebe. Anthony enreda los brazos detrás de su cabeza, abre la boca a prisas y se mece sobre él, invitándole, llamándole. Y Peter obedece como el lazarillo que siempre ha sido, enreda sus propios brazos detrás de la torneada espalda pecosa, las desliza hasta el diabólico trasero, presionando y pellizcando. 

 — ¡Peter! —chilla interrumpiendo el beso. —Eres irremediable. 

Sin más pausas, filtra sin miedo las manos debajo de la camisa y la retira. Intercambia las posiciones y bebe fascinando el asfixiante suspiro que Anthony le regala cuando es hundido entre los edredones. Lame la extensión de su cuello, muerde las escasamente visibles clavículas y sigue viajando al sur. 

Con experiencia, con parsimonia y con amor, demasiado amor, los reyes de Francia se entregan a la pasión que les atormentó desde el momento cero. 

Anthony abriendo las piernas por inercia y Peter filtrándose entre ellas como todo un profesional. Fusionarse sigue siendo fantástico, inefable. Un encuentro carnal que acalambra piernas y adormece el cerebro. El húmedo sonido que produce el abrupto contacto y los gemidos ahogados de Peter contra su cuello.

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora