Libre.

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 Escuchó su voz antes de entrar a la sala, así que prefiere ir a la cocina y preparar un sándwich de queso

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Escuchó su voz antes de entrar a la sala, así que prefiere ir a la cocina y preparar un sándwich de queso. Sabe que sí entra será incómodo y no tiene ganas de ser juzgado por su majestad. Además, no fue invitado.

Iba por la mitad de su refrigerio cuando el servicio entra con las tazas de té sucias y le dicen que James está en la habitación del piano. Arrastrando sus pies contra alfombra va a con su esposo.

Le dicen la habitación del piano porque es un cuarto no tan grande con un medio circulo dónde debería ir una esquina, es enteramente blanco, con el piano en el centro del circulo enfrentándose al enorme ventanal que le adorna.

James está sentado en el banco del piano. Su cabello ligeramente más largo de la norma. Lleva una remera blanca y un suéter negro. Juega a tocar o no las teclas del piano y sus cejas están juntas, clara señal de que realmente no está ahí.

Steven ha tenido muchos sueños donde la mayoría son manos y piernas misteriosas, pero esa tarde fue una excepción. Los largos dedos que amenazan con filtrarse debajo de su suéter de casimir y tenían el atrevimiento de arañar su espalda eran los mismos dedos que ahora tocan sin fuerza las teclas.

Las piernas que muchas veces le acorralan están ahí, dobladas y con las rodillas sobresaliendo. Deja el plato que contiene su medio sándwich y se desliza silenciosamente en el banco, hasta llegar él, al protagonista de sus sueños.

-Hola. -musita. James sigue viendo las teclas. - ¿Estás bien?

- ¿Qué estás comiendo? -es la respuesta que recibe.

-Un sándwich de queso.

James se gira y le convierte en el centro de atención de esos enormes ojos celestes. Es fácil admitir que adora cuando James hace eso, enfocarse únicamente en él. Le encanta ver su reflejo en las iris y que el príncipe le mire con intensidad, con fuerza.

Pero esta vez está lejano, distante. Sufre el efecto de la reina María, lo ha visto también en Anthony. Después de recibir las ultra secretas palabras de la monarca quedan cascarones de sus hijos. Anthony se sienta en un balcón y fuma durante horas. James se queda sumergido en un silencio abrumante, con las cejas juntas enmarcando unos abandonados ojos hermosos.

Los buenos amigos que ha hecho en el camino le han advertido del poder que la reina ejerce en todos aquellos que lo rodean, no lo escucho ni una ni dos veces, fueron varias. De ahí su poco interés en agradarle a quien una vez quiso considerar como una amiga. Así que sabe lo que pasa y no le gusta.

Porque no le gusta verle así, no es su James. Temeroso se filtra entre el príncipe y el piano. Una pierna primero y luego la otra, hasta queda sobre el regazo del calmado James y seguir el recorrido de los ojos que observan su abdomen, sus hombros, su clavículas y finalmente su rostro. - ¿Qué haces?

No lo sabe, pero está dispuesto a todo con tal de traer a su James de regreso. Inicia un beso que es débilmente correspondido, cruza los brazos detrás de su cabeza y empieza a saborear el té y la saliva del príncipe en su propia lengua.

El mayor suspira y las manos comienzan a tomar vida, cerrándose sobre su cintura, apretándole contra su cuerpo. Su corazón palpita con mayor velocidad y sus ojos siguen cerrados, dejándose caer en el momento y salvando a James de lo que sea que ocurra en su cabeza.

Cada beso es una memoria que se agrega a su colección de piezas de arte palpable. Solo quiere que descanse, que aparte de su mente lo que sea que la reina haya dicho y que se quede ahí, como lo guarda en su mente, perfecto y a salvo.

Ya han pasado este punto varias veces. Besos lentos y caricias temblorosas que nunca avanzan. Steven no está listo para continuar, pero también está cansado y frustrado estar ahí y renunciar. Esta vez será diferente, lo hará por James.

Hay una paz silenciosa antes de la tormenta.

Se balancea, atrás y adelante con lentitud. James suspira contra sus labios y siente los dedos de príncipe ceñirse un poco más contra su cintura. El beso se detiene un segundo, un microsegundo para darle espacio a la traviesa sonrisa que se forma en James.

Vuelve a moverse, el príncipe ha separado las piernas lo suficiente para que su cuerpo se acomode estratégicamente contra el suyo y pueda sentir como todo tiene efecto. Su sangre se divide, mejillas, orejas y otra zona más específica. Tiembla.

-Steven... -su voz, más ronca, más baja y muy cerca de su oído.

Continúa moviéndose. Sintiendo el despertar de su propio cuerpo a causa de los besos, de los suspiros y de los fríos dedos que se han metido debajo de su suéter y tocan y rasguñan toda la piel que encuentra y se detienen únicamente porque han llegado al borde, donde inicia su deportivo negro y su trasero.

Apenas separando los labios de los ajenos, permite. -Puedes...

James hacía la pregunta en silencio pero las acciones le hacen suspirar un poco más alto de lo que imagino. Solo existe la delgada capa de algodón de su ropa interior entre la prístina carne de su trasero y la enorme mano de James que acaricia, presiona y amenaza con filtrarse en cualquier momento.

La punta de sus dedos se enfría en el momento en el que su despertado cuerpo choca contra la dureza de James. Es este punto cuando se detiene, cuando corre y finge que nunca pasó. Pero en este momento el príncipe sigue empeñado en besarle como si su vida dependiera de ello y sus propias piernas le desobedecen.

Entonces se queda ahí. James, que tiene ambas manos sobre su culo, ahora es quien guía sus movimientos, así que deja de ser un mecer lento a un ir y venir más rápido, más enérgico y sin ritmo. Su estómago tiembla, la fricción apenas le consuelo, es la respiración de James, son sus besos húmedos e interminables, son sus manos presionándole y haciendo de él lo que desea, ese es conjunto de torturas el que lo hace sonrojarse con mayor fuerza y gemir, boquear necesitando oxígeno y metiendo sus dedos en los cabellos de James, aferrándose a algo.

-Steven... -vuelve a musitar James. No tiene tiempo para detenerse y pensar, es mejor meter su propia lengua en la boca del príncipe y sentir que es arrastrado a la locura, a la demencia. Es mejor.

-Detente, Steve... -suplica. -Espera.

Lo invade la vergüenza. - ¿Qué?

- ¿Qué se supone que haces?

- ¿No te gusta?

-Por supuesto que sí. -y a la afirmativa respuesta se le agrega un apretón más a su culo. -Yo... ¿de qué vas?

-No me gusta cómo te dejan las charlas con tu mamá. -cruda sinceridad.

- ¿Y es tu forma de distraerme?

-Estaba funcionando. -es un milagro que pueda hablar, con las mejillas ardiendo, con su cuerpo consumido por una fiebre apremiante.

James muerde su labio inferior antes de sonreír como suele sonreírle solo a él. Entonces Steven sabe qué hará todo lo que sea necesario para mantener esa sonrisa en James, no importa si deba enfrentarse a todo el mundo o la reina, haría lo que sea para que James este sonriendo, libre.

-Steven. -sigue sobre sus piernas, viendo los enormes ojos oscurecidos, disfrutando del bonito color que tiene en las mejillas y como se cabello se ha alborotado. -Tengo que ir a solucionar un problema y si sigues sobre mí, tendré que solucionarlo sobre ti.

Regresa su buena amiga, la vergüenza. Siente frío cuando deja el regazo de James y este recupera sus manos. Antes de abandonar la habitación el príncipe le sentencia. -Steven, esto no puede continuar así, debemos darle solución.

Steven muerde su labio y concuerda con James. Su propio cuerpo está llegando a un estado de ebullición donde no puede controlarlo más, aunque ya no es como quiera seguir haciéndolo. Quiere a James libre y quiere ser libre con él.

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora