Londres II/II

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 -Tercera parada, el glorioso Támesis. –vuelve a exclamar Zemo.

El río es solo una macha más negra en la oscuridad. La estrella es el maravilloso puente de Torre, en el latente corazón de Londres. Sam se ha estacionado a un costado de la calle y James tira de él para bajar.

-Si tenemos suerte, lo veremos trabajar. –esperanzado el príncipe. –Fue derribado y construido varias veces.

Quiere decirle que sí, que lo sabe. Pero le gusta el brillo en los ojos de James. –Es arte arquitectónico.

-Casi. –se ha volteado hacia él. –Aún falta una parada. La más importante.

-Hey Jamie, ten. –Sam regresa y le entrega un cono de papel, huele a algo frito. –Tendrán que compartir, no hay más.

-¿Qué es?

-¿Cómo que qué es? ¡Es fish and chips! –Sam tiene muchos modismos de Zemo, o Zemo de Sam. –Por favor, dime qué sabes de qué estoy hablando.

-Déjalo. –James sale a su rescate. –En un segundo le iluminaré.

James le guía al borde de cemento que separa la acera con el río. Se sienta y espera dejar de sentirse tonto. -¿Es muy importante?

-Es comida. –le extiende el cono. –La comida que define a los ingleses. Anda, toma uno de cada uno y les muerdes al mismo tiempo.

El olor confirma el pescado, obviamente. Bajo la atenta mirada de James acata la orden. No le gusta el brillo de los alimentos, clara señal de un exceso de aceite. Pero James le está viendo con ilusión, así que muerde.

Sabe mejor de lo que esperaba, pero no es la gran cosa. –Fascinante.

-Te dije. –le dio la respuesta que esperaba.

James le cuenta cómo es que conoce todos esos lugares. La familiaridad con la que circula en las calles.

-Antes del principado de Gales, tenía algo de tiempo libre. –las papas han desaparecido. –Sam me reto un día a salir como una persona normal y le tomamos gusto.

Lo cuenta como si no fuera la gran cosa, pero lo es. Para personas como ellos, la normalidad estaba muy lejos de su vida. Muchas responsabilidades, muchas condiciones, muchas expectativas. Comienza a verle un poco más humano, menos real.

-Deberíamos continuar. Es la una de la madrugada. –Helmut lleva su brazo sobre los hombros de Sam.

Esta vez el trayecto es un poco más largo. Tuvieron suerte de ver el puente trabajar. Después de cruzar cientos de calles, Sam anuncia que llegaron.

Esta vez la pareja de duques no se baja, se quejan del frío y que mejor le esperan. Steven disimula muy bien no haber visto la mano Zemo sobre la pierna del duque.

Es la catedral de San Pablo. Es un enorme edificio lleno de cúpulas, de diseños maravillosos alumbrados por tenue luces que da la impresión que vigilan a un gigante durmiendo.

-Aquí será la boda. –sentencia James. –Creí que te gustaría conocerle antes del gran día.

-Bueno, el ensayo será la próxima semana. –sigue viendo el edificio. –Ahora me siento un poco menos nervioso.

Están del otro lado de la calle, de pie con las manos dentro del abrigo. Son las dos de la madrugada y hay neblina desprendiéndose del cielo. Steven lucha por decir algo, pero el silencio es bastante cómodo para ser sinceros y lo único que hay en su cabeza es James, imaginándolo preparándolo todo y esforzando para poder conseguir sus disculpas.

En la esquina opuesta hay un músico callejero. Esta sentado en una banca bajo la débil luz pública. Tiene un saxofón en la mano y comienza hacerle sonar.

-¿No es ilegal estar rondando por aquí? –cuestiona cuando la música comienza a llegar hasta ellos.

-No creo. –James también ve al músico. –Además, sería un pecado interrumpir su concierto.

La música es triste, pero lleva un ritmo delicioso. La noche se vuelve mágica, ver la brillante catedral con cientos de luces dándole vida y el músico del otro lado regalándole melodías.

James se mueve, se acerca a él y busca su mano. –Sería un desperdicio desaprovechar esta oportunidad. –declara con las mejillas ardiendo. –Pero, ¿bailarías conmigo?

-¿Aquí? ¿Ahora?

-Creo que no habrá mejor momento. –sus ojos son el reflejo de los nervios y la expectación. –Está bien si-

-Sí quiero. –claro que quiere, pero no sabe cómo hacerlo. –Sí.

Pareciera que James lee sus pensamientos. El príncipe se mueve despacio, como si tuviera miedo de que salga corriendo. Sus manos se enlazan en lo alto, una cae en su cintura y, con mucho temor, su mano restante cae en el hombro de James.

No es bailar realmente, es balancearse con demasiada lentitud de un lado a otro. Las notas siguen llegando y no puede evitar sonreír, de todo lo que imagino para su vida, bailar en medio de la madrugada en frente de donde será su boda era lo único que nunca llego a su mente.

Pero ahí estaba, dando vueltas descoordinadas entre los brazos de James. La mejor parte es la mirada del príncipe, sus celestes ojos se ven líquidos, destellantes y tan cerca.

-¿Steven?

-¿Sí?

La música se ha detenido. Pero sigue entre sus brazos sintiendo como el calor se extiende en su pecho y se mezcla con el de James.

-Voy a besarte. 

La imagen NO me pertenece, la encontré en pinterest y no tenía el nombre del artista

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La imagen NO me pertenece, la encontré en pinterest y no tenía el nombre del artista. Créditos a su respectivo/a creador.

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