Perdiendo I/II

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La terrible sensación de poder haberse perdido les había hecho darse cuenta de lo que estaba en sus narices y parecían hacerse los tontos para no verlo. Ahora, a semanas del incidente y a días de su primer aniversario, son una real pareja, en los dos sentidos de la palabra.

Todo el palacio sabía que sus altezas reales dormían juntos, cada noche. Charlotte fue la primera en saberlo, ella era le encargada de llevar un generoso desayuno a la habitación de Steven, donde usualmente encontraba al príncipe James dormido entre los cien edredones del príncipe Steven.

Luego el servicio se dio cuenta que la cama del su alteza el príncipe James no tenía ni una sola arruga, nunca. Clara señal que ni por asomo llegaba a su habitación. En cuestión de días el rumor corrió en el palacio hasta llegar a los reales oídos de la reina María.

No era de su agrado, obviamente. Como tampoco le gustaba saber que James salía a correr por las tardes y que cada vez que daba una vuelta al jardín principal recibía como premio un beso del querido príncipe de Austria.

El otro rumor que había llegado hasta la prensa, es el que Steven solía pasar las tardes, de los días que no trabajaba, en la cocina. Y que James también pasaba las tardes ahí. No entendía como Steven podía tener un comportamiento tan ordinario, tan fuera de su lugar y lo peor de todo es la facilidad con la que James le sigue.

Pero el matrimonio estaba encerrado en su propia burbuja. Descubrirse entre ellos era muchísimo más importante que estar escuchando los miles de comentarios que siempre había sobre ellos.

Así que mejor se dedicaban a tocar y tentar que había después de la delgada línea del pudor y la vergüenza. Ya habían cruzado un parte y ambos estaban seguros que lo sea que vendría sería mejor, muchísimo mejor.

Como la primera vez que James vio a Steven usando únicamente un bóxer. Su respiración se detuvo cuando vio las delgadas piernas sin una solo marca, parecía que fueran de un perfecto marfil o algún material de otra galaxia. Eran perfectas. Y cuando vio la curva del su culo, Cristo. Murió, realmente murió y fue al cielo de los culos.

– ¿Qué se supone que estás haciendo? –su lado racional perdió el control y cuando reacciono, lo tenía de espaldas, contra la cama mientras trataba de creer lo que sus manos tocaban. – ¡James!

Steven chilla porque sus dientes se entierran en la tierna piel y da pelea para poder escapar. – ¿Acaso eres un perro rabioso? –está lleno de color y su respiración agitada.

– ¡Tú eres el que tiene un perro!

– ¿Perdón?

–Un perro culo.

–Ugh James, que ordinario eres. –pero al terminar la frase está estallando en carcajadas que le hacen cerrar los ojos. James bebe toda la imagen como un sediento perdido en el desierto. –Quítate, tengo cosas que hacer.

Esa fue la primera vez que James Buchanan Stark Barnes, príncipe heredero, se cayó del caballo. Le era imposible sacar de su cabeza el recuerdo de ese abultado, redondo y espectacular culo envuelto en la delgada tela de algodón.

– ¿Ya vino Steven? –le pregunta a Charlotte mientras le entrega su abrigo.

–Sí, su alteza. Está en la cocina.

–Que nadie vaya a entrar. –ordena. Se deshace de la bufanda, de la chaqueta y empuja la puerta de la cocina con tanta fuerza que Steven da un brinco al lado del refrigerador. –Tú.

–Cristo, James. –es un pecado, se ve tan sereno y tranquilo con una vaso de agua en la mano. –Me han dic-

No le dará tiempo de hablar. Que ni siquiera respire. Tiene que pagar lo que le ha hecho. Levantarle es fácil, empotrarle en la encimera y colarse entre sus piernas es pan comido. Pero se ve obligo a romper el botón de pantalón cuando no cede antes sus arrebatados movimientos.

–Esperaesperaespera- –Steven le empuja tratando débilmente de apartarle. –James-

El príncipe no parece tan convencido, pero no tiene tiempo para negociar. Las células de su cerebro están explotando. Cuando su mano se ha infiltrado y sujeta el semi erecto miembro de su esposo ya no hay marcha atrás.

Realmente no sabe cómo lo hace. Pero sus manos han bajado lo suficiente el pantalón del rubio para poder aplastar, estrujar, pellizcar y tocar con toda la perversidad del mundo ese tesoro escondido. Steven jadea contra su oído cuando logran hacer que sus cuerpos encajen.

Sí alguien cruzara la puerta vería como los príncipes se restriegan el uno contra el otro entre una masa de brazos, manos y pantalones semi abiertos. Es la gloria, claro que sí. Con ambas manos sobre el perfecto culo hace que Steven se meza y que ambos lloriqueen por la exquisita fricción que sus miembros sufren entre sus propios estómagos.

El orgasmo le golpea rápido. Los jadeos de Steven contra su oído hicieron que su cerebro fallara. Y el hecho de tocar toda esa piel, tan suave, tersa, tierna. La perversidad de profanar la nívea piel fueron demasiado.

Recuperado le hecha, literalmente, una mano a Steven. Le besa con tanta lengua que un hilo de saliva se escurre por la comisura de los labios del rubio. Siente como cierra sus piernas a sus costados, como detiene el beso porque la respiración se le dificulta.

Su espectáculo favorito es cuando cierra los ojos, lanza la cabeza hacia atrás, jadea, gime y se llena de color desde el nacimiento de su cabello hasta su cuello. La posición le permite ver la manzana de adán subiendo y bajando y en un último arrebato, la lame e incluso muerde un poco.

Steven hace un sonido exótico, excéntrico y único, muge. Una vibración en el pecho que le causa catastróficos escalofríos. Desea que el tiempo se congele podría vivir así eternamente, con humedad en una mano y con el culo de Steven en la otra. 

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora