Survivant.

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Jade está lejos de ser la típica mujer francesa. Rara vez se ríe o siquiera es amable. A veces duda que sea un humano capaz de sentir emociones. Sus piernas son gordas, al igual que su culo, pero tiene una cintura envidiable y una habilidad para correr increíble. Jade es su mano derecha porque es la única mujer en toda la faz de la tierra en hacer todo lo que él pida sin cuestionarle ni un segundo.

–Su majestad, es el príncipe Steven. –observa el reloj de su escritorio antes de tomar el teléfono. –Allá son las ocho de la noche, ¿Qué haces despierto?

–Qué gracioso. –su hermano menor con su siempre buen humor. –Tengo que verte cuánto antes, ¿Cuándo puedes venir?

– ¿Por qué no vienes tú? –sigue viendo a Jade, con su rubio cabello recogido en un alto moño organizando sabrá Dios que papeles. –A veces tengo cosas que hacer, ¿sabes?

– ¿Ah, sí? ¿Cómo qué? Sino es mucho pedir.

–Como pedirle matrimonio a Jade, ¿crees que acepte? –la mujer ni se inmuta, rueda los ojos y sigue con su labor. –Me gusta su culo y tiene buenas caderas para tener a mi prole.

– ¿Te estás drogando otra vez? –Steven se burla. –Apuesto todo lo que tengo y todo lo que soy a que Jade es la única mujer en el mundo en decirte que no.

–Lo averiguare. –remoja de nuevo su garganta con el trago de ron que se calienta en su mano. – ¿Para qué quieres que vaya? ¿No puedes solo decírmelo por teléfono?

–No creo que te guste tener esa conversación así. –la voz de Steve deja el tono juguetón y se vuelve fríamente seria. –No soy quién para decirte que hacer, pero creo que ya fue suficiente.

–No sé de qué hablas. –fingirá demencia. No tiene ganas de hablar de aquello que le atormenta día y noche. Prefiere seguir viendo como Jade se sienta sobre sus piernas y maldice en voz baja.

–Le estás matando. –arroga Steven. Gruñe y Jade le examina solo un par de segundos.

– ¿Eso te ha dicho él?

– ¿Me explicas porque tienes la nariz rota?

– ¿Qué te hace pensar que yo he estado con él en los últimos días? –vuelve a llenar el vaso del exquisito ron francés. –Te recordaré que fue él quien me mando a la mierda.

–Peter-

–No, yo hice lo que él me pidió. Lo deje en paz, se acabó. –escucha como la respiración de Steven se apresura. –Yo no le hice nada, ya está grandecito para cuidarse solo.

– ¿Sabes qué? Pensé que podríamos hablar de esto como adultos, pero veo que quieres seguir jugando al tonto. –Peter rueda los ojos ante el infantil insulto de su hermano. –Solo te diré que no le seguiré mintiendo a mi esposo, arreglen lo que sea que estén haciendo antes que todos se terminen enterando.

–Qué amargado te ha vuelto el matrimonio. –la llamada se corta antes que su frase termine. Deja el teléfono en su sitio y se hunde más en su cómodo sofá. –Se ha arruinado la velada, Jade. Otro día te convenceré para que te cases conmigo.

Jade gruñe. Se retira a su habitación con la botella de ron en la mano. Se hundirá en el sofá y en el cálido abrazo del alcohol, es mil veces mejor que recordar el cuerpo de encanto que invade sus sueños y que sus manos desean con ferviente necesidad.

El sabe lo que pasó. Anthony se fue de juerga el viernes por la noche con su buen amigo Bruce y un par de chicos más. Estuvieron en un apartamento privado alcoholizados y contratando un par de bailarinas exóticas. Luego Anthony se escapo para visitar a su otro buen amigo, Dante. Otro aristócrata vicioso.

Estuvo con él hasta el medio día de la noche consumiendo hierva mala y posiblemente llorando, esa parte fue difícil de conseguir para su espía porque estuvo a punto de ser atrapado por un guardia de seguridad. Anthony siguió tomando el resto del domingo hasta que Dante quiso aprovecharse y el príncipe tuvo que salir huyendo. Afortunadamente su espía le dio su merecido al atrevido aristócrata.

Se rompió la nariz por brincar uno de los muros del palacio, entró al apartado de Steven y James. Fin de la historia.

Toma un nuevo trago. Anthony decidió sacarle de su vida porque él no puede darle lo que sea que el menor quiera. Peter solamente le puso un espía para poder mantenerlo a salvo de él mismo.

Se hunde en su cama, presiona sus cienes y quiere sacar todos los recuerdos del príncipe en carne viva. Lo extraña como nunca en su maldita vida ha extrañado a alguien. Le necesita para poder respirar. Lo desea porque siente marchitarse un poco más cada día.

Va más allá de una necesidad carnal. Del príncipe Anthony lo extraña todo. La suavidad de sus labios cuando se presionan contra los suyos, el aroma de su cuerpo invadiendo la cama y quedándose debajo de su piel. En su memoria se repite en bucle la imagen de Anthony sentado en su escritorio, mordiendo el lápiz en un mal habito, mientras escribe las ideas que su mente arroja por segundo. 

Dios, incluso extraña la rara costumbre de bañarse con agua demasiado caliente. Era tema de discusión las duchas que tomaban juntos, a Peter sí le gustaba el agua caliente, pero Anthony exageraba. 

– ¡¿Estás loco?! –chilla Peter en cuanto la ardiente agua toca su espalda. – ¿Planeas pelar un pollo?

– ¿Eh? –Anthony se ve ridículamente joven con el cabello pegado al cráneo a causa de la lluvia de la regadera. –Ya te he dicho que no me hables en francés.

Peter tuvo que acostumbrarse a bañarse mientras sentía mil alfileres atravesando su piel, era una tortura. Después de un año entendía porque Anthony lo hacía. Y es que había cierta terapia relajante que se aplicaba en su nuca, en los hombros y en toda su espalda cuando el agua caliente golpeaba con fuerza cada musculo.

Fueron cien noches las que fumaron mil cigarrillos en el balcón de su habitación. Lo hicieron observando las relucientes luces de la ciudad, compartieron un cigarrillo cuando una noche llovía con fuerza y el agua apago el tabaco de Anthony. También fumaron abrazados viendo la primera nevada del año caer.

Extrañar a Anthony era un término muy corto para todo lo que abarcaba. No era solo su mente, físicamente su cuerpo agonizaba por tocarle, por sentirle. Rechazaba la idea de besar a alguien más, de tocar otro cuerpo, no existía la posibilidad.

Entonces caía una y mil veces en los recuerdos que le atormentan, que le dañan y le ahogan. Pero no podía hacer nada para combatirlo. Amaba a Anthony con cada parte de su cuerpo, de su alma y si este le había dejado, respetaba eso. Peter estaba dispuesto a morir de desamor para que Anthony siguiera adelante y consiguiera todo aquello que ellos no pueden tener.

Aunque sea el rey, hay leyes que simplemente no puede romper. Y el casarse con alguien que no pueda asegurar un sucesor es algo que ni su propio pueblo va a aceptar. El Rey Peter se ahoga con lágrimas y alcohol, tiene que hacerse a un lado por los demás, por el bienestar de su pueblo y porque no quiere condenar a Anthony a una vida de infelicidad. 

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora