Nunca fue y nunca será.

31 2 2
                                    

Fueron semanas donde toda su energía, su entusiasmo y su carisma se fueron drenando. Auto convencida que aquello era lo que merecía, para lo que había nacido. Hizo a Peter su hogar, lo convirtió en su futuro y estaba convencida que era cuestión de tiempo que encontraran de vuelta el camino. Que fueran lo que nunca fueron.

– ¿Por qué me odias? –le preguntó a Jade una tarde mientras elegía el diseño del vestido.

–Yo no la odio, señorita. –le contesta sin despegar la vista de las cientos de hojas que aguardaban en la mesa.

–Pero no te agrado. –quiere una respuesta, quiere encontrar un lugar. – ¿Por qué en el palacio parece que a nadie le agrada la idea que yo sea la compañera de Peter?

Jade respira profundo y deja las hojas descansar. –Señorita Maree, ¿por qué que busca en mí las respuestas que usted ya sabe?

Su madre le dijo que había nacido para la grandeza. Ya era una super modelo, actriz, activista. El deseo de ser más y nunca ser suficiente la aplastaron y ahora estaba ahí, aceptando acompañar a un hombre que nunca fue y nunca será.

– ¿Estás bien? –le pregunta Peter a medio desayuno.

Luce autentico, preocupada de verdad por ella. ¿Por qué decidieron arruinarlo? ¿De dónde tanto empeño? –Creo que estoy un poco cansada.

Él sonríe genuino, con un deje de melancolía. –Está por terminar. Estaremos bien. –le asegura sin convicción. 

Ambos se rindieron. Peter en no tener a la persona que ama y ella a no ser amada para poder alcanzar la corona. ¿Por qué? ¿Realmente era lo qué quería?

No es tonta, por supuesto que no. Ella ve venir con claridad el desastre y, aunque le digan cobarde, va a saltar. No vale la pena condenarse a ser la reina triste. Ama a Peter, pero se ama más y supone que ha llegado al límite.

Y lo presiente. Cuando piden su presencia de inmediato en el palacio de Versalles, cuando Jade la mira todavía más triste que la costumbre, cuando lo ve entrar con profundas ojeras y las manos escondidas en los bolsillos. Es casi mágico, como si pudiera tocar físicamente el resultado de sus acciones. 

Maree se enamoró, pero sigue siendo una chica inteligente a pesar del amor. A lo mejor nunca fue amor así.

–Maree... –inicia Peter con la voz ronca, cansada. 

Y si Maree cierra los ojos, puede ver su libertad. Recuperar el fantástico rumbo que su vida tenía y ser libre. Ser ella. –Ahorrémonos esto. –le corta y prefiere ver a otro lado que no sean los acaramelados ojos que la ven confundidos.

Busca en los bolsillos de su abrigo y le coloca en la mesa la caja aterciopelada. –Esto se veía venir y evidentemente fuiste más valiente que yo. –empuja la caja y ve a Peter suspirar casi con alivio. –Esto no es para mí, no me pertenece.

–Quédatelo. –le contesta. –Después de esto, costará una fortuna.

Maree se ríe suave. –Y quiero una fortuna, Peter. Sé que la corona pagará lo necesario para mantener callada y voy a utilizarlo.

Peter también sonríe. –Siempre fuiste una chica lista.

–Treinta millones.

–Cincuenta. 

– ¿Qué?

–Así  la corona negociaría y te darán los treinta. 

Da un paso y toca el simétrico rostro. Siente enojo, por no ser valiente y dejarse arrastrar. Siente tristeza, por haber arruinado su amistad con aquel muchachito perdido que cargaba con demasiado. Siente libertad, siente que vuelve a ser ella.

–Te amo mucho, Peter. –le confiesa con una mano en su mejilla. –Pero nunca fuiste mío.

–Lamento esto, Maree. –contesta mientras coloca una mano sobre la de ella. –Podríamos seguir siendo amigos.

–No. –niega de inmediato sin dejar de ver esos ojos que tantas noches le atormentaron. –No puedo ser tu amiga después de esto. 

–Maree...

–Además diré que yo te dejé, no esperarán que sigamos siendo amigos después de eso.

Peter inclina el rostro, sonríe de tristeza y besa la palma de su mano. –Júrame que no vas a odiarme.

–Solo un poco, en mis noches frías. –la comunicación de ellos siempre fue fantástica.

Su relación nació de manera natural, el error estaba en engañarse. 

Al abandonar el palacio, sabe que lo que sigue es una explosión mediática donde miles de rumores se harán a su costa. Tiene que prepararse para sobrevivir a todo aquello, posiblemente tenga que salir un par de meses del continente. 

Mira por la ventana del vehículo aquella magnifica estructura quedar atrás y comprende que ese nunca fue su lugar.

Peter también mira por la ventana, la lluvia está a punto de caer, al igual que la explosión. Respira profundo, niega silencioso y siente que un peso finalmente ha sido removido. Únicamente le falta enfrentarse al resto del mundo para tener a quien siempre quiso, a quien siempre debió.

Se encamina a la parte del palacio donde se mantiene ocultó al príncipe, futuro rey consorte. Vuelve a suspirar, Anthony no ha sido nada fácil de controlar  y con dos días en el palacio ya le había puesto los nervios de punto y le había sacado de su quicio al menos cuatro veces.

Jade le suplicaba que fuera empático, que comprendiera que la posición en la que el menor estaba era capaz de enloquecer a cualquiera. Peter también estaba en una difícil posición, no solo tenía que enfrentar al parlamento, sino a su pueblo entero ante el cambio de planes. 

Cuando le abre la puerta, se queda paralizado. Anthony está de pie frente al espejo, pies descalzos, un deportivo negro y una remera blanca que está levantada a la altura de su pecho. A contra luz, ve su pequeño vientre sobresaliente. El golpe de realidad es abrumante.

Será papá, el gran rey Peter de Benjamín II, será papá. Dentro del hombre que más ama, hay un vida que crece, que late y que se nutre. Anthony lleva dentro el resultado de aquel devastador amor que destruyó todo y ahora renace de las cenizas.

– ¿Tan rápido? ¿Cómo te fue? –le pregunta mientras acomoda su remera y camina hasta la mesa redonda que aguarda con el desayuno servido.

–Supongo que bien. –toma lugar mientras cree que está en una fantasía donde sus más salvajes sueños se hicieron realidad. –Esto le costará más de treinta millones de euros a la corona.

–Lo lamento. –dice sincero mientras al mayor estilo inglés, le agrega leche al té.

– ¿Qué lamentas? –le pregunta sin dejar de verlo. –Finalmente seremos tú y yo. 

–Sin coches clandestinos.

–Sin encuentros fugaces.

–Sin corazones rotos.

–Solo tú y yo.

–Y el bebé. –agrega rápidamente Anthony y Peter no puede evitar sonreír conmocionado.

–Libres, Anthony.

Se ven sobre la mesa y no puede dejar de pensar que lo próximo será una hecatombe, pero cuando termine, podrán ser quienes siempre fueron, lo que estaban destinados a ser. 


Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora