Palacio [STUCKY] [STARKER]

Las partes faltantes.

Carintia es una de las regiones más frías de Austria, por no decir la más fría. A pesar que la primavera avanza, el clima apenas supera los siete grados Celsius y hace que las brisas se conviertan en ligeras nevadas, creando minúsculos copos de nieve que hacen a Pigeon perseguirle por apenas unos segundos, hasta que otra simple cosa llame su atención.  

– ¿No te cansas? –de respuesta es un tenue ladrido y un par de lamidas en la mano. 

El débil reflejo del sol hace relucir el azul estanque y Pigeon le ladra a los puntos brillantes del agua que asemejan mil cámaras disparando. Steven suspira, definitivamente ese podría ser su segundo lugar favorito del mundo. El silencio solo interrumpido por el viento que desciende de las montañas y que mece los árboles. 

Ha llevado una manta, un termo de té caliente y al bendito animalito que ahora tiene que cuidar. No es que no le gustan los animales, es un ferviente defensor de ellos. El asunto es que Steven no es una persona de perros, ni de gatos, ni de caballos, ni nada en especial. Su perfecta compañía es un poemario o un exótico libro lleno de historias imposibles. Es un defensor de los derechos animales porque toda vida debe ser respetada y con el derecho a vivir con dignidad, pero no son una compañía que él prefiera.

Pigeon, un cachorro de tres meses de la raza Golden Retriever, ladra a una de las mariposas que rondan las orillas del estanque, gruñe un poco y finalmente vuelve a él. Se sienta con la lengua de fuera y su aliento se vuelve vaho. Lo ve con sus pequeños ojos marrones y ladra. Luego el perro repite el ciclo. Pero Steven tiene que confesar, solamente para él, que el perro le cae bien, avisa cuando necesita salir y solamente a mordido uno de sus zapatos. 

El perro llegó en las manos de James la mañana siguiente del altercado en Londres. 

 Esa madrugada soñó que la habitación se llenaba de flores que amenazaban con aplastarle. Abrió los ojos abruptamente y lleno de tanto aire sus pulmones como le fue posible. La luz de la habitación que regalaba el sol era de más azul que blanca, se colocaba por una de las cortinas mal acomodada.

Se sorprende cuándo su esposo no está a su lado, verifica la hora y se asombra al ver que pasan las ocho de la mañana. Es un milagro que haya dormido una hora de más y que James se haya despertado antes de las nueve. Se estira por un rato, piernas y brazos, gira su cuello y analiza un rato el feo morado sobre su muñeca.

Suspira. No está alterado, ni enojado, ni frustrado por lo que sucedió. Está, tal vez, sorprendido. Nunca imagino que un maníaco entraría así por así al palacio donde vive la reina, ¿Qué tal fuera un terrorista? El hombre pudo atacar a cualquier persona, un empleado u otro invitado. Desafortunadamente fue él, pero afortunadamente no pasó nada malo.

Asume entonces que la pesadez en su cuerpo es solamente una sobrecarga de estrés. Sus enfrentamientos con la reina eran cada vez más agotadores, luego estaba la extraña mirada en James. Su esposo le había abrazado toda la noche, sumido en un silencioso casi espeluznante.