Son las dos de la tarde del quinto día en Austria, el segundo después de hacer las paces con Steven. Tuvieron un largo almuerzo con el rey y sube los escalones de dos en dos para encontrarse con su esposo en la habitación y proponerle que duerman un rato porque, por increíble que parezca, está lloviendo a cantaros y el castillo se enfría a cada segundo que pasa.
Al abrir la puerta de la habitación de su esposo, se paraliza. La música del grupo favorito de Steven resuena en todo el lugar y el rubio de sus sueños está en el centro con nada menos que unos blancos calzoncillos, calcetas y remera del mismo color. Mueve las caderas, tiene los brazos en el aire y canta con entusiasmo. Hay ropa esperando en el sofá, supone que solo vino a cambiarse después que Pigeon le echará toda la leche encima.
Steven, sumergido en su danza, sigue dándole la espalda y algo dentro de él se quiebra. Avanza, lento y preciso, rápido y desesperado. Coloca ambas manos en el vientre de Steven y a pesar del brinco que le hizo dar, este sigue moviendo las caderas y tarareando la canción. Es un breve momento de tiempo el que se necesita para dejarse caer y aceptar que todos las estrellas conspiraron a su favor.
– ¿Steven? –al girarse, Steven le ve con sus líquidos ojos y tiene que besarlo, besarlo o morir.
Sus manos tienen vida propia, toca la espalda y la sujeta con bastante fuerza para que Steven suba y pueda acomodarse mejor contra su cuerpo. La música sigue sonando y los besos no se detienen, ni las manos, ni los suspiros. Ni nada que ocurra en el mundo podrá detenerlos. Había sido una eternidad esperando y hoy, más que nunca, llegaba a su fin.
Cuando su espalda toca los suaves edredones que cubren la cama, tiembla. Steven sigue sobre él, con los ojos oscurecidos y con las mejillas manchadas. Los fríos e inexpertos dedos del príncipe liberan los botones de su camisa y puede ver el temblor en ellos, casi el mismo que el tiene en todo el cuerpo. – ¿Steven? –pregunta por inercia, por nervios.
– ¿Sí? –tiene los labios entre abiertos y la mirada llena de duda.
Se sienta, aún con el príncipe en su regazo. Lo ve un par de segundos, profundamente hundido en el enigmático color de ojos, deseando quedarse ahí, convertirse en uno solo y vivir eternamente unidos. Puede ver como la mandíbula de Steven se presiona y en vez de formular una palabra, une nuevamente los labios con los suyos.
Deshacerse de la ropa resultó más difícil de lo que se puede imaginar. Sus dedos fríos chocaban contra la cálida piel de Steven y este siseaba al contacto. Su camisa fue desabotonada con torpeza y sus pantalones con demasiada lentitud, aunque también temía lo que vendría después que no hubiera nada de tela en sus cuerpos.
Toma todo el tiempo del mundo y con los asentimientos de Steven, cumple sus más desesperados sueños. Besa cada palmo de su cuerpo, la tersa piel del abdomen, las curvas perfectas de sus caderas, la tiernura de las piernas. También besó el relieve de piel que se hace en sus clavículas, el interior de los codos y los rosados pezones.
Teme hablar y arruinar el momento. Teme que Steven se detenga y se escape nuevamente de sus manos. Teme que le pida detenerse porque será físicamente imposible, la desnudez de Steven es cegadora, adictiva y James no quiere, no puede y no va a detenerse. Ha sido una eternidad esperando y no hay más fuerza para contener los impulsos, las necesidades de su cuerpo, de su corazón, de su alma.
–James... –ruega, suplica para que le no le pida detenerse. –James, ¿tú... tú quieres?
Deja su labor de besar su plano estómago y levanta a cabeza. – ¿Quiero?
Dios, verlo es tan difícil. Mejillas encendidas y ojos líquidos. –Yo sí quiero, todo.
La sonrisa amenaza con partir su rostro en dos. Steven no quiere que se detenga, Steven lo quiere todo y James nunca ha estado más feliz ante una petición tan exigente. Asiente y deja un beso en su frente. Respira profundo y recuerda paso a paso todo lo que debe de hacer para no convertir el momento en un baño de sangre o un horrible y doloroso recuerdo. Nunca va a admitir que recibió los consejos de su hermano menor, por Dios.
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Palacio [STUCKY] [STARKER]
FanfictieInglaterra y Austria deciden unirse en un ventajoso matrimonio. Es simplemente perfecto. Aunque sea una interminable cascada de muchos desastres bastante afortunados. James, príncipe de Inglaterra, descubrirá que el amor es pequeño, rubio y bastant...