Apartamento 1A

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El apartamento 1A del Palacio de Kensington parecía estar en su propia orbita, tener su aire propio, ajenos a la realidad del mundo que los rodea. Flota dentro de su propio eje,  individual y lejano.

– ¿Por qué me ves así? –Steven está en el borde del sofá que adorna su armario.

– ¿Así cómo? –James está quitándose el blazer violeta asignado para el evento de esa noche.

Steven rueda los ojos e ignora que James le sigue viendo extraño, como si  no lo reconociera. Ya con el pijama puesto, sale del armario bajo la siempre atenta mirada de su esposo.

Y es que es verdad, incluso él no se reconoce. El espejo del baño le sigue mostrando el mismo Steven, pálido, delgado. Pero es capaz de ver un brillo distinto en su mirar, algo en su rostro es diferente y no puede decir exactamente que es.

Ha pasado un mes desde que viven lejos de la reina, un mes y un par de días desde que, después de lo que pareció una eternidad, consumaron su matrimonio. El solo pensamiento le genera una sonrisa acompañada de calor.

Y es que, desde ese día, no existe poder divino que les pueda separar. Steven se pregunta por qué diablos no lo intentaron antes. Todo el proceso le vuelve loco y ahora parece no tener suficiente. Desde que inician los lentos besos, las manos de James debajo de su pijama, sus propias manos desabotonando la camisa de su esposo.

Todo es una experiencia única e irrepetible, todo es nuevo y Steven absorbe todo cuanto puede. Como la flexibilidad que llega a tener cuando James dirige sus piernas sobre los hombros. O lo vocal que puede llegar a ser.

Las sensaciones en su estómago, el hormigueo que atraviesa su espalda cuando James está por entrar dentro de él y Steven no puede hacer más que jadear, gemir. O el mugido largo y tendido que James le regalo cuando decidió cambiar de posición y liderar el ardiente encuentro.

–Maldita sea, Steven… –mugió James, cerró los ojos y cortó el tiempo bajándole sin delicadez y con prisa.

– ¡Oh! –alcanzó a decir antes de que sintiera que todo era diferente, estando sobre James, su hombría llegaba más profundo que cuando estaba debajo.

Ahí también hubo un nuevo punto de partida.

Resulta que a pesar de considerarse una persona no tan sexual, sí lo era y mucho. Y sí un día tiene que admitirlo en voz alta, que de seguro será únicamente bajo tortura máxima, dirá que es toda y absoluta culpa de James.

Sí James no saliera a correr las tardes de sus días libres, Steven no lo observaría desde la ventana más grande pensando en que cuando regrese, esas perfectas y endemoniadas piernas estarán calientes y sudadas, que el pecho de James se moverá rápidamente por el ejercicio y que sus mejillas estarán llenas de calor y que todo dentro de él gritará algo como: métele la lengua.

Sí James no tendría la costumbre de pasearse por la habitación usando solamente su ropa interior, Steven no tendría el burbujeo constante del estómago, no se subiría en su regazo y se meciera hasta conseguir despertar en su esposo el mismo deseo desesperado y agobiante.

–Hueles a pecado, Steven… –murmura James contra su oído y el príncipe se vuelve líquido, espeso y tembloroso.
 
Es el doncel dentro de él quien necesita a James, el efecto de su esposo en él es como una potente sustancia prohibida que cada día necesita más y más.

– ¿Y aquí? –es una calurosa noche de Junio y se dan besos fríos a media cama.

Steven suspira, los fríos labios de James, consecuencia del hielo que mordía hace unos segundos, se acercan peligrosamente a su ombligo y lo hace temblar de anticipación. –Sí…

– ¿Aquí también? –ahora está en el inicio de su ropa interior y Steven asiente porque su boca se ha llenado de agua. –Entonces supongo que aquí también.

– ¡Ah! –Steven lanza la cabeza hacia, su cuerpo entero vibra y la copa que sostenía los cupos de hielo se vuelca y los esparce por la alfombra. – ¡James!

Es que los tibios labios han capturado su polla por sobre la ropa interior y Steven ya está listo, ardiendo y necesitando. Es como mágico, peligrosamente adictivo e insuficiente.
 
James se toma su tiempo en el baño, tuvieron un largo evento de beneficencia que termino pasada las doce de la noche, supone que está verdaderamente agotado. Mientras, Steven quita los edredones que esa noche de calor tampoco va a necesitar y toma su lugar en la cama.

Lleva numerados todos los recuerdos de su nueva y fabulosa vida. El temor de la primera vez, de la segunda, incluso la de última vez, que fue a tempranas horas de la mañana. Toda esa vergüenza sigue ahí, ardiendo en los profundo pero ya no tiene la fuerza para detenerle.

– ¡Ah, James! ¡James! ¡Ah, ¿qué estás haciendo?! –sí bien no resulto tan cómodo la idea de hacerlo en el sofá, ya no había modo de detenerse.

–Espera… –entonces la espalda de Steven deja el sofá y es cargado con la mayor de las facilidades.

El acto es inquietantemente caliente, James sigue dentro de él y cuando le recuesta contra la fría pared, sufre escalofríos. – ¡James!

–No tienes idea de cuántas noches deseé poder hacer esto. –murmura contra su oído y lo siguiente fueron embistes salvajes, descoordinados y desenfrenados.

Lo más increíble fue su flexibilidad, el cuerpo de James se acomodó justo contra el suyo, encerrando su propia erección en una prisión de sudorosa y caliente que carne que le hacía pitar su oídos.

–No falta nada para tu cumpleaños, ¿qué te gustaría hacer? –su esposo aparece con una fresca playera blanca y ropa interior.

– ¿Cómo dijiste? –le pide que repita porque estaba demasiado hundido en el recuento de sus exóticas experiencias.

–Qué si quieres algo especial para tu cumpleaños. –repite James rodeando la cama y subiendo a su lado. –Sí quieres ir a con tu padre o con Peter.

Se ve tranquilo, ojos celestes, respiración tranquila, sonrisa amable. Nada del perverso James que aparece cuando las cosas… se alteran. –Oh no, nada especial.

– ¿Qué tal una cena?

– ¿Con quién?

–Con tu esposo. –sentencia James y sonríe, hay pequeñísimas arrugas al borde de sus ojos y Steven tiene la necesidad de dejar un beso justo sobre ellas.

–Me parece perfecto. –se besan para desearse las buenas noches.
James respira profundo un par de minutos después de acomodarse para dormir, Steven se siente inquietamente nervioso, tal vez un poco ansioso. Sale de la prisión de brazos que es su esposo y se recuesta en el sofá que ha sido testigo de sus barbaridades.

Mira el techo y coloca una mano sobre su estómago. Esta por dormirse, definitivamente el calor es más tolerable en el sofá cerca de la ventana que estando en la cama. Cierra los ojos y por un pequeño micro segundo, cruza como estrella fugaz un pensamiento.

James y él no han utilizado ningún método anti conceptivo. Ni una sola vez.

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora