Steven no mintió, al día siguiente estaba completamente recuperado. Habían terminado pidiendo una segunda habitación, para mayor comodidad y juraría que vio algo de decepción en los ojos del príncipe austriaco, pero no está completamente seguro.
Desayunaban hasta tarde, casi almuerzo. Les habían dado todo un paseo por aquella propiedad que parecía no terminar. Incluía una piscina natural, llenada por agua de un manantial que bajaba de la montaña. Centenares de árboles de albaricoque, como les decía Steven. También había caballerizas, había mil gallinas y docenas de cabras.
Al tercer día de estar ahí decidieron visitar el pueblo y Alexander les sugirió hacerlo como suele ser la costumbre de ahí, andando en bicicleta. Pero resultó que Steven nunca se ha montado en una y después de terminar con una rodilla lastimada le subió a la suya y salieron al pueblo.
Llamaban la atención, obviamente. Pero en ese pueblo no había más de doscientas personas, entonces el revuelo era casi nada. Les regalaban panecillos, pastelitos, frutos secos y duraznos, muchos duraznos.
-No te pongas tan tenso, harás que terminemos en el suelo. -van de regreso y Steven va tan recto y firme, que parece estatua.
-No hables, concéntrate. -exige. James rueda los ojos y sigue pedaleando entre los árboles para poder llevar sano y salvo a su alteza.
Al cuarto día visitan las piezas de arte que han rescatado de un barco que naufragio hace más de cien años. Las piezas están sobre telas en la orilla del mar. Steven ha conseguido un sombrero de palma gigante, que le cubre casi completamente, se ve aún más pequeño
Elio les cuenta la historia de las piezas de las piezas de mármol cubiertas de algas y plancton. Hay piernas enredadas y vientres inconclusos. Hay rostros con la cuenca de los ojos llenos de flores marinas.
-Es un gusto conocerlo, su alteza. -cuando se voltea, Steven sostiene una brazo con mano incluida. Se ve la diversión en sus ojos y el chiste es tan malo que le arranca una genuina carcajada.
-El gusto mío. -le da la mano a la pieza seca y rasposa.
Steven comienza a descubrir muchas cosas más al quinto. La primera es que el calor del lugar le deja un perenne sonrojo sobre las mejillas. La segunda es que James tiene las piernas más hermosas que han sido creadas.
Las descubrió la tarde del sexto día, después del desayuno-almuerzo fueron a la piscina. Él no tenía planes de meterse, el agua tenía un extraño color turquesa y no le daba total confianza. Así con un libro que hablaba de un príncipe que no se atrevía a hablar, acompañó a James.
James se lanzó al agua de inmediato y pasó un rato quejándose de lo fría que estaba, pero no salió. Protegido por el enorme sombrero que Elio le consiguió se detuvo a observar como James iba y venía. Leía dos líneas de su libro hasta que el príncipe salpicaba agua, llamaba su atención, le molestaba y volvía a leer las mismas dos líneas.
-Su alteza. -llega Alexander. -Creí que les gustaría refrescarse un poco. Son de coco, fresa y mora.
Son dos helados con conos de galleta. - Gracias.
Toma uno dándose cuenta que luchan por no derretirse, son de un extraño color lila y se derrama por los bordes. Tiene que lamer con prisa, porque se deshace en sus manos y mancha sus dedos. Incluso tiene que limpiar parte de su dedo índice con su lengua porque ya se ha manchado.
Ocurren dos cosas al mismo tiempo. James ha salido de la piscina con la remera pegada al cuerpo y los short rojos escurriendo agua, abrazando sus piernas. Cuando toma la toalla que Alexander le ofrece se paraliza observando como Steven lucha contra el helado, que se derrama por todos lados y hace que el príncipe saque la lengua y limpie todo a su paso.
Steven en cambio, levanta la vista y observa un par de piernas gruesas, con unos cuantos vellos pegados que forman interrogantes. Son blancas y están tan bien formadas que puede ver la línea que divide el musculo en dos con exactitud. Los short parecen que están por ceder ante ellas.
Cuando sus ojos siguen subiendo hipnotizados y se topan con la oscura mirada de James, siente que está en llamas y el cono de galleta cruje entre sus dedos, destrozado.
- ¡Su alteza! Permítame ayudarle. -Alexander llega y le pasa un par de servilletas.
Esa noche ninguno es capaz de verse a la cara. James no puede sacar la imagen de su cabeza, ver a Steven con las cejas juntas y lamiendo un cono de helado con tanta devoción, le ha generado cosquillas en lugares donde no deben de haber cosquillas y las ganas de meter la mano en esos cabellos dorados y presionar, hacer algo, le está comiendo en vida.
Steven en cambio piensa en cómo no vio ese par de piernas antes. ¿Qué tan ciego fue? A él siempre le han gustado las piernas, femeninas o masculinas, da igual. Pero ahora sabe que le gustan ESAS piernas. Gruesas, pálidas, tonificadas, interminables. Dios, eran larguísimas.
Cada uno va a dormir con ideas distintamente iguales. James sueña que es un cono de helado en las manos de Steve y que le lame con devoción porque se derrama por los bordes. Y Steven sueña que se sienta sobre las piernas más hermosas del mundo, piernas que le acorralan y le hacen prisionero para siempre.
Un pasillo les separa. Steven gimiendo en sus sueños y restregándose contra la almohada, profundamente dormido. James en cambio toma manos en el asunto, imaginando que no es su mano, sino otro más pequeña, más delgada y ahoga un gemido, pero su imaginación le juega de nuevo y convierte la mano de sus ilusiones en una lengua y está vez se queja, se retuerce y se ve obligado a cerrar los ojos mientras su mano se mancha del caliente líquido que representa su liberación.
Steven descubre humedad en sus sabanas en la mañana y esconde su rostro en sus manos por un buen rato. James descubre que la paciencia es una gran virtud y que él no es un hombre de virtudes.
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Palacio [STUCKY] [STARKER]
FanfictionInglaterra y Austria deciden unirse en un ventajoso matrimonio. Es simplemente perfecto. Aunque sea una interminable cascada de muchos desastres bastante afortunados. James, príncipe de Inglaterra, descubrirá que el amor es pequeño, rubio y bastant...