Inhala, exhala.

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James apenas puede mantener los ojos abiertos, pero Steven parece que ha consumido algo de cafeína y cocaína. Son las dos de la madrugada del primero de marzo y su esposo sigue trabajando junto con Loki para formalizar bien la fundación "Endurance" y poder comenzar a trabajar de inmediato.

–No es necesario que estés despierto, en unas horas saldremos a la zona afectada y daremos una conferencia de prensa para comunicarles las buenas nuevas. –Steven le ve desde la mesa. –Ve a dormir.

–No sin ti. –asegura. Sube las piernas al sofá, se recuesta lo suficiente y sigue esperando pacientemente.

Es mucho, muchísimo papeleo el que hay que hacer pero vale la pena. Steven casi recupero su habitual buen ánimo y desde la tarde comenzó a prepararlo todo. James observaba en silencio, desde una esquina sonriendo satisfecho que realmente pudo ayudar a su esposo en una situación complicada.

Había cenado con el rey Stefan, con los duques y con su hermano, una bonita cena de despedida porque todos regresaban a Londres en un par de horas. Peter no había cenado con ellos, pero apareció mientras servían el postre. 

–Bien Jamie, espero poder haberte ayudado. –el rey le extiende la mano. –Y buena suerte, realmente vas a necesitarla. 

–Estoy de acuerdo con él. –su hermano lo abraza. –No quiero ser tu cuando regreses a Londres.

– ¿Consideras regresar? Diablos, eres todo un macho. –Peter se burla pera deja un cálida palmada en su hombro.

–Con amigos así no necesito enemigos. –murmuró mientras regresaba a su lugar, al lado de Steven. 

Casi estaban listos, Carol había hecho los movimientos en cuanto hizo su solicitud y alrededor de tres horas después estaba recibiendo una llamada del banco de Inglaterra y otra del banco austriaco. Faltaba encontrar el personal adecuado para el manejo correcto de los fondos. En eso trabajaba Loki y Steven.

–Bien, supongo que es todo. –suspira Steven cerrando las carpetas y observando como el refinado y siempre formal secretario bosteza. 

–Según horario, partiremos diez minutos para las seis de la mañana. Son dos horas de camino y eso dará tiempo para reunir el personal seleccionado. –Loki va recogiendo documentos, no sin lanzarle un mirada de soslayo. – ¿Algo más en lo que le pueda ayudar, su alteza?

–No Loki, ve a descansar. –el príncipe rodea la mesa y vuelve a bostezar. –Te veo en un par de horas, ¿de acuerdo?

–Claro. Que descansen, sus altezas. –se retira no sin antes dejar una perfecta inclinación.

– Ahora si, a descansar. –Steven apenas se quita los zapatos cuando se deja caer en la cama, empuja los edredones y la mirada que le lanza es un clara invitación disimulada. – ¿No vienes?

Juega con él, es rubio y pequeño pero es lo suficientemente malvado. –Creí que no querías estar más conmigo.

–Bueno, soy  un príncipe misericordioso, puedes dormir en mi cama. –no hay una sola sonrisa, su rostro podría ser una máscara perfecta de seriedad, casi, porque el brillo de travesura en sus ojos le delata. –Puedes dormir en el sofá, no será a mí a quién le duela espalda en un par de horas.

Las luces se apagan y únicamente se ve un tenue reflejo de las pocas brasas que quedan en la chimenea que agoniza en la esquina. Toma su tiempo, en la casi penumbra deja que su conciencia viaje a los lugares más recónditos de su mente. Esos donde el presagio de problemas domina.

Steven suspira profundo cuando sus cuerpos entran en contacto, aferrarse a la delgada cintura del príncipe es el mejor modo de silenciar su cabeza y ralentizar los latidos de su corazón. –Te tardaste. –murmura el príncipe como un comentario cualquiera, pero ambos saben que lleva algo más, profundo y desolado. 

–Estoy aquí. –asegura y jura que se quedara ahí.

La próxima vez que abre los ojos solo una parte de la habitación está iluminada, escucha la voz de Steven y parece darle indicaciones a alguien del servicio. Su reloj marca las cinco de la mañana con veinte minutos; estira brazos y piernas, y se pone de pie.

Steven viene de regreso y con su vista más acostumbrada a la luz, evita que su quijada se desencaje. El príncipe lleva un pantalón beige, un suéter de cuello alto blanco y un cinturón café en combinación con las botines, pero lo que lo hace lucir como un ángel recién bajado del cielo es su espectacular abrigo de paño blanco con dos botones dorados de lado derecho. Estiliza su cintura, remarca sus hombros y su cabello, sin fijador, cae en un delicado fleco.

–Lamento despertarte, pero se hace tarde y te debes cambiar.

Asiente y se interna en el baño con la imagen del dorado príncipe grabada en sus pupilas. En la ropa que Steven le ha seleccionado hay también un abrigo de paño beige, aunque su combinación es en tonalidades oscuras. James piensa que da lo mismo, nada se iguala al impresionante abrigo que estiliza la cintura de su esposo.  

Durante el viaje comparten los sándwiches de queso fundido y jamón que el servicio coloco dentro de una cesta, también iba té caliente y pequeños pasteles de azúcar de naranja. Aunque el silencio es cómodo, James no deja de compararle con el silencio que viene antes de la tormenta. 

Steven se duerme un rato contra su hombro y James suspira, observa la caída de su nariz, su delgado labio superior y como el inferior sobre sale un poco, como un puchero permanente. También observa sus pestañas largas, espesas y con la bonita curva del final. Luego su vista se fija en las clavículas que se marcan contra el suéter, el plano pecho envuelto en la suave tela y como las delgadas piernas se cruzan una sobre la otra. 

A pesar de que ya sabe exactamente lo que hay debajo de tanta ropa, la curiosidad no se va. Quiere ver que sucede si lame el interior de las piernas, si sus dedos se marcarían en la curva del culo y si Steven quisiera ponerse de espaldas para poder besar, palmo a palmo, cada centímetro de su delgada espalda. 

Cuando se bajan del vehículo y la prensa les ataca, los pensamientos siguen ahí. Dentro de su cabeza todo está al revés, en llamas. Como si una manifestación de hippies molestos hubiera pasado semanas ahí. 

–La fundación comienza labores hoy. –la voz de su esposo le trae de vuelta. Están rodeados de reporteros y de millones de ojos detrás de las cámaras. –Las familias de los refugios temporales podrán volver a sus hogares, a sus negocios y a su vida normal.

Todos vitorean y Steven sonríe genuinamente feliz. Dos segundos después le piden que exprese unas palabras al pueblo austriaco, su pueblo por extensión. Aclara su garganta para darle tiempo a su cerebro para poder formular oraciones coherentes. La mano de su esposo se enreda con la suya y le ofrece una cálida sonrisa de apoyo, James sonríe automáticamente en respuestas y las cámaras inmortalizan el momento.

–Nos aseguraremos que la paz y normalidad vuelvan a la villa afectada. –en su mente puede ver a su madre ardiendo en cólera. –No dejaremos que mal vivientes irrumpan en nuestro pueblo, somos un solo reino y nos cuidaremos los unos a los otros. –el agarre de la mano se cierra con más fuerza y todo el público, oficiales, parlamento, reporteros, aplauden.

Es imposible sudar con menos un grado de temperatura, pero siente una fría gota de sudor deslizarse desde su nuca e internarse en su espalda. Steven no le suelta ningún momento y James lo agradece tanto que al terminar la sesión de preguntas deja un beso en el dorso de la mano de su esposo, Steven se ruboriza y se pone de puntillas para dejar otro beso en su mejilla. La prensa congela las muestras de cariño en impresionantes fotografías.

Durante el vuelo de regreso apenas cruzan palabras. Ambos saben lo que les espera. Es como una presencia eléctrica que se pasea entre los asientos del jet y les mantiene paralizados, incluso Loki guarda un luctuoso silencio. El burbujeo de su estómago incrementa cuando la prensa inglesa les espera en la pista y apenas logran subir al vehículo que su majestad, la reina María, les ha enviado personalmente.

Steven tiene las cejas juntas, ligeramente curvadas hacia arriba. Sus ojos ahora rondan un dorado apenas visible, supone que absorben el color de los botones del abrigo. Se ve concentrado, lejano y pareciera que se prepara para la guerra con la determinación que sale de su cuerpo. 

Se toman nuevamente de las manos cuando se colocan frente a la puerta que les separa de su majestad la reina. Loki se despide de ellos y les desea la mejor de las suertes. Steven respira con fuerza, moviendo espalda y aplicando más presión al agarre. James sacude la pelusa invisible pelusa del bonito abrigo que su esposo le dio, inhala, exhala y abre la puerta.

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora