Quédate.

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 Se sienta en el sofá de su habitación

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 Se sienta en el sofá de su habitación. Deja caer su cabeza contra el respaldo del mismo y siente su cuerpo recuperar su ritmo, su paz. Su pecho aún tiembla, como cuando James le sostuvo y le devolvió la vida.

La dicha y la felicidad cuando le vio entero, no tienen comparación. El ardor detrás de sus ojos, lagrimas que amenazan con salir, sigue presente y piensa que tal vez llorar no está tan mal, al final son lágrimas de felicidad, porque James ha regresado a su casa, con él.

Su esposo anunció que tomaría una merecida ducha y que luego se podrían al día. No sabe si quiere saberlo todo, no por el momento, lo que sí sabe es que necesita verle, tocarlo y asegurarse que sí es real y que finalmente ha despertado de la pesadilla.

Está decidido en ir a verle, se pone de pie y se detiene cuando su mano sujeta el pomo de la puerta. Duda si James estará de acuerdo, a lo mejor ya está durmiendo y le irá a despertar. Teme pero se arriesga, abre la puerta y le revela a un James con pijama.

–Hola. –dice luego de recuperado del susto. – ¿Estás bien?

El pecho de James sube y baja sin ritmo. Le observa con sus preciosos ojos y de un momento otro su boca está siendo atacada por los carnosos labios conocidos. El sabor del dentífrico llena su boca cuando la lengua de James presiona a la suya, incitándole a pelear.

Todo su cuerpo ruge, reacciona. El príncipe le está cargando de nuevo y avanza en la apenas iluminada habitación. El calor aparece de inmediato y está listo para morir ahí, así.

La cama le recibe, hundiéndose un poco bajo su peso y el de James. Siente fríos los dedos de sus pies y su estómago en llamas. Su cuerpo sufre de James, la extraña enfermedad que envenena su pecho y silencia su mente, la condición que le hace necesitar más y más y nunca parar.

–Steven... –murmura contra su boca. Ha abandonado sus labios y ahora desciende por su cuello, por sus hombros y el sobresaliente hueso de sus clavículas. –Steve...

La mano se ha filtrado debajo de su remera y hace que todos los vellos de su cuerpo se ericen. Siente fiebre naciendo en el centro de su ser y sabe que le va a consumir entero sino da le fin, alivio.

Moviéndose un poco, solo un poco, logra quedar justa en el centro de las piernas de James. Tantea meciéndose y se paraliza de inmediato al sentir su propia dureza chocar contra la de su esposo.

James se mueve, se presiona contra él y le arranca gemidos avergonzados. –James... –le pide. –Yo-

Deja de hablar porque el príncipe ha filtrado una mano entre ambos, tocándole sobre la tela y es demasiado que procesar para su aturdida mente. James se ha detenido, puede ver la duda en sus oscurecidos ojos, pero necesita que se mueva, obtener un poco más o morir.

Armándose de valor y sobre todo necesidad, se vuelve a mover mientras sostiene la mirada del príncipe. – ¿Puedes...

Tocarlo, presionarle o volver a besarlo. Lo que sea que James haga con él será maravilloso, no tiene la menor duda al respecto. –Podríamos... creo qué-

Se llena de vergüenza. Las manos que tocaban la ancha espalda de James viajaban a su rostro, ocultándole. Y es que no imagino que el príncipe bajaría su pijama dejándole expuesto. Lo que tampoco imagino es que haría lo misma con la suya.

El primer contacto es paralizante. Los erráticos latidos de su corazón le han ensordecido. El instinto de cerrar las piernas hace que se rocen, se toquen, miembro contra miembro y no puede evitar jadear.

–Mírame. –dice la agitada voz de James. –Por favor, mírame. –pide.

Traga saliva, detiene su respiración y baja las manos. Abre los ojos y sus piernas le vuelven a traicionar, la oscura y penetrante mirada de James devasta lo poco que queda de él.

– ¿Estás bien? –bien no sería el termino, pero no existe lugar en el mundo en el que quisiera estar en lugar de ahí. Asiente. – ¿Quieres continuar?

–Por favor. –detenerse no es una opción. Se quedará ahí, ardiendo en vergüenza, en necesidad y en James.

El movimiento inicia y manda choques eléctricos a todo su cuerpo. Es fascinante. Los besos vuelven y sus piernas suben a la espalda de James de manera automática, pareciera que todo su cuerpo sabe qué hacer y lo reduce a él a solo ser el receptor de todas las nuevas y aplastantes emociones que sufre.

Los besos se vuelven intermitentes por la necesidad de tomar aire o de jadear, gemir o maldecir. –Tócame... por favor. –suplica James.

El espacio es apenas suficiente para filtrar su temblorosa mano, porque lo hará, ya no es momento para pensar. Sus mejillas arden, su cuerpo entero se quema y algo en su interior ruge, se quiebra y tambalea cuando siente el caliente miembro de su esposo palpitar en su mano. Se detienen.

–Yo- –es difícil hablar o siquiera pensar que podría hacer. – ¿Tú?

En su extraño lenguaje James entiende que sí le toca entonces él sabrá como tocarle también. Y lo hace. Entonces la habitación desaparece y se convierten en cuerpos semidesnudos que flotan en su propio espacio.

Arriba, abajo, lento, rápido. Todo lo que James le hace, lo repite. Ambos tiemblan y sudan nervios, ansiedad, emoción. Imponen un ritmo, arriba y abajo, caderas moviéndose erráticas y aplastando sus propias manos.

James besa su oreja, murmura cosas sin sentido y le besa con fuerza, con dientes, con succiones y necesidad. Steven se derrite, porque le encanta que le bese así, todo su ser se remueve extasiado de ser así de deseado.

El movimiento sobre su miembro acelera y entonces lo siente. La familiar sensación de perder la respiración, de piernas adormecidas y de luces detrás de los parpados. James parece notarlos, acelera el movimiento y succionando su lengua se rinde. Sus piernas se cierran, presionando aún más a James.

–James... –llora o suplica, no sabe. No es más que una masa húmeda y temblorosa.

Pero James no está ahí. Está besando la extensión de su cuello y está gimiendo su nombre en un rezo que parece no tener fin. Sigue más humedad en su mano, le siguen los temblores compartido de James y su aliento golpeando su oreja.

–Steven... –el peso completo de James cae sobre él, aplastándole un poco más. –No tiene idea de cuánto imagine esto.

Ya somos dos, contesta su mente. –Quédate. –pide al primer intento de moverse. –Aquí. Así.

–Primero voy a limpiarte. –el frío que le golpea cuando la calidez de James le deja le asusta. Luego está subiendo con rapidez su pijama y observa, sintiendo sus mejillas incendiarse, como su remera se pega a su abdomen. –Deja te traigo una limpia.

Puede ver la cintura del pijama de James sostenerse únicamente por la curva de su trasero. Muerde su labio disimulando muy bien la risa. Siente que acaba de despertar de una pesadilla para entrar a un sueño de nebulosas y labios y gemidos.

Listos para dormir, su cuerpo es atraído al de James como un imán. Los brazos de su esposo se cierran sobre su cintura y siente la respiración detrás de su oreja. –Dios, hueles delicioso.

–Estás aquí. –musita como contestación. –Realmente estás aquí.

–Y por como hueles, no iré a ninguna parte.

Lo dice medio en broma, medio serio. Steven se promete que no habrá manera que James vuelva a irse de su lado. Ya no hay vuelta atrás, se ha quedado ahí, justo en el centro de su cuerpo, de su vida, de su alma.  

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora