Segundo round.

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"Como todos pueden ver, sus altezas reales se ven más felices que nunca. Su estadía en Austria siempre parece caerles realmente bien."

La reportera es rubia y deja de ser el centro de la cámara cuando la pareja dorada termina de descender las escaleras del jet. El rey Howard no mira el televisor, ve a su esposa.

La reina lleva un traje celeste haciendo que el rojo de su rostro resalte. Presiona la mandíbula, respira profundo y pareciera morder su propia lengua cuando la imagen de James, cargando un perro y sujetando la mano de Steven, llena la pantalla del televisor.

Adicional es la ropa que llevan. James trae una simple remera gris y una chaqueta de cuero. Steven usa un cárdigan rosa sobre la remera blanca, los rubios cabellos sueltos caen demasiado cerca de los oscuros lentes de marco rosa. Son la representación física de una pareja perfecta. Al rey le gusta que la frescura de Steven se haya contagiado en su primogénito.

– ¿Estás viendo lo mismo que yo? –la reina murmura.

Claro que sí, su hijo feliz cargando al bonito cachorro sin soltar la mano de su esposo. – ¿Qué hay de malo?

No parecen los estirados aristócratas que en algún momento del tiempo gobernarán potencias mundiales. Lucen como estrellas de rock, como visitantes del futuro. –No puedes preguntar eso, ¡¿qué no es obvio?!

Sí es obvio, pero Howard sabe qué guerras pelear y cuáles no, a diferencia de su esposa. Él sabe que Steven es una fuerza imparable, que su hijo fue bastante afortunado al ser enlazado con alguien como Steven. El vigor de su hijo y la inteligencia del rubio les harán indestructibles.

–Todo esto se termina hoy, ya no más. –la reina ruge y lanza los documentos a la mesa del té.

– ¿Realmente crees que James va aceptarlo? –han sido compañeros cerca de treinta años, él sabe que María no ve claramente cuando el enojo se apodera de su cuerpo.

–No tiene opción.

–No creo que sea buena idea, María. Solo lograrás enojarlo más.

La reina rueda los ojos y vuelve a darle un largo trago a la copa de brandy. – ¿Crees que me importa enojar a Steven? Por favor-

–No me refiero a él, hablo de James. –se endereza en el sofá. –Tú conoces bien las cosas que llega a hacer cuando está enojado, es igual que tú.

–Howard, tú no estás aquí para soportar el aberrante comportamiento de Steven, no sabes a lo que tengo que enfrentarme.

– ¿En qué te puede afectar la vestimenta del muchacho? Le das importancia a cosas irrelevantes.

–No voy a perder mi tiempo explicándote.

Howard suspira. María siempre fue así, incluso antes de ser coronada se hacía lo que ella decía y terminaba llorando cuando las consecuencias eran más funestas que el problema. –Cometes un gran error.

–El error fue aceptar esta unión. –ella se levanta y da vueltas por el salón, matando el tiempo de espera. –Tengo que recordarle a James que él no se manda solo, que no puede pasar sobre mí solo porque Steven lo pida.

–Yo estoy de acuerdo con el que se hayan mudado, son jóvenes y necesitan su propio espacio.

–Tonterías, Howard, por Dios.

–María, déjalo así. –le murmura. –No te va gustar lo que puedes ocasionar.

–No me sorprende que no me comprendas, tampoco que no me apoyas. –ella llena de nueva la copa de licor. –Al final de cuentas, tú eres-

–Cuida lo que vas a decir. –sentencia sin dejar de ver los enigmáticos ojos verdes.

La reina ríe detrás de la copa y toma asiento otra vez. –Bien, pongámosle fin de una vez por todas. Podríamos irnos de vacaciones al Caribe después de esto, ¿Qué opinas?

Howard opina que María sí se ira de vacaciones, pero para tratar de no morir en su propio veneno. –Me parece perfecto. –sonríe también, listo para ver a la monarca caer.

Llaman a la puerta y anuncian la llegada de los príncipes. Ve como su esposa respira profundo y sonríe con demasiada felicidad, anticipando su victoria. Howard se fija en su hijo, su paso seguro, su mirada decidida, su rostro serio. Luego ve a Steven, su bonito contoneo, los lentes sobre el cabello, su rostro coloreado y la sonrisa de alegría. Howard se prepara para ver a su esposa perder ante el delgado doncel, otra vez.

Después de los protocolarios saludos tienen al joven matrimonio sentado de frente, Steven con la espalda recta y una pierna sobre la otra. James con las piernas abiertas y los codos apoyados sobre las rodillas, listo para pelear. Howard ve en su hijo el coraje que él tuvo una vez, coraje aplastado por María.

–Estamos todos de acuerdo que es imposible seguir viviendo así. –inicia el discurso la reina. –Su cuestionable comportamiento, el poco respeto que demuestran hacia los protocolos y las sagradas costumbres de este reino.

James está por hablar pero Steven toca su hombro y James suspira, conteniendo los reclamos. –El parlamento, tú padre y yo estamos seguros que lo mejor es terminar con este matrimonio de manera amistosa.

– ¿Tú estás de acuerdo con eso, papá? –James lo ve sonriente, nada sorprendido por lo que debería ser la noticia de la anulación de su matrimonio.

Howard entrecierra los ojos, ellos ya venían advertidos. –Bueno, yo-

–James, querido. –interrumpe María. –La anulación de este matrimonio, que nunca debió existir, es lo mejor para todos.

– ¿Eso crees? ¿Y cómo piensas anularlo? Steve, ¿Qué se necesita para anular un matrimonio?

–La anulación es pedida únicamente por los cónyuges y se puede hacer dentro de los setenta días contados desde que se celebró el matrimonio.

La reina junta las cejas. –Se hará una excepción.

– ¿Cuáles son las causas por las que se puede anular un matrimonio? –Howard trata de no reírse.

–Por fraude o distorsión, por incesto, falta de consentimiento. –inicia velozmente a responder Steven.

–Se te olvida uno, querido. Y que definitivamente no es secreto para nadie. –sonríe la reina, lista para devorar a su presa. –La no consumación de dicho matrimonio.

Ambos enmudecen y Howard observa la victoriosa sonrisa de su esposa. También sonríe satisfecho cuando empieza a ver como esa filosa sonrisa empieza a quebrarse ante el bonito sonrojo que llena el rostro de Steven y James muerde su labio inferior controlando la risa.

–No. –niega fervientemente la reina. –No, ustedes- ¡no!

–Verás mamá, lo que pase entre nuestra intimidad, no es tu asunto. –James se sienta recto y busca la mano de su sonriente esposo. –Te recomiendo que nunca más vuelvas a pensar que Steven y yo aceptaremos una barbaridad como esa. ¿Separarnos? No, definitivamente no.

María se había preparado con los documentos que firmarían y se presentarían ante el Sumo Pontífice, incluso había escrito los discursos para dar la noticia. La reina estaba cegada por su odio, incapaz de pensar más allá, negándose a dar su brazo a torcer.

Lastimosamente, la reina había perdido la guerra sin dar pelea porque Steven estaba dentro de James y su hijo, el heredero, había tomado una excelente elección.

–Ah y papá, nos encantaría tenerte en nuestra primera cena en Kensington. –agrega James antes de retirarse. Steven, quién apenas habló, lleva la mejor de las sonrisas en el rostro.

Howard está verdaderamente orgulloso de su hijo. Si Howard hubiera sido la mitad de valiente, si hubiera tenido un poco del coraje de James, también habría podido enfrentarse a la reina y seguir su felicidad. Howard no pudo y terminó auto condenándose a una vida superflua, pero su hijo sí y eso es le da la fuerza necesaria para continuar viendo como la poesía kármica devora a su querida esposa. 

Mientras la reina maldice y despotrica contra la televisión, Howard se da cuenta que el príncipe Steven ganó la guerra sin necesidad de pelear. 

Palacio [STUCKY] [STARKER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora