Capítulo 11. "Muerte".

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La noche era tranquila, y la luna llena brillaba con una intensidad sobrenatural, iluminando casi por completo la habitación en donde la pareja de prometidos estaba durmiendo.

Caliope parecía estar relajada, su respiración era suave y rítmica, pero su mente estaba lejos de la serenidad de su rostro... En su sueño, la oscuridad la envolvió en un frío que le helaba los huesos.

De repente, toda la oscuridad se disipó y se encontró en un lugar desconocido. No podía verse a ella misma, más bien era como si fuera otra persona. Caminaba con paso decidido hacia una enorme y lujosa mansión en medio de un bosque, al levantar su mano y pasar a un lado de una de las ventanas, Caliope sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. No era ella. Se trataba de Voldemort. Su figura esquelética y el reflejo de aquel rostro serpentino eran inconfundibles.

Lo único que escuchaba eran los propios pensamientos de Voldemort. Insistiéndose a sí mismo de "encontrar el arma contra el elegido".

Voldemort levantó una mano, y con un simple gesto, la puerta de la enorme mansión se abrió. Dentro, una familia estaba reunida en el salón, disfrutando de una velada tranquila, ajena al peligro inminente.

¿Dónde está?— preguntó con aquella siseante voz. Ninguno de los presentes respondió—. No tengo tiempo para esto...

La castaña lo entendió todo. No era un sueño. Podía sentir el enojo y la frustración dentro de ella. Estaba sintiendo lo que el mismo Voldemort en ese instante.

Sin decir otra palabra, comenzó a lanzar maldiciones asesinas. Los gritos desgarradores resonaron en los oídos de Caliope, cada grito era como una daga en su corazón. Quería gritar, pero no podía hacerlo. Estaba atrapada, obligada a presenciar la masacre, incapaz de detenerlo.

Un último rayo de luz verde la hizo salir de ese lugar y la castaña abrió los ojos, despertando con un jadeo, sintiendo como el aire llenaba de nuevo sus pulmones, pero no era suficiente. Su corazón latía con fuerza y su respiración se volvió rápida y superficial. El sudor perlaba su frente y sus manos temblaban sin control.

Su primer impulso fue revisar la marca tenebrosa en su brazo, pero no había nada diferente. Luchaba por mantener la calma, pero la imagen de aquella familia asesinada seguía viva en su mente.

Giró su cabeza y vio a Draco a su lado, aún durmiendo. Su expresión era serena, completamente ajeno a la tormenta que se desataba en el interior de Caliope. Su tranquilidad parecía un contraste cruel con el caos que sentía dentro de ella. Le sorprendió mucho no haberlo despertado, pero también lo agradeció.

Aún con su mano temblando, Calie buscó consuelo acariciando el rostro de Draco quien, aún en su sueño, sonrió ligeramente a su contacto. Volvió a recostarse a su lado, pero su mente no dejaba de dar vueltas.

¿Qué era lo que tanto buscaba Voldemort? ¿Qué era tan importante como para ignorar que ya tenía todo el poder sobre el mundo mágico? Las preguntas iban y venían en su mente, pero ninguna tenía una respuesta clara. Eso hasta que...

«Está buscando a Gregorovitch. Es un fabricante de varitas.»

La voz de Harry invadió sus pensamientos. No podía ignorar el hecho de que tanto ella como Harry podían ver ocasionalmente lo que Voldemort hacía. Pero aún estaba la misma incógnita. ¿Para qué buscaba a aquel hombre? ¿Qué podía tener Gregorovitch que él, el gran Señor Tenebroso necesitara tan desesperadamente?

Entonces, recordó algo. A alguien. Con cuidado, Calie se deshizo de las sábanas que la cubrían y salió de la cama, asegurándose de no despertar a Draco, quien tenía el sueño extremadamente ligero. Sus pies descalzos tocaron el suelo frío, y un escalofrío recorrió su cuerpo. Tomó su varita y avanzó con sigilo, tratando de no hacer ruido mientras se dirigía hacia la puerta. Sentía la necesidad urgente de obtener una respuesta o una mínima pista para descubrir lo que Voldemort estaba buscando.

𝓔𝓼𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓛𝓾𝓷𝓪 (𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora