Capítulo 9. Saliendo de Grimmauld Place.

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A medida que avanzaba el mes de agosto, el descuidado rectángulo de césped que había en el centro de Grimmauld Place iba marchitándose al sol hasta quedar reseco y marrón. Los muggles que vivían en las casas vecinas de esa plaza nunca habían visto a los inquilinos del número 12 ni la casa en sí, pero hacía mucho tiempo que habían aceptado el gracioso error de numeración.

Y sin embargo, la plaza atraía un goteo de visitantes que, por lo visto, consideraban esa anomalía de lo más intrigante. Así pues, no pasaba ni un día sí que una o dos personas llegarán a Grimmauld Place con el único propósito(al menos aparentemente) de apoyarse en la pequeña valla que cercana la plaza, frente a los números 11 y 13, y observar la unión de las dos casas.

Esos individuos nunca eran los mismos, aunque todos solían vestir de la misma forma. La mayoría de los londinenses que pasaban por allí, acostumbrados a ver personajes excéntricos, no se fijaban mucho en ellos, aunque de vez en cuando algún viandante volvía la cabeza y se preguntaba cómo se le ocurría a alguien salir a la calle con una capa tan larga con el calor que hacía.

El 1 de Septiembre merodeaba más gente que nunca en la plaza. Ese día, había media docena de individuos en actitud de alerta escudriñando los números 11 y 13, pero seguían sin lograr descubrir nada. Al anochecer cayó un inesperado y frío aguacero por primera vez en varias semanas.

Entretanto, Draco y Theo entraban al vestíbulo del número 12. Cerraron la puerta con cuidado y se quitaron la capa de invisibilidad que Harry les prestó antes de salir. Draco se la colgó en el brazo y cruzaron el tétrico vestíbulo hacia la puerta que conducía al sótano; en la mano llevaba un ejemplar robado de El Profeta.

Calie se encontraba con Kreacher en la cocina, que ya estaba irreconocible, pues todo relucía de limpio; le habían sacado brillo a los utensilios de cobre, que destellaban como si fueran nuevos; la mesa de madera resplandecía, y las copas y los vasos que había sobre la mesa para la cena reflejaban el alegre y chispeante fuego de la chimenea, sobre el que hervía un caldero.

Sin embargo, nada en toda la casa de los Black había cambiado tanto como el elfo doméstico que, envuelto en una toalla totalmente blanca, con el pelo de las orejas tan limpio y esponjoso y el guardapelo de Regulus rebotándole sobre el delgado pecho, se acercó a la puerta de la cocina para recibir a ambos chicos.

— Quítense los zapatos, por favor, amo Draco y amo Theodore, y lávense las manos antes de cenar— pidió Kreacher con su ronca voz; le tomó la capa invisible a Draco y se puso de puntitas para colgarla de un gancho en la pared, junto a unas túnicas recién lavadas.

— ¿Todo bien?— preguntó Calie, quien ayudaba al elfo a colocar el resto de los platos en la mesa.

— Kreacher, diles a Potter y a los demás que vengan a la cocina, por favor— pidió Draco.

— Enseguida, amo Draco— respondió Kreacher antes de desaparecer.

— ¿Qué...?

Calie no pudo terminar su pregunta. Draco se acercó a la mesa y colocó el periódico encima de unos platos. Una gran fotografía de un hombre de nariz ganchuda y pelo negro los miró con fijeza, bajo el titular de:

SEVERUS SNAPE, NUEVO DIRECTOR DE HOGWARTS.

— Carajo...

— Esto no les va a gustar nada a tus amiguitos— dijo Draco, alzando una ceja.

— ¿Qué les vamos a decir?— preguntó Theo, sentándose en una de las sillas.

— No sabemos absolutamente nada de él(lo cual es parcialmente cierto), ¿entendido?— sentenció Calie.

𝓔𝓼𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓛𝓾𝓷𝓪 (𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora