Capítulo 21. Oro y Plata. 🔞

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La casita de Bill y Fleur, de paredes encaladas y cubiertas de conchas de mar incrustadas, está se encontraba a lo alto de un acantilado que daba al mar; todos pensaban que era un lugar precioso, pero demasiado solitario.
En cualquier sitio de la casa o del jardín que estuviera, la chica castaña oía el constante flujo y reflujo de la marea. Durante los días siguientes, en vez de quedarse en la abarrotada vivienda, siempre se inventaba una excusa para alejarse de ahí y se iba en busca de la magnífica vista del cielo despejado, del ancho mar que divisaba desde el acantilado, y de la caricia del viento frío y salado en la cara.

Su rara determinación de no ir a combatir a Voldemort para quedarse con la varita de Saúco todavía la asustaba. Todavía la asaltaban muchas dudas, dudas que los demás lo dejaban de expresar siempre que estaban todos juntos:
¿Y si Dumbledore quería que averiguáramos el significado del símbolo a tiempo para conseguir la varita? ¿Y si descifrar ese símbolo te convierte en merecedor de las reliquias? Si la llega a conseguir, si él tiene la varita ¿cómo demonios vamos a acabar con él?

Ni Caliope ni Harry tenían respuestas, y además, había momentos en los que se preguntaban si había sido una mala decisión no haber intentado impedir que Voldemort profanara la tumba de Dumbledore. Ni siquiera eran capaces de explicar de forma satisfactoria por qué habían decidido no hacerlo.

— ¿Crees que a ti te hubiera dado el permiso de abrir su tumba?— le dijo Calie, de repente. Ya pasaba de medio día y ambos estaban sentados en la arena, mirando las olas. A pesar de aún estar en temporada de invierno, ese día se sentía notablemente caluroso. La castaña llevaba el cabello suelto y traía puestos unos pantalones cortos con una blusa de manga larga que se ceñía a su torso y sus pies iban descalzos.

Harry giró su cabeza hacia ella y negó.
— No lo creo— respondió.
El muchacho había decidido salir a hablar con ella sobre la varita, ya que él había visto el momento en el que Voldemort se hizo de ella.

A Caliope se le hizo curioso que ambos vivieran en diferentes partes de lo que sucedió aquella noche. Aunque a Harry le dio a entender que ella vio lo mismo que él.

— Escucha, sé que suena muy mal que él sea el nuevo amo de una varita tan poderosa— la castaña se giró hacia él—. Pero eso no importa.

— ¿No?

— No.— repitió Calie—. Porque por una razón Dumbledore te envió por los Horrocruxes.

— Pero entonces, ¿para qué dejarte a ti y a Hermione esas pistas sobre las reliquias si no eran importantes?— inquirió Harry.

Calie lo miró un par de segundos antes de voltear hacia el mar y soltar un suspiro de resignación.
— No lo sé, Harry— confesó. La castaña de vez en cuando volvía a enfurecerse con Dumbledore, y su rabia era tan fuerte como las olas que rompían contra el acantilado bajo la casa.
— Pero ya no pensemos en eso, por ahora— agregó, en un intento de aligerar el ambiente—. Concentrémonos en lo que tenemos.

— ¿Qué es...?— preguntó Harry, arqueando ambas cejas.

— Un duende que nos llevará a Gringotts— dijo Calie, con una sonrisa petulante—, y en donde seguramente encontraremos otro Horrocrux.

— Griphook no nos ha dicho que sí— le recordó Harry.

— Lo hará— aseguró la castaña—. Solo se está haciendo del rogar, le gusta ese tipo de atención. ¿Has visto cómo pide que le suban la comida a su habitación?

Harry soltó una risa.
— Sí, creo que Bill y Fleur preferirían estar haciendo otra cosa más importante que atender a un duende malhumorado.

— Ambos son bastante pacientes— comentó Calie con una sonrisa en los labios—. Aunque a Fleur ya se le está acabando, porque a enviado a Luna cada que Griphook los llama.

𝓔𝓼𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓛𝓾𝓷𝓪 (𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora