Capítulo 42. Batalla en el Ministerio.

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La puerta de la cabina telefónica se abrió y todos salieron de ella. Lo único que se escuchaba en el Atrio era el agua de la fuente dorada.

— Vamos...— indicó Harry en voz baja y los siete se echaron a correr por el vestíbulo guiados por él.

Calie al notar lo vacío del lugar, estaba segura de que algo estaba mal. Llegaron frente a un ascensor y Harry tocó el botón y éste apareció tintineando ante ellos casi de inmediato.

Cuando el ascensor se detuvo, la voz de mujer anunció:
— Departamento de Misterios—, y la reja se abrió. Los chicos salieron al pasillo, donde solo vieron las llamas de las antorchas que se movían por la corriente de aire provocada por el ascensor.

— ¿Esa es la puerta que mencionabas?— preguntó Calie en voz baja.

— Sí, vamos— respondió Harry en un susurro y los guió por el pasillo; Luna iba pegada a Calie y miraba alrededor con la boca entreabierta—. Bueno, escuchen— dijo Harry y se detuvo a unos pasos de la puerta—, quizá... quizá la mitad de nosotros debería quedarse aquí para... para vigilar y...

— ¿Y cómo piensas que nos avisarán si alguien viene, genio?— preguntó Calie alzando las cejas.

— Sí, podrían estar a kilómetros de aquí— agregó Ginny.

— Todos vamos contigo, Harry— declaró Neville.

— Así es, ya todos estamos en esto, no hay vuelta atrás— dijo Calie con seriedad.

Sabía que Harry no quería llevárselos a todos, pero ya no había alternativa. Calie se adelantó y caminó hacia la puerta y antes de que pudiera tocarla; la puerta se abrió y ella siguió adelante, Harry la alcanzó y los demás los siguieron cruzando el umbral tras ellos.

Se encontraron en una gran sala circular. Todo era de color negro, incluidos el suelo y el techo; había una serie de puertas negras, sin picaporte y nada que las distinguiera entre ellas.

— Que alguien cierre la puerta— pidió Harry en voz baja.

— No— soltó Calie.

En cuanto Neville obedeció la orden, Calie miró a Harry y él se lamento de haberla dado. Sin el largo haz de luz que llegaba del pasillo iluminado con antorchas que habían dejado atrás, la sala quedó tan oscura que la castaña de inmediato tuvo que hacer un poco de luz con su varita.

Mientras contemplaban lo que tenían en frente, intentando decidir cuál puerta abrir, se escuchó un fuerte estruendo y las puertas empezaron a moverse hacia un lado. La pared circular estaba rotando pero, tan repentinamente como había empezado, el estruendo cesó y todo volvió a quedarse quieto.

— ¿Qué fue eso?— preguntó Ron con temor.

— Es para que no sepamos por cuál puerta entramos— aseguró Calie.

Harry admitió enseguida que Calie tenía razón.

— ¿Y cómo vamos a salir de aquí?— preguntó Neville con inquietud.

— Eso ahora no importa, ya pensaremos cómo salir de aquí cuando hayamos encontrado a Sirius— respondió Harry.

— Harry, por favor, solo avancemos— pidió Calie impaciente— abre la maldita puerta ya.

Harry se dirigió a la puerta que tenía enfrente y los demás lo siguieron de cerca. Solo tuvo que empujar la puerta, ya que se abrió con facilidad. La sala estaba casi vacía: sólo había unas cuantas mesas y, en medio de la habitación, un enorme tanque de cristal, lo bastante grande para que los seis nadarán en él, lleno de un líquido verde en el que se movían a la deriva unos cuantos objetos de un blanco grisáceo.

𝓔𝓼𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓛𝓾𝓷𝓪 (𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora