Capítulo 14. Separación.

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Al lograr colarse al vestíbulo del castillo, Caliope por fin se permitió soltar un suspiro profundo. Luego, dio una mirada rápida para asegurarse de que no hubiera ningún mortífago rondando. Al notar el vulgar vacío, se coló hacia el Gran Comedor.

Cuando entró al comedor, sintió un fuerte dolor en el pecho. Era la nostalgia, que en ese momento la hizo revivir muchos de los momentos que vivió sola y con sus amigos en ese lugar.

Realmente extrañaba Hogwarts. Pero era consciente de que nunca volvería. Al menos no hasta que lograran quitarse a Voldemort y a sus mortífagos de encima.

Camino por los pasillos que recordaba como los menos transitados del colegio, mientras su corazón latía a toda velocidad. Al llegar a las imponentes gárgolas que protegían la entrada a la que anteriormente era la oficina de Dumbledore, se detuvo, maldiciendo por lo bajo al recordar que tenía que decir una contraseña para ingresar.

— Necesito entrar, por favor— fue lo único que se le ocurrió decir frente a esas gárgolas que no dejaban de mirarla—. Por favor...

Las gárgolas se miraron entre sí y la estatua que cubría la entrada comenzó a dar vueltas, mostrando la escalera que la llevaba a la oficina del director.

— Gracias— dijo con una sonrisa y se apresuró a subir las escaleras en espiral.

Cuando llegó a la puerta de la oficina, lanzó un encantamiento y el seguro hizo un "clic" indicándole que se había abierto. La empujó con suavidad y entró.

La decepción la golpeó de inmediato. No había nadie. El despacho estaba vacío y notó que estaba igual que cuando Dumbledore lo ocupaba.

Hizo a un lado el dolor en el corazón por no lograr encontrarse con su padrino, Severus, y se concentró en una sola cosa: La Espada de Gryffindor.

Cruzó la habitación hasta donde recordaba haber visto la urna que solía contener la espalda. Y confirmó que, efectivamente, ya no estaba ahí. Entonces, su mirada fue hacia arriba, encontrándose con el retrato vacío del antiguo director, Phineas Nigellus Black. Por lo poco que Calie sabía del hombre, supuso que estaría de muy mal humor desde que se enteró que ya no estaba en la pared del Grimmauld Place. Cerró los ojos con fuerza y suspiró, para luego decir:

— ¡Señor, Phineas! ¿Está usted ahí?— No ocurrió nada—. ¡Profesor, Phineas! ¡A Hogwarts!— aún nada. Calie apretó la mandíbula—. ¿Profesor Black, podría venir a hablar conmigo, por favor?

— Pedir las cosas por favor siempre ayuda...— replicó una voz fría e insidiosa, y Phineas Nigellus apareció en su retrato.

La ligera sonrisa de Calie al escucharlo desapareció en cuanto lo miró bien. Los ojos del hombre en el retrato estaban cubiertos por una venda.

— ¿Sigues aquí?— preguntó, Phineas, moviendo su cabeza de un lado a otro—. ¿Hola?

— A-Ah, sí, lo siento— balbuceó Calie.

¿Por qué habían decidido cubrirle los ojos al profesor? ¿Era por precaución? ¿Miedo? Estaba molesta. Ahora no tendría manera de averiguar dónde se encontraban. Sabía perfectamente que ninguno de ellos confiaban en su padrino, Severus, y que su puesto como nuevo director solo hacía que les hirviera aún más la sangre, pero definitivamente no se esperaba nada cómo esto.

«Si no te asesinan, lo haré yo misma, Harry» pensó y tamborileó los dedos sobre la urna de cristal.

— ¿Quién le hizo eso?— preguntó, Calie.

— Harry Potter— espetó el hombre, cruzándose de brazos.

— ¿Dónde está?

— ¿Quién eres?— dijo, Nigellus, curioso. Ignorando por completo la pregunta de Calie—. Estoy seguro de que he hablado contigo antes.

𝓔𝓼𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓛𝓾𝓷𝓪 (𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora