Capítulo 19. El Refugio.

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La oscuridad de la noche comenzaba a desvanecerse cuando un suave crepúsculo iluminó una playa desierta.
El grupo apareció de repente, cada uno sintiendo el impacto de la aparición en sus ya agotados cuerpos. Tocaron tierra firme y olieron a aire fresco y salado.
Las olas rompían suavemente contra la orilla, creando un contraste pacífico con el caos que acababan de dejar atrás.

Harry fue el primero en incorporarse, y a pasos torpes, fue hacia quienes tenía más cercanos.
— ¡Hermione!— exclamó—. ¿Estás bien? Estamos bien. ¡Lo logramos, estamos a salvo!

Ni Ron ni Hermione tuvieron tiempo de responder. Antes de eso, un grito desgarrador los hizo dar un respingo. Harry se volvió hacia la fuente de aquel grito: se trataba de Draco.

Entonces, su mirada se enfocó de inmediato en Calie, quien yacía en la arena a unos metros de él, su cabello desordenado y lleno de cristales de la lámpara caída

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Entonces, su mirada se enfocó de inmediato en Calie, quien yacía en la arena a unos metros de él, su cabello desordenado y lleno de cristales de la lámpara caída.

—¡Calie! —exclamó Draco con un tono de desesperación que apenas reconoció como suyo. El joven Malfoy se arrodilló junto a ella, sus manos temblorosas apartando mechones de cabello pegados a su rostro. Sintió el pánico apoderarse de él al ver los cortes profundos en su rostro, y entonces notó la sangre que se filtraba lentamente por su costado, manchando la tela de su ropa.
—No... no, no, no —murmuró, con su voz quebrada mientras sus ojos recorrían el daño que Bellatrix le había infligido a su prometida. En ese momento, su mundo entero se redujo a la figura inmóvil de Calie en sus brazos.

Theo se acercó rápidamente.
— Malfoy, déjame ayudarte —dijo Theo, su voz firme pero llena de preocupación—. Necesitamos curarla ahora...

Theo se arrodilló junto a ellos, extendiendo las manos hacia Calie, pero Draco se aferró a ella con fuerza, como si temiera que soltarla significara perderla para siempre. Podía sentir el latido acelerado de su corazón, el miedo paralizante de que fuera demasiado tarde.

— ¡Que alguien nos ayude!— gritó Harry mirando hacia la casa. A través de las luces de las ventanas podía distinguir gente moviéndose—. ¡Por favor, ayúdennos!
No sabía ni le importaba si eran magos o muggles, amigos o enemigos; lo único que le preocupaba era la mancha oscura que se extendía por el costado de su amiga.

—Por favor... —susurró Draco, con la voz ahogada—. Tienes que aguantar, cariño.

La respuesta no se hizo esperar:
Tres figuras se acercaban corriendo desde la casa hacia la playa. Luna fue la primera en llegar, seguida de Bill Weasley y Fleur Delacour, todos con sus rostros llenos de alarma.

— ¡Luna!— exclamó Theo, con la voz entrecortada. La chica rubia se dejó caer a su lado y lo abrazó—. Lo siento... lo siento mucho...

— Shh, no fue tu culpa— lo tranquilizó Luna, con ternura.

—¿Qué le pasó? —preguntó Bill, su mirada recorriendo rápidamente la escena, deteniéndose en Calie y Draco.

—Está herida —contestó Draco, manteniendo la presión sobre el costado de Calie—. Bellatrix... Ella...

𝓔𝓼𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓛𝓾𝓷𝓪 (𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora