Capítulo 6. Regreso a Hogwarts.

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Calie se sobresaltó al despertar en medio de la noche, su corazón latía con fuerza recordando la pesadilla recurrente con el hombre misterioso. En silencio, se dirigió a la cocina por un vaso de agua, pero al llegar, se dio cuenta de que Harry estaba ahí.

— ¿Mal sueño? — preguntó Calie, acercándose a él. Harry se giró hacia ella, asintiendo con la cabeza, y le ofreció un vaso con agua.

— El mismo desde aquella noche, no sé qué está pasando — respondió Harry nervioso, sosteniendo su vaso.

— Creo que deberías contárselo a Sirius, ¿has hablado con él? — sugirió Calie mientras se sentaba en una de las sillas del comedor.

— No, desde que llegué aquí no me he comunicado con él — contestó Harry, acompañándola en la mesa. — ¿Tú has hablado con Lupin?

— Según mis cálculos, no está en condiciones para recibir mis cartas ahora; tengo que esperar un poco más — contestó Calie, jugando con el vaso en sus manos.

— No dejo de pensar en lo rápida que fuiste al defendernos del ataque de los aurores, eres realmente buena — comentó Harry, cambiando de tema.

— Y aún así se atrevieron a enviar un citatorio a mis tutores por haber usado magia siendo menor de edad, que estúpidos — dijo la castaña, rodando los ojos, provocando que Harry soltara una risa.

— Tranquila, el año pasado inflé a mi tía y no tuve ningún problema — comentó Harry encogiendo los hombros.

— ¿Hiciste qué? No puedo creerlo, Potter — dijo Calie entre risas.

Así pasaron el resto de la noche. Cuando ya era hora de que los demás se levantaran, ellos se adelantaron para tomar un baño y estar listos. Esa mañana regresarían a King's Cross para tomar el tren que los llevaría de vuelta a Hogwarts. Sin embargo, un inquietante presentimiento se cernía sobre ellos mientras se preparaban para su cuarto año.

Al llegar a la estación, Calie se despedía de los señores Weasley con un nudo en la garganta, agradecida por su cálida acogida. Mientras abrazaba a Molly, discretamente colocó un sobre en la túnica de la señora. Este contenía una generosa suma de Galeones. Durante la visita al Callejón Diagon, los Weasley se habían ofrecido a cubrir algunos de los gastos de los materiales que necesitaba para el nuevo curso. Consciente de que rechazarían su agradecimiento si se lo entregaba personalmente, decidió expresar su gratitud de esa manera, deseando que el gesto transmitiera la profunda apreciación que sentía por formar parte de su hogar temporalmente.

Después de las despedidas, Calie cruzó la barrera y se adentró en el andén nueve y tres cuartos. En cuanto giró su carrito, distinguió a lo lejos a Pansy, la pelinegra que la miró de inmediato y corrió hacia ella, recibiendo a Calie con un abrazo que expresaba la alegría de reencontrarse.

— Merlín, no sabes cuánto te extrañé — dijo Pansy, separándose del abrazo, y miró a Calie detenidamente con la boca abierta. — Vaya, creo que alguien hizo ejercicio estas vacaciones.

Caliope soltó una risa ante el comentario de Pansy, pero antes de que pudiera contestar, unos brazos la atraparon por detrás, elevándola: era Theodore.

— ¡Aquí estás! — gritó al tomarla y darle algunas vueltas en el aire para luego bajarla.

— Aquí estoy — dijo Calie riendo mientras acomodaba su pelo. — ¿Dónde está Blaise?

— Ya subió al tren, fue a buscar el mejor vagón para nosotros, además de apartar las mejores golosinas — contestó Theo.

— Andando, dejemos esto, el tren está a punto de partir — ordenó Pansy, empujando su carrito.

Theo ayudó a Calie con su carrito. Después de dejar todas sus pertenencias, subieron al tren. Avanzaron entre los vagones hasta llegar casi al final, donde encontraron a Blaise con una gran cantidad de golosinas en la mesa.

— Vaya, vaya, aquí viene la campeona de Slytherin— dijo Blaise con una gran sonrisa hacia la castaña.

Caliope se acercó a Blaise para darle un abrazo, y todos empezaron a tomar sus asientos. En ese momento, Draco entró al compartimento, encontrándose con los ojos verdes de la castaña.

— ¿Te vas a quedar ahí o te sentarás? — soltó Calie burlonamente, aún mirándolo.

Draco sonrió de lado y se acercó a ella, no sin antes mover a Blaise bruscamente para quedar al lado de Calie.

— A nosotros también nos da gusto verte, rubio teñido — le dijo Blaise con una mueca de molestia.

Theo, Pansy, y Calie soltaron una risa ante la tensión que había aparecido entre Draco y Blaise, aunque estos dos rápidamente se saludaron con un choque de manos y un pequeño abrazo.

Cuando el tren avanzó, los cinco chicos de Slytherin conversaban sobre sus vacaciones. En medio de la charla, Calie sintió que el sueño la vencía y, sin darse cuenta, se quedó dormida recargada en la ventana. Al verla, Draco la hizo suavemente retroceder, recargando su espalda en el asiento. Posó su brazo sobre los hombros de Calie y la acercó a él, permitiendo que su cabeza descansara cómodamente en su hombro.

Luego de su siesta, Calie despertó y para su sorpresa, Draco ya no estaba a lado de ella.

— Hola, bella durmiente — le dijo Theo bajando el libro que estaba leyendo para mirarla.— estamos a punto de llegar, deberían ir a cambiarse ya.

Calie le lanzó una mirada a Pansy, y ambas se pusieron de pie para buscar sus uniformes en los baúles. Una vez que tenían las prendas en sus manos, salieron del compartimento para dirigirse al baño y cambiarse. Mientras avanzaban por el pasillo, Calie reconoció una cabellera rubia: era Draco, hablando animadamente rodeado de chicas, entre ellas, Astoria, cómodamente sentada sobre sus piernas, acariciando su cabello con una sonrisa tonta.

Calie se giró al escuchar la voz de Pansy, pero antes de alejarse, dio una última mirada hacia Draco. Este se percató de su presencia, pero no hizo nada, lo que solo aumentó la molestia de Calie. Sin decir una palabra más, rodó los ojos y siguió a Pansy por el pasillo. La tensión y los celos flotaban en el aire, marcando un inesperado giro en la dinámica entre Calie y Draco.

Una vez listas, las chicas regresaron a donde estaban Theo y Blaise. Calie estaba notablemente seria, pero ninguno de los presentes se atrevía a preguntarle qué ocurría. Cuando el tren anunció la llegada a la estación, todos comenzaron a tomar sus pertenencias, pero esperaron a que el tren casi se vaciara para poder salir tranquilamente sin ser empujados por otros alumnos.

Draco regresó por sus cosas al lugar, y al verlo, Calie salió de ahí chocando bruscamente contra el hombro del rubio. Los demás se miraron entre sí confundidos de lo que acababa de pasar.

Caliope, sin esperar a los demás, tomó uno de los carruajes que llevaban al castillo. Allí se encontró con Neville, quien amablemente la saludó. Calie no podía ser grosera con él, así que olvidó lo que la tenía tan molesta y conversó con él durante todo el camino.

𝓔𝓼𝓮𝓷𝓬𝓲𝓪 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓛𝓾𝓷𝓪 (𝐃𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora