Solo el amor nos salvará (Segunda parte)

Capitulo 344

Rebusco entre la cantidad de cosas que tengo en mi bolso y cuando encuentro lo que necesito salgo a la terraza.

- Ven aquí.

Le pido.

A: ¿Qué haces con eso?

Pregunta al ver las velas que intento fijar en la mesa.

- Mañana cumple años Yago.

Le cuento.

- Y vamos a cantarle.

Explico el motivo de traerlas conmigo.

- Pero Yaiza también se ha ocupado.

Enciendo la primera vela con un mechero.

- ¿Ves el fuego?

Asiente con un gesto. Veo en sus ojos que no lo pilla aún.

Cojo otra vela y la enciendo, esta vez, con el fuego existente de la anterior. La dejo a su lado y repito la acción con otra más. Luego con una cuarta... una quinta. Con cuidado sujeto la primera que encendí.

- No importa cuantas veces coja fuego de esta vela.

Le explico.

- Su llama no se apaga. Se multiplica.

Soplo todas y volvemos a entrar, hace fresco.

- Fuiste tú la primera en pedirme que sea vuestra madre.

Le recuerdo.

- Yo te dije que era lo que más feliz me haría en el mundo. Luego Cami, y por último Lu, que no se entera de nada, y creo que todavía se le escapa algún Lulú de vez en cuando.

Sonrío al pensarlo.

- Pero no dejé de quererte, ni de sentirte mi hija porque tus hermanas también me llamasen así.

Aseguro.

- Vosotras me habéis hecho madre.

Mis ojos empiezan a encharcarse.

- ¡Que no me dejáis tranquila, joder!

Río orgullosa, adoro que así sea.

- No duermo pensando en que vosotras estéis bien. En que cada una tenga lo que necesita, en poder compaginar todo por vuestro bienestar.

Me limpio una lágrima.

- Eso es algo que solo hace una mamá.

La miro intensamente.

- Y cuando te conviertes en madre, no dejas de serlo nunca.

Reflexiono.

- Lo que yo os quiero a vosotras es inquebrantable, Alba. Mi amor no se apaga, solo se multiplica.

A: Prométemelo.

Su voz suplicante al borde del llanto me parte el corazón.

- Te prometo que te voy a querer toda mi vida. Que eres mi hija y nunca nadie va a cambiar eso.

La abrazo con fuerza.

A: No quiero sentirme segunda.

Admite en un murmuro.

A: Siempre soñé con tener una mamá, sin saber lo que era, y tú me lo enseñaste, por favor, no nos dejes sin ti.

Su declaración me parece tan desgarradora.

- Cielo.

Rompo el abrazo para mirarla.

- Cuando conocí a papá, vosotras suponíais ser una dificultad en nuestra relación.

Le confieso.

- Para él era condicional que yo os aceptara, y para mi una posición vertiginosa... Yo soñaba con ser madre y no sabía si él querría más hijos teniéndoos a vosotras.

Recuerdo.

- Pero me gustaba demasiado.

Admito con una sonrisa tímida.

- Y quise intentarlo.

Me escucha atentamente.

- Resultó ser que vosotras me habéis conquistado. Y que mucho más pronto que tarde, os empecé a querer con locura. Que habéis dejado de ser las hijas de mi pareja, para convertiros en tres personas que yo necesito para vivir.

Hago una corta pausa, en búsqueda de mis próximas palabras.

- Nunca dejé de soñar con convertirme en mamá, pero ese sueño cambió... Quise ser vuestra mamá. Aquella mañana en la cocina, cuando llorando me pedías que lo fuera, me hiciste el regalo más grande del mundo.

Dos lagrimas ruedan por sus mejillas.

- Sería mentirte si dijera que no me gustaría que todos aquellos rumores de embarazo fuesen ciertos.

Manifiesto con dolor.

- Me encantaría estar embarazada, Alba... de mi cuarto hijo, no del primero.

Remarco.

- Si ya soy madre de tres, ¿te imaginas pasar a serlo solo de uno?

Río entre lágrimas.

- Se me quedaría pequeño.

Asevero.

- Ven aquí, amor.

Vuelvo a abrir mis brazos al ver el puchero que hace. Se aferra a mi cuerpo como tabla de salvación y llora descargando todo su temor.

- ¿Mas tranquila?

Pregunto después de largos minutos de lloros.

A: Sí.

Sonríe con los ojos rojos.

A: Te quiero mucho, mamá.

- Y yo te quiero a ti, cariño.

Sorbe la nariz.

- Anda, vamos a dormir.

Propongo acomodándome junto a ella en la cama. Acaricio su pelo como al de una niña pequeña hasta que se queda dormida. Poco después, yo también lo hago.