Capitulo 363

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Narra Malú

Cubierta con la manta que cogí para correr tras el, me arrastro hasta el suelo apoyada en la puerta. Soy imbécil, sí. La rabia y el dolor acumulados de esta tarde me han hecho comportarme como una verdadera gilipollas, le dije una barbaridad y ahora se ha ido.

Lloro apoyada en mis rodillas cuando el morro de Danka intenta abrirse paso entre mis brazos. Mi gorda, nunca me falla.

- Lo hago todo mal, ¿no?

Sus ojitos me miran llenos de compasión.

- ¿Qué hago ahora?

Le pregunto recibiendo su lengua en mi cara.

- Ya. Esperarle... Dentro de un rato tendrá que volver...

...

...

Las horas pasan y mi agobio va en aumento. Son casi las 3 y Gaby aún no ha vuelto. Perdí la cuenta de cuantos cigarros he fumado ya, así como de cuantas veces he tenido que limpiar mi cara porque las lágrimas no me quieren dar tregua.

Mis insistentes llamadas han sido rechazadas, hasta que imagino, he conseguido acabar con su paciencia, porque ha desconectado el móvil.

- ¿Mi amor, dónde estás?

Hablo sola.

Narra Gaby

Llevo horas en el coche aparcado, viendo como Madrid descansa frente a mi. La última vez que estuvimos aquí, fue cuando le di explicaciones del por qué no le había pedido matrimonio para adoptar a las chicas, imaginando aquel momento que llevo esperando para poder hacerlo, y ahora mismo, solo me cuestiono si deseo que llegue el día en que le pida que se convierta en mi mujer o si me siento aliviado pensando en que queda tiempo, con la esperanza de que ella volverá a ser como antes... O si simplemente soy un cobarde que deja pasar los días, juntando el coraje para dejarla.

Suspiro y vuelvo a encender mi móvil que rebosa de sus llamadas y mensajes. No hago caso y busco en el gps el mejor camino para llegar a la casa de mis padres desde aquí. No me apetece regresar y encontrármela despierta, ya nos conocemos demasiado y sé que lo estará. Pongo rumbo hacia el domicilio de mis progenitores y silencioso entro con mi llave de emergencia.

Subo las escaleras y me dirijo a la que alguna vez fue mi habitación. Hoy no tiene nada mío, sino una bonita decoración que mamá escogió para poder recibir a cualquiera de sus hijos o nietos, al igual que en los otros dormitorios, pero de alguna manera sigue siendo el sitio al que volver.

Sé que no voy a poder dormir, aún así, necesito tumbarme y cerrar los ojos. Eso es lo hago, dando vueltas en la cama durante tres horas que se me hacen eternas. Luego escucho los cacharros en la cocina. Mi madre, que ya prepara el desayuno. Creo que es hora de levantarme, necesito un café bien cargado y tengo claro que no podré escabullirme de las explicaciones antes de ir al hospital.

Solo el amor nos salvará (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora