Solo el amor nos salvará (Segunda parte)

Capitulo 358

Narra Gaby

- Me apetece más helado.

Dice con la voz ronca, después de aquel beso que se alargó más de la cuenta, encendiendo mi deseo, y llevándose mi labio entre sus dientes.

Ágilmente atrapo la tarrina antes de que sus manos puedan alcanzarla.

+ ¿Quieres más?

Pregunto retórico, alejando mi brazo de ella, que intenta arrancármela de las manos.

- Sí.

+ Ten.

Acerco la cuchara llena a su boca. No tarda en seguirme el juego, y la abre para que pueda darle, pero me apetece vacilarla y cuando el frío casi roza sus labios, la aparto rápidamente.

Enseguida frunce el ceño. ¡Que fácil es picarla y como me gusta hacerlo!

- ¿Sabes el peligro que implica quitarme el helado?

+ Puede.

- Que me des eso antes de que te lo estampe en la cara.

+ Vale, ten.

Repito la acción. Está perdiendo la paciencia y me hace mucha gracia.

+ Que fea estas así, enfadaita'.

- Ya, mu' fea... y acalorada, pero como no me das el helado, tendré que combatir el calor de otra manera.

Anuncia quitándose la camiseta. Lleva un sujetador de encaje que no la cubre demasiado. No me esperaba que esta fuese su respuesta y me empiezo a poner muy cachondo.

- Aunque todavía quisiera helado.

Me cuenta con una voz provocativa, sentándose a horcajadas sobre mi.

- Sé buen chico, anda.

Me ruega como una niña pequeña.

Joder, mi amigo necesita mucho más sitio del que mis vaqueros le dejan.

- Por cierto... ¿Tu no tienes calor?

Pregunta inocente, desabrochando algunos botones de mi camisa.

+ No.

Miento. Apurado. Siento como el fuego me consume.

- ¡Que lastima!

Finge lamentarlo.

Con la agilidad que me moví antes yo, ahora es ella la que logra meter su dedo índice dentro de la tarrina y luego lo chupa haciéndome enloquecer. En unos pocos segundos me ha puesto a mil. Dios mío, Malú.

- Los klienex.

+ ¿Qué pasa con los klinex?

Con dificultad formulo la pregunta. Están apoyados en algún sitio detrás de mí. Al mencionarlos ha hecho el amago de alcanzarlos, dejando sus pechos a escasos milímetros de mi cara.

- Para limpiarme... las comisuras.

Que vengativa es la cabrona. Si no la hago mía ahora mismo voy a ponerme malo. Coge un pañuelo y con delicadeza limpia sus labios.

- Ya está.

Asegura conforme.

- Creo que me estoy quedando helada.

Poniéndose de pie, vuelve a vestirse.

- Y estoy súper cansada.

Deja un casto beso en mi mejilla.

- Buenas noches, mi amor.

Entra en casa y desaparece por las escaleras, permitiéndome oír como suelta una carcajada triunfal.

+ No pensarás en dejarme así...