Capitulo 277

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- ¡Por fin!

Me bajo corriendo del coche y soy recibida por ese abrazo que tantas horas llevo añorando. Los brazos de mi chico me rodean con suficiente fuerza como para entregarme protección y la suavidad necesaria para no hacerme daño.

+ Mi vida.

Ataco sus labios con desesperación, le beso hasta quedarme sin aire, para luego volver a mi refugio, pegadita a su pecho. Siento sus caricias recorrer mi espalda, ¡como le necesitaba!

José y Manu nos miran enternecidos. Han dejado dentro de casa mis cosas, y ahora se despiden  para poder dejarme a solas con la única persona en el mundo que necesito en este momento.

Gaby coge mi mano y nos guía hacia el interior, donde una vez más, me recibe dulcemente.

+ Hoy las reglas las pongo yo, ¿vale?

Anuncia acariciando mi pelo. Asiento sin cuestionar nada.

+ ¿Tienes hambre?

Niego con la cabeza.

+ Vale, vamos arriba.

Entramos a nuestra habitación y se detiene frente a la puerta del baño.

+ La primera regla es que hoy no hablamos más de del tema.

- Voy a intentarlo.

Prometo.

Abre la puerta y me embriago de la calidez que me encuentro. Ha llenado la bañera y la iluminación se limita a unas pocas velas aromáticas que ha repartido por ahí. Una preciosa melodía suena bajito y siento como me aborda desde atrás, apoyando su mentón en mi hombro.

Narra Gaby.

+ Quiero que me dejes cuidarte.

Le pido en un murmuro.

+ También de ti misma, de esta cabecita que te atormenta con dudas y culpas, con temores reales y sobretodo con los que no lo son.

Se gira para dejar nuestras frentes apoyadas.

- Tu eres lo único que necesito.

Quito su ropa con cariño, sin pretensiones, únicamente que el agua caliente pueda relajarla. Nos entendemos a la perfección, me mira agradecida dejándose hacer.

- Entra conmigo.

Me invita cuando la tengo completamente desnuda frente a mi. Asiento y me despojo de mi ropa. Me cuelo en la bañera junto a ella, que apoya su espalda en mi torso. Con un brazo la rodeo, y con mi mano libre voy dejando agua por su cuerpo. Lo hago con toda la delicadeza que merece, como si de un bebé indefenso se tratase, sin olvidarme de repetirle bajito en el oído que la amo.

- Gracias.

Susurra, sin interrumpir el momento. Solo dejo un beso en su mejilla como respuesta, las palabras sobran.

Cuando creo que ya está todo lo relajada que podremos conseguir con este baño, decido lavarle la cabeza, salimos y me enrollo la toalla a la cintura para poder dedicarme a ella. La acaricio mientras seco su cuerpo y le entrego una de mis sudaderas que ya es de su propiedad para andar por casa. Con el secador quito la humedad de su pelo y luego me pongo yo también el pijama.

+ Vamos a cenar.

Le cuento yendo en dirección a la cocina.

- Son las dos, con un vaso de leche estará bien.

+ Quedamos en que hoy las reglas las ponía yo.

Aseguro gracioso al enseñarle la lasaña que he preparado. Le encanta.

+ Y la sonrisa te delata.

Asiente.

- La pinta que tiene eso...

Cenamos entre mimos y arrumacos, bien cerquita uno del otro.

- No podría imaginar haber acabado esta noche sin ti.

+ No te hubiese dejado pasar la noche sin mi, yo también necesitaba estar contigo.

Admito. Suele ser una mujer muy fuerte, pero cuando se siente frágil tengo una necesidad absoluta de ser yo quién la protege.

- Gracias.

Sus ojos reflejan la mirada más pura que he visto jamás.

+ Te quiero mucho, pequeña.

Prometo antes de llevarla a la cama, está agotada, necesita descansar y yo ser el guardián de sus sueños.

Solo el amor nos salvará (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora