Parte 20

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El mes de mayo transcurrió entre conciertos, eventos y el decaimiento de Laura. Las portadas del miércoles siguiente a la comunión, mostraban a una chica que iba radiante en la celebración de su 'sobrina' Leonor. Al lado de Carlos parecía otra. No era la Laura Montes que yo conozco. Esa chica dulce y tierna que es en las distancias cortas. Esa no era ella. Y se lo dije. Me contó que ahí tuvo que ser muy civilizada, educada y no decir nada fuera de tono que las cámaras captaran. La reputación de los Trujillo estaba en juego porque esa comunión podía haber sido un fracaso ya que no sólo la hacía la niña solamente, sino que en la iglesia había otros niños. Luego en la celebración ya era sólo cosa de familia y de exclusivas. Un cuadro.

Los días pasaban y Laura cada vez tenía más miedo de actuar. Álvaro y yo éramos los que la obligábamos a salir y a continuar, cogiéndola incluso, uno de cada brazo, para que se levantara de una silla. Laura iba de mal en peor. Se equivocaba en las canciones (sin desafinar), hacía los conciertos con desgana y las críticas empezaban a llover encima de ella. No sabíamos porque se decaía tanto. Con Carlos estaban bien y con su hermano no se había peleado. ¿Qué le pasaba? Nadie sabía la respuesta. Sólo ella.

Me sentía mal conmigo misma. Quería dejarlo todo, desaparecer, olvidarme de la música, de Javi, de Carlos y del ambiente de presión que me rodeaba. Pero tenía obligaciones y muchas eran a su lado, al lado del guapísimo guitarrista de ojos verdes nacido en Alcorcón el 26 de febrero de 1979, Javi Álvarez. Tal y como me dijo Álvaro, no cambié mi actitud respecto a él. Me comporté igual que antes. En mayo me peleé bastante con Carlos por mi 'depresión' tal y como lo llamaron él, mi hermano y Javi. Carlos no entendía porque estaba así si el trabajo me iba de maravilla. Yo sí, porque la fama, la falta de inspiración para escribir, mi familia política y sobretodo el crecimiento de mi amor hacia Javi, hacían que quisiera dejarlo y no confundirme más de lo que ya estaba.

*****

Era viernes 8 de junio y en teoría teníamos que ir a actuar a Gandía con la banda. A las diez salíamos hacia ahí. Me levanté dos horas antes y fui a buscar el pan para hacerme bocadillos, que es lo que solemos comer si tenemos hambre en el viaje y no encontramos un área de servicio en condiciones para comer. Noté un gran alboroto entre la gente mayor de la zona pero no me quise percatar. A las nueve, Salva me llamó. ¿Había pasado algo? Sí, y era bastante grave.

-Laura está en el hospital, ha tenido un accidente de tráfico esta madrugada cuando volvía a su piso.

Así que era ella. En la panadería se extendió un rumor que decía que alguien de por aquí había tenido un accidente pero nadie sabía la identidad de la persona. Que se habían oído sirenas de ambulancias hacia las seis de la mañana. Era el tema estrella del día. Me quedé helado cuando supe que era Laura. Mi Laurita, herida, o muerta. No lo sabía.

-¿Y... cómo está? - pregunté con un hilo de voz.

-Estable. Ha sido bastante pero no ha sido tan grave dentro de la magnitud del accidente. Está aquí en Alcorcón. Avisa al resto por favor. Supongo que la quieres ir a ver. No sé la habitación, cuando la sepa te lo diré enseguida.

-Vale, vale, ahora los aviso. Chao.

Colgué. Estaba muy angustiado. Laura estaba en el hospital de Alcorcón y hacia escasas horas que había sufrido un grave accidente de tráfico. Tenía que avisar. No quise hacerlo por el grupo de WhatsApp al cual ya se había unido Álvaro después de cambiarse el trasto viejo que llevaba por uno de más moderno. Laura estaba en aquel grupo y no era plan de anunciarlo cual buena noticia se tratase. Uno por uno fui enviando WhatsApps menos a Álvaro, al que llamé.

-¿Qué? - chilló cuando lo supo - Ahora aviso a Maika. ¿Cómo está? ¿Sabes algo?

-No sé nada y estoy más preocupado que tú seguramente. Dicen que ha sido esta madrugada, que volvía de Alcorcón, o sea de casa del pijo.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora