Domingo. A las nueve pusimos rumbo a Girona después de desayunar y pelearnos por quien conducía. Me gustó verla insistir como si fuera una niña de siete años. Me hizo mucha gracia y accedí a que condujera. Se puso feliz como una chiquilla.
-No sé porque te gusta tanto conducir – le dije.
-Mira quien habla. Además, conozco el camino mejor que tú.
-Eso seguro – admití.
Laura iba a 140 km/h por la autopista y aumentaba por momentos. Le tuve que recordar que el coche era de alquiler. No disminuyó la velocidad hasta que se vio los peajes. Ahí sí que frenó. Una hora de reloj en la carretera.
-La vuelta la hago yo – le dije.
-Ya lo sé que voy cagando leches. ¿Por qué crees que me la pegué el año pasado? Por ir embalada en plena ciudad. No sé frenar.
Laura encontró aparcamiento casi en la entrada. Virtudes de mi chica. Encontrar parquin a dos pasos del destino. La seguí hasta los ascensores. Ya sabíamos la planta y la habitación correspondientes. Hicimos la subida con una mujer de la limpieza que le pidió un autógrafo sin preguntar qué hacíamos ahí. Mejor, menos explicaciones a dar.
Joan y Shaila estaban en el pasillo, de camino a desayunar. Una salutación calurosa y entramos. A él le habían dado el alta durante la madrugada. Núria estaba sola, leyendo y con la tele encendida. Como una que yo sé qué hacía el día anterior. Por suerte, la criatura no leía una novela erótica. Leía John Green, Bajo la misma estrella, que lo encontré acorde a su edad. Le di dos besos y Lau un abrazo. Yo me senté en una silla, ella se quedó de pie pero acabó optando por sentarse a los pies de la cama.
-¿Cómo estás? – preguntó mi chica.
-Con ganas de pirarme de aquí pero no me dejan marchar.
-¿Por? – ahora hablé yo.
-Por la operación de la mano.
-Pero... ¿Por qué te han operado?
-Me hice daño hace quince días en educación física y esto ya ha sido el máximo.
Según Laura, a Núria la debían haber operado de lo mismo que ella. Por la forma que tenía la mano inmovilizada, era probable.
-¿Sabéis? Hay una cosa buena de esto – dijo.
-Miedo me das – contestó Lau.
-No, que va. Lo bueno es que me salto educación física durante un tiempo indefinido.
Me sorprendió verla tan positiva y me reí disimuladamente de lo que acababa de decir. Se quejó de nuevo de que quería marcharse del hospital.
-¿Te dan hoy el alta? – le pregunté. Asintió.
Shaila entró en la habitación seguida de un médico. Era el alta. Núria soltó un 'toma' sin que el doctor la escuchara. Le dieron unas últimas recomendaciones y nos hicieron abandonar la habitación para que se pudiera vestir. Joan estaba apoyado en la pared del pasillo. Él tenía bastantes moratones y golpes aunque la cara la tenía bastante despejada, no como su hija que tenía un moratón en la mejilla derecha muy visible. Laura se interesó por las causas del suceso y, hablando en catalán, se lo preguntó a Joan. Lo comprendí perfectamente aunque de catalán fuera escaso. No fue culpa suya y fue en un tramo de vía al que no se podía pasar los 60 km/h. Un coche los alcanzó por detrás. Habían tenido mucha suerte.
Regresamos a Barcelona y de ahí a Madrid. El viaje en tren fue muy cómodo. Casi no había pasajeros en nuestro vagón y estuvimos la mar de tranquilos. Ni miradas penetrantes, ni peticiones para autógrafos, ni fotos, ni ruidos. A nuestro alrededor no había nadie y pudimos hablar con normalidad, como una pareja de novios como cualquier otra. Mirábamos la agenda para el mes de octubre. A tope excepto por un fin de semana que teníamos libre.
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Tu amor, a un acorde de guitarra
RomanceNos conocimos en 2007, un día común de julio... Mi nombre es Javi Álvarez. En 2007 me dieron el mejor trabajo del mundo, ser guitarrista de una cantante conocida mundialmente: Laura Montes. Me enamoré de ella perdidamente pero parecía que solo era...