Parte 126

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Núria había dejado el ordenador en el despacho de su padre, donde tenía el piano. Laura y yo aprovechamos para besarnos. Me pasó a Manolito. Lo cogí con recelo. Ni se inmutó. Yo estaba seguro que ese conejo tenía algún retraso porque todos los conejos que había visto se iban del regazo de los humanos. Este no, por dios, que parecía una pelotita peluda. Estoy convencido que si lo lanzara o lo chutara, no saldría corriendo. Núria regresó con un paquete de queso, una bolsa de patatas comenzada y un yogur.

-¿Mejor? – preguntó. Laura lo aprobó – He estudiado, aviso. No se vale quejarse del orden.

-¿Qué estabas haciendo? – mi incredulidad fue un poco elevada.

-Estudiar y hacer los deberes de religión. He estudiado lo del piano, me sale, mañana presento el festival navideño de primaria y el de infantil y también me lo tengo que saber, tenía la radio de fondo y estoy aquí porque es donde tengo el piano y la impresora – iba comiendo.

-¿Te lo sabes seguro? – insistió Lau.

-Sí, sí, totalmente. Mira – se sentó enfrente del piano arrastrándose con la silla y nos lo mostró.

-¿Y la mano, qué? – dije yo.

-Bastante bien. Aún estoy resentida de ello pero como mínimo puedo hacer algo de educación física. Hoy hemos tenido y he hecho la prueba de correr porque la vieja no me deja jugar a nada con pelota. El jueves no me dejó jugar a básquet, hoy a vóley. Dice que todavía tengo la mano delicada y que si me duele es que no estoy totalmente recuperada y eso que voy a recuperación.

-Pues con el piano te veo bien.

-Porque no me resulta tan complicado. Que he intentado hacer un saque de vóley y he visto las estrellas. Ahora quiere que le haga otro trabajo. Decidme un deporte raro, porfa.

-Házselo de la natación sincronizada.

-Ya se lo hice el primer trimestre y me puso un nueve y medio.

-Gimnasia rítmica y artística – Laura era la que proponía. Núria aceptó la propuesta.

-Por cierto, vosotros que conocéis a famosos. Decidme una famosa, cantante, presentadora, vividora, lo que sea, que se llame Núria porque no me viene nadie.

-Núria Fergó – dije yo.

-La Fernández. ¿Por qué?

-Porque en religión nos hacen decir de donde proviene nuestro nombre y me he enterado que el mío es vasco o sin sitio definido y necesitamos a un famoso que se llame igual.

Núria se terminó la cena a rayos luz. Lo que se dice ensayar, poquito. Un par de veces los tres y de vuelta a la charla. Laura dejó a Manolito en su jaula para volver a sentarse y apoyar la cabeza en mi hombro. Comencé a oír gritos provenientes de la cámara. La niña puso los ojos en blanco suspirando. Le preguntamos que era aquello.

-La hija de los vecinos. Ahí va la madre – acercó el ordenador a la pared – Ahora le cantará una canción que incluya la palabra María – lo que decía iba ocurriendo – Esta vez ha tocado Bisbal, no ha funcionado, la criatura llora más, ahora le cantará algo parecido a una nana que suele ser la misma canción cada día.

-No está cantando, está destrozando los tímpanos a la niña – dijo Laura – Por favor, que la traumará.

-Pegará el grito de rendición – yo contenía la risa – Se marchará y milagro de la vida, silencio por parte de la niña.

-No me extraña – intervine – Pobrecita. ¿Cuántos años tiene?

-Uno y poco. Cuando nos mudamos era pequeñita. Llevo un año aguantando esto. Por suerte mi habitación no da a la suya y no lo oigo tanto pero mi padre que trabaja de noche, sí. Se llama María, por si dudabais. Y eso es sólo una parte que puede pasar a cualquier hora del día. La otra es cuando va su abuela y le empieza 'di yaya, di yaya' – a Lau se le escapó una carcajada – Laura, para de reír porque te apareceré en sueños y no será con unicornios y arcoíris – ahora me reí yo – A ti también te apareceré. No es mi culpa que no tengáis vecinos que tengan niños pequeños.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora