Parte 64

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La felicidad en nuestros tonos había sustituido a la timidez y los distanciamientos de principios de año. La sonrisa permanente en la boca de Laura me hacía sentir lleno. Lau había sido mía y eso sólo era el inicio de algo enorme y precioso que tenía que durar.

Feliz, el adjetivo que servía para definir mi estado en aquellos momentos. Una ola de felicidad me desbordaba. Me había acostado con Javi y estábamos dispuestos a ir a más. Maika me había presionado para que nos enrolláramos pero no había sido necesario sus insistencias para saber que no tardaríamos mucho en acabar así. Demasiado habíamos esperado. Javi es un as en la cama y me hizo disfrutar igual o más que el primer David. Carlos no le alcanzaba ni a rayos luz. Quizá había sido un polvo sencillito y corto pero me sentía enérgica y todo gracias a él.

Laura volvió a adoptar el silencio como hábito natural. No era un silencio de arrepentida por lo que había pasado. Yo la continuaba abrazando. Disfrutando del momento.

-La noche en Denia, hace quince días, ¿Me besaste, verdad? Y no hablo del juego – le pregunté sin que se enfadara.

-Mierda... - susurró – Te diste cuenta...

-Estaba despierto.

-Me salió de dentro, va en serio. Bastante me he reprimido.

-Me encantó.

-Es que soy encantadora – se chuleó - ¿Y tú fuiste el del ramo de rosas blancas, no?

-Sí. En Denia te hubiese besado, cuando te volviste a tumbar pero no sabía como te lo tomarías y sólo te pasé la mano por la cara – la besé y la atraje más hacia mí.

Laura no se conformó con un beso en la frente y levantó la vista para mirarme. Con ojitos de quien no ha roto nunca un plato, me pidió otro. Sin palabras, sólo con esa intensa mirada que posee. La complací. Ya era casi medianoche.

-¿Te puedo decir algo? – le pregunté. Ella susurró un sí – Tu hermano me dijo que querías mantenerlo en secreto pero que por las redes sociales no te escondes. ¿Cómo se entiende?

-A ver, con Carlos tuve el bombazo a los quince días y no quiero que esto me pase contigo porque luego yo me comienzo a alterar al ver prensa en todos lados.

-Eres Laura Montes. Reconocida mundialmente.

-Sí, pero también soy una persona normal, de 33 años, que se merece mantener una relación sentimental en una mínima intimidad. Ahora, si quieres que lo diga...

-No, no. Tienes razón. Pero no escondas la felicidad –me miró mal – Con esos ojitos tan bonitos es imposible disimularlo – le acaricié los rizos que aún le duraban. Se rió.

Era indiscutible que habíamos cambiado nuestro nivel de alegría. De estar en un nivel medio, habíamos subido hasta el cien por cien. Lau cerró los ojos. Se estaba durmiendo. Me dio un beso apasionado acompañado de un 'te quiero'. Se giró hacia la ventana y la abracé por la cintura.

-Una cosa – dijo antes de dormirse definitivamente.

-Dime.

-No me dejes.

Su última frase me dejó atónito. Una noche de pasión y ya me decía aquello. No la dejaría y así se lo prometí. Porque después de seis años, seis años en los que ninguna otra mujer había podido apagar mis ganas de tener a Laura, seis años en los que nuestra amistad había crecido hasta puntos inalcanzables, podía decir que Laura Montes Ortiz era mía.

******

Viernes. Ocho de la mañana. Me desperté sin la ayuda de ninguna alarma. Laura dormía plácidamente, abrazada a mí. Estaba preciosa con mi camiseta. Me levanté sigilosamente apartando sus manos. Me duché. Aún no me podía creer lo que había ocurrido. Laura y yo, pareja oficial. La utopía que tanto me había creado, se había hecho realidad. Al salir, Lau estaba en proceso de desvelarse. Me acerqué silenciosamente por la cama y le fui dando pequeños besos en el cuello. Abrió un ojo y después el otro.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora