Parte 161

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El tándem febrero – Laura había sido perfecto. San Valentín, mi cumpleaños, un videoclip que había alcanzado el millón de visitas en quince días, conciertos acústicos en Cataluña y fuera de ahí, el embarazo de Maika, etcétera, etcétera. Todo había salido redondo excepto su padre pero ese tema ya estaba zanjado. Marzo se avecinaba con el mismo nivel de curro que su mes predecesor.

Comenzamos el mes en un pozo. Laura cayó en un pozo profundo, del cual salir fue complicado. Eran las ocho de la mañana del primer día del mes. Lau dormía a mi lado, en El Vendrell donde habíamos realizado un concierto la noche anterior. Fui a correr dejándola sola y dormida. Me llevé el móvil por si acaso. Un presentimiento negativo me acechó y me dijo que algo iría mal. No tenía ningún mensaje serio. Sólo de grupos que enviaban chorradas. Lo que se dice correr, poquito, fue más un paseo matutino. Regresé al hotel. Laura seguía tumbada de espaldas a mí pero sabía que estaba despierta. La oí sollozar. Algo no iba bien. Me acerqué por la cama y le apreté los hombros. Me agarró de un brazo. Necesitaba un abrazo. Sin tan siquiera hablar o girarse la atraje hacia mí y la protegí de un suceso que seguía desconociendo. Laura se calmó lentamente. Cuando supe lo ocurrido sólo pude seguir abrazándola. Era lo que ella deseaba y lo único que yo tenía ganas de hacer. Tocaron a la puerta.

-Es Álvaro, ve tú – musitó.

Me levanté después de darle un beso en la mejilla. Los golpes fueron más insistentes. Abrí y me asomé al pasillo para que Laura no nos pudiera escuchar.

-¿Qué? – pregunté con sequedad.

-Uy, mal rollo. Laura no dice nada, tú de mala uva. ¿Qué ha pasado?

Susurrando para que mi chica no nos oyera, le conté lo ocurrido. Se quedó boquiabierto.

-Tío, suspendemos esta noche – sugirió.

-No, no. No quiere. Ya se lo he dicho, tanto yo como Salva pero no quiere. Ella va a cantar, tiene esa obligación, que se despeje y ya. A las once nos vamos, ¿no? – asintió – Pues desayunad, pasead, pero mejor no molestarla.

-Anímala – lo dijo relajado, con una incipiente risita bajo la nariz.

-Álvaro, que es serio, ¿Vale? No le hagas bromas con nada mejor hoy porque te va a enviar a la mierda a la mínima.

-Yo sigo pensando que es mala idea hacer el concierto pero bueno, allá vosotros. Voy a desayunar que Jesús está abajo – emprendió rumbo hacia el fondo del pasillo.

-Eh – se giró – Calla.

Entendió perfectamente que no quería que se lo dijera a Jesús. Volví adentro. Laura se había dado media vuelta y ahora la veía de cara. Los ojos hinchados de llorar, la nariz roja, no era la chica alegre de hacía 12 horas. Se había transformado. Sabía cuál era mi tarea. Darle apoyo y estar ahí para lo que necesitara. Me tumbé a su lado y la atraje hacia mí. Casi no le había oído la voz pero no me importaba. Poder estar con ella en esos duros momentos, valía más que nada. Cerró los ojos.

-Cariño – le susurré – Voy a ducharme. Descansa.

En aquellos instantes, Laura y yo no compartíamos la misma definición de descansar. Para mí significaba que se quedara en la cama, durmiendo, tranquilita, pero para ella fue un polvo en la ducha. Lo necesitaba. Necesitaba ahogar sus penas con algo que la hiciera disfrutar y pasar un rato agradable. ¿Y quién ganó? Ella, indiscutiblemente.

Desayunamos en un bar cercano al hotel. No vimos ni a Jesús ni a Álvaro. Laura no estaba muy comunicativa pero sí hambrienta. Se terminó un bocadillo de jamón. Pensaba que estando tan decaída no tendría apetito pero pensé mal.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora