Parte 127

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Nos despedimos y colgamos. Con las órdenes claras para ir a cumplir con una de nuestras obligaciones como era una charla con adolescentes de 3º y 4º de la ESO, Laura y yo nos embarcamos en una odisea de besos, caricias y amor que alargamos durante un tiempo indefinido. Perdimos la noción, el sentido, la razón para entregarnos a la pasión completamente.

Laura tenía la cabeza donde correspondía ir los pies. Yo no. Respiraba profundamente, recuperándose. Estaba tapada, excepto una pierna que la había sacado porque tenía calor. Le di una patadita en el brazo. Se incorporó agarrándose a la sábana para que no le jugara una mala pasada. Ella y el ser recatada...

-¿Qué? – preguntó sonriendo.

-Ven aquí, ¿no?

Con la mano me gesticuló que iría con calma, a su ritmo. Sin que yo pudiera ver nada de su cuerpo desnudo, se tumbó correctamente. Boca arriba, anonadada, con respiraciones largas que al principio habían sido respiraciones agitadas y nerviosas. La miré, apoyando el codo en la almohada y cabeza en la mano. Con la otra le acaricié la cara. Cerró los ojos. Con un dedo tracé una línea recta en su rostro, desde la frente hasta el mentón. Me acerqué a su boca y nos fundimos en un largo beso, cargado de sentimiento y emoción que fue nuestra última muestra de amor del día.

*

Núria

Jueves 19 de diciembre. Siete de la mañana. Una mano me acarició tiernamente la cara. Era Shaila, despertándome.

-Núria cariño, arriba.

Ronroneé y me giré hacia la pared. Mi madrastra repitió mi nombre. Sin enfadarse, ni tan siquiera cambiar de tono de voz. Dulzura en estado puro. Me levanté con dificultad. Cuando salí del baño ya estaba preparando el desayuno. Doña Araceli, su madre, también se despertó. Dormía en el despacho con un colchón hinchable, muy cutre, pero no había más espacio.

-¿Tienes gimnasia hoy? – me preguntó Shaila.

-Sí – dije resignada – Pero no sé si llevar chándal o no.

-Póntelo y llévate ropa de recambio. Si haces bien y sino, también.

Mi padre se despertó. Las tres ya habíamos terminado de desayunar. Me ilusionaba ver a Laura y a Javi y que hubiesen aceptado el venir a charlar con los alumnos. Un montón de preguntas les esperaban. Todos habíamos respondido excelentemente bien a la propuesta. Shaila me llevó al colegio. Ella suele ser la que me hace el bocadillo, la que me trae la mayoría de días y la que más me cuida.

-Dale lo que ya sabes a Laura – dijo de camino – Come, no te lesiones la mano en gimnasia y no te equivoques con el piano. Sobretodo tranquilidad.

Ella y sus sabias recomendaciones. Hacía dos días que había cumplido 39 años. Entré en la escuela a las ocho y veinte. Soy de las pocas chicas de mi clase que cuando la dejan en la entrada da un beso a sus padres. Bueno a mi padre no se lo doy nunca pero los días que me trae Shaila sí. Me senté en las escaleras del patio, con Aina que ya estaba ahí.

-¿Sabes quién es el novio de Laura? – me preguntó con curiosidad.

-Si te lo digo me tienes que prometer que no lo dirás porque Laura no quiere que se sepa y hoy no lo dirá si alguien lo pregunta. Es... Javi.

-Vamos, de toda la vida. El único Javi que conozco que está cerca de ella es el guitarrista. Ese tan guapo.

-Pues lo es.

Me miró incrédula. Dúnia llegó y se sentó en el escalón de abajo. También apareció Roberta, la chica que había venido nueva este año y se había convertido en una buena amiga.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora