Parte 9

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El agua salía tibia y fría. Fui rápido. Tenía hambre. No habíamos desayunado y nos esperaba otro día intenso aunque fuera domingo. Por la mañana dos entrevistas de radio y por la tarde una actuación en una gala de alto standing. No íbamos muy arreglados y acordamos que al acabar de comer, iríamos a cambiarnos. No podíamos presentarnos con una camiseta cualquiera y bambas delante de tanta gente rica. Las entrevistas estuvieron bien y Laura no dejaba rastro de la mala noche que había tenido. Comimos en una cafetería y regresamos al hotel. Me cambié la camiseta por una camisa negra y no hice más. Laura sí, mucho. Se puso medias negras, una minifalda de esas que yo digo que son de tubo pero cortas que le quedan como un guante, una blusa blanca sin botones que tenía la parte trasera gris oscuro y brillante y botines también negros de tacón. Un gran conjunto, precioso.

-¿Hay photocall? - me preguntó.

-Sí.

-Vaya mierda, no quiero salir.

-¿Y tienes que salir?

La vi vacilar y mover la cabeza.

-Supongo.

Se peinó y se maquilló mientras ensayábamos. Se recogió los mechones de delante hacia detrás con una pequeña pinza y se dejó la melena suelta. La tiene lisa, pero no lisa como cuerdas de violín. Tenía volumen y alguna onda. El maquillaje casi ni se le notaba. Estaba guapísima. Yo no posé en el photocall. Ella sí. Como siempre, con una sonrisa en la cara y acercándose a la prensa con naturalidad. Aquella fiesta era de pijos y nosotros no pegábamos con cola. Era una merienda que amenizábamos. Como mínimo no era el único que no iba trajeado. Había más, y la verdad, con una mirada, nos entendíamos. Laura y yo no nos separamos y alguien me confundió con Carlos. Cuando acabamos de cantar la última canción, una mujer vino hacia nosotros. Esa era rica, seguro, me dije. Iba con un vestido marrón largo y un chal. Lau y yo estábamos recogiendo cables en el escenario y charlando.

-Perdona, ¿Laura, verdad? - le preguntó.

Laura me pasó un micrófono y asintió a la mujer que se interpuso entre nosotros. Yo quedé detrás de ella, así que la única que me veía era Lau.

-Soy Teresa, la madre de Carlos.

Observé como Laura se quedaba pálida e intentaba no abrir la boca de la sorpresa. Intuí que aún no conocía a sus suegros. Por encima del hombro de la pequeña señora, me lanzó una mirada. Necesitaba alguien que la consolara.

-Ah... en... encantada - contestó tartamudeando. Teresa le dio dos besos.

-Pensaba que Carlos te había dicho que estaría aquí.

-No... no... no he hablado con él hoy - se estaba muriendo de vergüenza y nervios.

Me entraba la risa viéndola con esa cara. Había gente mirando hacia el escenario y no podía hacerle ningún gesto gracioso porque quedaría mal.

-Bueno, te dejo que acabes de recoger. Si quieres pasarte luego por ahí a conocer a nuestros amigos - señaló un rincón con una mesa llena de ancianos.

-¿Ha venido Carlos? - preguntó por preguntar algo.

-No, no podía, tenía trabajo.

-Ah...

-Encantada de conocerte - le dio otros dos besos y bajó - Por cierto, tocas muy bien - me dijo.

Le medio sonreí falsamente y me acerqué a Laura. Nos giramos hacia la pared para dejar cosas. Me puso una cara de 'tierra trágame' que era para grabarla.

-Necesito alcohol - dijo.

Le fui a buscar un mojito a la barra. Se bebió media copa de un trago y cerró los ojos al notar el alcohol en su garganta. Nos marchamos de los primeros. Habíamos comido ahí y no teníamos hambre. Laura seguía en trance. Saludó a su suegra al irse pero alegando que tenía prisa, no se quedó a charlar con esa panda de viejos babosos que se la miraban con deseo aunque tuvieran a sus esposas al lado. En la habitación tiró los botines al aire y se tumbó en su cama.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora