Parte 81

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A menudo pensamos que sabemos todo de la persona que tenemos al lado. Eso creía yo. Yo pensaba que sabía todo lo básico de Laura por llevar quince días juntos (y seis años de colegas): color, comida, cantante/grupo favorito... Sabía su fecha de cumpleaños, la del día en que nos besamos por primera vez, algunos ex, recordaba las conversaciones interesantes que habíamos tenido, las más triviales. Conocía en que días del mes estaba más sensible, las miradas que me lanzaba en los conciertos y sus significados, sus diferentes sonrisas... Guardaba secretos de Laura que quizá otro no los sabía pero que no eran tan íntimos como para que no se los explicara a su hermano. Vamos que para mí ya era suficiente, todo eso no me lo había aprendido yo de una mujer en la vida. Pero aquella noche algo cambió y pude descubrir asuntos del pasado de Laura que nunca hubiera imaginado. Una parte de mí se enterneció y me propuse tratarla con un amor y un respeto extremo, sentimientos que ningún otro novio le había demostrado como yo pretendía hacer.

Laura apareció por Alcorcón a la hora habitual, doce y media. Tenía los ojos un poco rojos pero no le quise preguntar el porqué. Estaba solo en casa. Sergio estaba en casa de Jenny. Nos acostamos disfrutando a nuestra manera aunque algo en mi chica me mostrara lo contrario. Cuando recuperamos el pulso normal, Laura se incorporó tapándose con una sábana.

-Tengo que contarte algo y no estaré tranquila hasta que no lo haya hecho.

Asentí y también me senté. Me pidió que le pasara una camiseta del suelo. Le pasé la mía. A su lado sólo tenía la ropa interior, una parte de la cual también recogió y se puso, como yo hice con la mía. Laura estaba muy nerviosa y una mano le temblaba. Se la cogí con cariño y con un dulce beso en los labios, intenté que se calmara. Imposible. Se tiró el pelo de la frente para atrás y respiró hondo.

-Sabes que yo te dije que de mi pasado habían salido muy pocas cosas a la luz porque yo siempre he impedido que se supiera todo lo que ocurrió.

"Me estás asustando..."

-Esto te lo cuento porque creo que te lo mereces saber y porque esta semana he vuelto a un pasado oscuro al que no quiero regresar nunca más. Si te lo explico es porque sé que podré contar contigo para lo que sea. ¿Me equivoco?

-No. Cuentas conmigo pero no te entiendo.

-Bueno, ya lo sé, yo te explico la historia y luego lo comprenderás. Por favor, no me juzgues, ahora – la besé en señal de aprobación.

>>Yo tenía casi diecisiete años cuando todo empezó. Mi hermano llevaba a menudo a sus amigos a casa. Ellos eran un grupo de seis. Mi padre no le recriminaba que los trajera porque tampoco estaba mucho en casa y al ver que ya éramos bastante mayorcitos, podíamos estar solos durante una noche o más. De los amigos de mi hermano te podía contar pestes y maravillas. Uno de ellos es un sol. Tiene un retraso mental desde nacimiento y siempre nos hemos tenido mucho cariño. Una amistad que sigue ahí, pero no te pongas celoso ni nada que no ha habido rollo.

Laura dijo aquella frase para calmarse ella, no por ninguna otra razón.

>>Luego estaba otro que también era normalito. De los que no quiere meterse en líos y que estaba en el grupo porque le importaba más la amistad que liarla. Después estaba mi hermano, que era uno de los liantes junto con los otros tres que quedan. En casa solían venir los tres rebeldes llevando a chicas con ellos. Pero no eran chicas normales. Yo, pues con diecisiete años, me quedaba en la habitación pasando el rato sola y si algún día venía Dimas, que es el que estaba más para allá que para acá, pues me hacía compañía o venía el amiguito con derechos de turno. Estuve medio año que no me atreví a pisar las fiestas que se montaban en el salón. Yo olía a tabaco y droga pero nunca sospeché que ahí hubiera un gran tráfico. En enero del 98, le pedí a mi hermano que me dejara participar en una de esas fiestas. Sus amigos salidos se animaron enseguida. Tanto, que comencé una relación con uno, el peor de todos, el matón. Me enamoré y la cagué. Mi hermano no me impidió esa relación y es algo que me costó perdonarle. Yo sabía que él me era infiel con las chicas que solían frecuentar esas fiestecitas. Como acto de rebeldía, me acosté con uno de los amigos para darle celos. La cosa se complicó. A mí me metieron un poco en el mundo de las drogas aunque supe controlarme y sólo he probado en mi vida cuatro rayas de coca. Tuve más que suficiente.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora