Parte 102

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Pasé la noche del lunes en casa de Laura. El martes (8 de octubre) se despertó temprano. Tenía el juicio por la custodia de Raúl. Empezaban a las ocho y media de la mañana. A las siete se levantó y se duchó. Salió de la ducha y me despertó. Lo hizo tiernamente. Iba con la toalla enrollada al cuerpo. Desprendía una fragancia embriagadora en el buen sentido. Tenía el pelo mojado y unas finas gotas de agua se depositaron en mi mejilla. Me las secó con dulzura y abrí los ojos. Estaba recostada a mi lado. Me giré hacia ella y le di un suave beso en los labios. Sin incorporarme, le intenté quitar la toalla pero me lo impidió.

-Insaciable de buena mañana – dijo – Voy a vestirme.

Hizo ademán de poner los pies al suelo pero la agarré del brazo y haciendo fuerza, la atraje hacia mí para volverla a besar.

-Ahora ya te puedes vestir.

Mientras ella se vestía, yo me levanté a mi ritmo. Se puso unos pantalones negros pitillos con una camiseta gris básica y un blazer blanco con las mangas arremangadas y ajustadito. Se peinó y se recogió los mechones de delante de la melena para atrás con una goma del mismo tono que su pelo. Se puso espuma en la melena para darle volumen. Se calzó unas sandalias de tacón que le estilizaban la figura. Se maquilló poquito. Estaba nerviosa y me hablaba de ello a la vez que se arreglaba.

-Si eso se alarga yo me piro – me decía.

-Bastante tortura es ya ir a las ocho y media de la mañana – le contesté entrando en el baño para besarla y relajarla.

-¿A quién se le ocurre? Ya me vuelvo a perder la reunión de la radio y tendré que pedir el resumen por WhatsApp. No esperaré a media hora antes para que me sorprendan.

-Irá bien, ya lo verás – le aparté el pelo del cuello para darle un beso en esa parte del cuerpo.

-Eso espero...

Después de desayunar, nos separamos. Estaba seguro de que el juicio iría bien y que Salva continuaría siendo padre soltero sin ayuda de Vanesa.

Pasé la mañana trabajando para otros artistas y muy pendiente de las novedades. Hacia las once recibí un WhatsApp de mi chica diciendo que estaban haciendo un corto descanso y que después le tocaba hablar a ella. Le deseé suerte. Tenía fe en que no fallaría a su hermano.

Quedaban cinco minutos para comenzar y mi hermano se presentó con su abogado. Mi padre no vino. Estábamos solos ante el peligro. Íbamos bien vestidos. Él se había puesto americana y camisa aunque sin dejar el toque informal de los tejanos y no llevar corbata. Le coloqué correctamente el cuello de la camisa. Vanesa apareció con su abogada, una abogada de oficio, y con su prima. No podía ir más desaliñada. Despeinada, sin taparse las ojeras y con la ropa que seguramente había utilizado para dormir. Se acercó a nosotros. Los abogados estaban distraídos. Daba la casualidad que era un matrimonio. Me hizo gracia la coincidencia pero no me permití reír. Vane nos saludó.

-Si quieres intentar conseguir la custodia, péinate – le dijo Salva.

Vanesa se recogió el pelo en una coleta baja. Nos hicieron pasar a la sala. Yo iba de testimonio y tuve que quedarme más alejada que el resto. Estaba sola y tuve tentaciones de coger el móvil y distraerme pero por mi hermano mantuve el tipo y escuché toda la sesión. Se estaba decantando para él. Cuando me tocó declarar, me puse muy nerviosa.

-Señorita Montes, ¿Usted ganó un juicio por intento de violación y agresión hace 15 años? – fue la primera pregunta que me lanzó la abogada de Vanesa y me vino como una bofetada de esas que quedan bien marcadas.

Asentí y el juez me obligó a hablar.

-Sí señoría – dije. Las manos me temblaban.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora