Parte 185

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-Uy – soltó mi chica muy para dentro.

-Quiero pedirle matrimonio a Eulalia – nosotros íbamos asintiendo. Vaya como bajaban las bodas... - ¿Me dejas hacerlo en el conci?

Se lo permitimos. Obviamente que se lo permitimos. Se lo merecía. Almorzamos con él en un chiringuito y hacia las tres y media nos separamos. Regresamos al hotel, donde la banda estaba haciendo su gran aparición montando jaleo en recepción. Laura, los cogió por banda y los llevó a un salón contiguo.

-Jefa – dijo Álvaro – ¿Hoy nos dejas ir con bañador?

-No, el bañador debajo. Si queréis pantalones cortos, sí, pero no bañador.

Durante la tarde conocí a un par de amigas menorquinas de Laura. Con ellas sí hablaba catalán. A las seis y cuarto fuimos hacia la playa donde cantábamos. Realizamos una corta prueba de sonido y quedamos con Dimas para planearlo todo. A las ocho comenzamos el concierto. Lau iba con el bikini debajo, el verde, y al llevar un vestido lavanda, quedaba fatal que se le viesen los tirantes por en medio del escote. Antes de empezar y sin importarme que hubiese gente, se los desabroché para que se los escondiese. Me lo agradeció con una sonrisa. El escenario era más bajo de lo que imaginaba. Con tres escalones llegábamos a la arena.

Cuando íbamos a cantar Rozando las estrellas, Lau hizo un parón para dar paso a Dimas. Intercambiaron el micrófono por el niño. Mi chica se acercó a mí mientras su colega hablaba.

-¿Te queda agua? – me susurró. Asentí con la cabeza – Te cojo un poco que no me queda y ya he pedido – se la di.

-¿No te la traen?

-No – le colocó la camiseta correctamente a Lluc, bebió y se acercó a Dimas.

Pidió a los de seguridad que Eulalia subiera al escenario. Fue un momento muy tierno. Laura los abrazó y les dedicó Rozando las estrellas. Al terminar el bis, la chica le agradeció a Lau lo que había hecho. Comimos un bocadillo con la banda y regresamos al hotel. La banda se separó. Ninguno había llevado pareja.

-Recomiéndanos un bar o algo para ir a tomar una copa – le pidieron Dani y Abraham.

Laura les dio el nombre de dos sitios.

-¿Venís?

Negamos con la cabeza. Eran las diez. Todavía había un poco de luz y quisimos esperar a que estuviera de noche, noche y a que todos nuestros conocidos hubiesen desaparecido de nuestra vista.

-¿Dónde vais a estas horas? – nos preguntó Darío, que tenía turno nocturno en recepción.

-A pasear – contestó Laura.

Nos marchamos. Bajamos a la cala. Lau se quitó el vestido con provocación involuntaria. Se abrochó los tirantes que yo le había desabrochado en el concierto. Se mojó los pies. El agua estaba más fría que el día anterior y le costó más entrar, al contrario que a mí. La salpiqué y cuando ya le había tirado suficiente agua, se decidió a mojarse hasta la barbilla. Se acercó a mí y se aferró a mi cuello. Le di un beso en la mejilla, nadando hacia atrás, con ella ahí, sin hacer esfuerzo. Su pelo entró en contacto con el agua. Llegamos a su rincón y la hundí, hundiéndome yo con ella. Nos dimos un pico bajo el mar. Nos colocamos como el día anterior. Laura tiró la cabeza hacia atrás para que la melena le quedara bien puesta. La atraje hacia mí y le aflojé los tirantes. Con un ligero movimiento, ya estaban flotando en el agua.

-Me gusta más este bikini, creo – le dije.

-Y te gustaría más que fuera sin.

-No te lo negaré.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora