Parte 119

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Málaga, día siguiente. Nos despertamos temprano. La cara de Laura mostraba una mejoría. Sin un termómetro a mano, tuvo que mirarse la fiebre 'a vista' como dice ella. Comparada con la mía, la frente no le hervía y la nuca tampoco. Tenía las manos frías pero no heladas. Nos duchamos, nos vestimos y bajamos a desayunar.

-Mira quien está ahí – me susurró al entrar en el restaurante – Tu amiga Merche.

-¿En serio? – puse los ojos en blanco al ver que nos saludaba con la mano.

Laura la saludó educadamente con el mismo gesto pero no nos acercamos. Iba con su hermana y su novio. Terminaron antes que nosotros y pasaron a despedirse.

"Y no vuelvas, plasta"

Con el coche de alquiler, nos dirigimos a Cádiz. Laura se durmió cuando no llevábamos ni un cuarto de camino. Estuvo descansando hasta llegar. La firma era a las doce del mediodía en El Corte Inglés y así por la tarde podíamos regresar a Madrid. En un semáforo cerca del centro comercial, la desperté. Le toqué la pierna.

-Laurita, cariño – ronroneó – Despierta.

Tardó un par de minutos a desvelarse. Se quitó las gafas de sol y se restregó los ojos bostezando.

-¿Qué? – preguntó soñolienta - ¿Estamos a medio camino, ya? – me reí.

-Amor, acabamos de llegar a Cádiz.

-Te he dicho que me despertaras y que yo haría un trozo.

-Estabas tan dormida que no he querido molestarte. Además, ha sido un paseo.

-Sí, de dos horas y media. La vuelta la hago yo – me volví a reír - ¿Y ahora qué he dicho?

-Volvemos en tren – asintió. Aparqué. No me dejó bajar - ¿Qué te pasa?

-Un momento que me peino y me maquillo.

Se pasó el cepillo por el pelo y el mechón que le tapaba el ojo derecho se lo puso por detrás de la oreja. Se maquilló los ojos sutilmente para esconder un poco las ojeras.

La firma duró casi tres horas contando el acústico. La primera hora fue llevadera pero a partir de la una fueron llegando adolescentes, niños y familias que salían de los colegios. Fui a dar una vuelta por el centro comercial y al coche a buscarle la chaqueta a mi chica que se la había dejado sin querer. Regresé a la planta donde ella estaba haciéndose fotos, firmando discos, imágenes, posters y todo lo que le mostraran. Con una sonrisa atendía a todo el mundo y se derretía por los niños más pequeños o gente con enfermedades.

-Tengo hambre – me dijo. Eran las dos y media.

-Va, que ya queda poco – me pidió la botella de agua que tenía en el bolso y bebió un largo trago.

Terminó un poco antes de las tres. La reclamaron para una entrevista que duró diez minutos.

-Voy al baño y vamos a comer algo – me comentó al finalizar.

Almorzamos cerca de la playa. El tren salía a las cuatro y media. Se estaba a gusto en Cádiz pero lo bueno se acaba y tuvimos que regresar a Madrid. En el tren fui yo quien durmió una horita. Su mano encima de la mía dibujando círculos o algo que se parecía y su compañía fueron un buen somnífero. Al despertarme ya no me tocaba ninguna parte del cuerpo. Estaba girada hacia la ventana, mirando el paisaje con aire pensativo y ausente. Tenía el móvil en el regazo y le dio una rápida ojeada. Le apreté débilmente el hombro y volteó la cabeza hacia mí. Le di un beso en la mejilla y le pregunté que le ocurría.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora