Parte 79

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De regreso a Madrid a la entrevista, chinché a Laura con que se había hecho paranoias falsas porque para mi madre ella 'es la hija que nunca tuvo'. A Lau le hicieron preguntas muy curiosas. Eran 20 y de respuestas cortas. Unos ejemplos eran: '¿Comida asiática o americana?', '¿Mar o montaña?', '¿Carne o pescado?', '¿Acústico o banda?', '¿Duermes con pijama o sin?', '¿Piropos, sí o no?', '¿Sexo por la mañana o por la noche?'. Respondiendo a cada una respectivamente y sus reacciones.

-Comida asiática – con total tranquilidad – Mar aunque la montaña también me encanta – seguía calmada y risueña – Las dos – aquí se apretó la goma del pelo – Es distinto hacer un acústico que ir con banda. No puedo elegir – su sonrisa era contagiosa – Con pijama – Laura sabía que aquí mentía un poquito. Era una mentira piadosa porque nadie tenía que saber que había días que después del tema se olvidaba del pijama o acababa con una camiseta mía – Piropos totalmente pero yo no digo muchos – cierto, ella demuestra el amor con hechos – Sexo... - mejillas rojas modo on – mientras haya, da igual el momento del día – se abanicó discretamente con una mano. Esa fue la que más le costó de contestar y ya era la última.

Cantamos el single y Volar. A media canción, Laura comenzó a llorar silenciosamente. Me miraba con miedo a no terminar. Le sonreí y le asentí conforme podía acabar. Una mujer fuerte como ella no se rinde a los dos minutos de cantar. El pequeño público que teníamos arrancó en aplausos para animarla. Al finalizar, se secó las lágrimas. La tenía muy cerca. La podía tocar. Nadie me diría nada si realizaba algún gesto afectivo hacia ella. Puse mi mano derecha en su cintura y se la apretujé sutilmente.

-Tranquila... - le susurré.

Retiré mi mano a los pocos segundos. Ella me miró entre lágrimas y aplausos. Le acaricié el muslo sin parecer un movimiento de novio, sino de colega de profesión. Laura se tranquilizó a su ritmo.

"A Laura le pasa algo grave... viernes: pesadilla, hoy: ausencia y lágrimas. Amor, ¿Qué te ocurre?"

Fuimos a la discográfica. La entrevista con los americanos se realizaba ahí, en unas salas especiales para entrevistas. En el coche, Lau miraba por la ventana, sin hablar.

-¿Qué te pasa? – le pregunté.

-Estoy bien.

Esa respuesta me estaba cansando. Laura miente fatal y me lo estaba demostrando.

-No te creo.

-No me creas – contestó sin mirarme. Parecía enojada.

-Llevas varios días dispersa y se te nota. Hoy ya es la segunda vez que te veo como abatida. Por eso no te creo que me digas que estés bien.

-Lo sabrás, te lo prometo, pero no ahora.

Aparqué en la calle paralela al edificio. Nos cruzamos una mirada. La Laura que había disfrutado esos quince días se había deshecho como un helado. Todavía quedaba alguna parte de ella pero era tan minúscula que costaba de encontrar. Fue a su despacho. Quedaban veinte minutos para que la grabaran. No pasó ni a ver a Salva. La seguí y ajusté la puerta para disponer de unos minutos de intimidad. Laura se sentó en la silla de su escritorio y pulsó el botón de encendido de la pantalla del ordenador. Me senté delante de ella. O estaba enfadada o una invisible barrera se había formado entre nosotros. Alguien tocó la puerta.

-Adelante – la voz seria de Laura me estremeció.

Era Salva. Estaba histérico. Al ver la cara de su hermana, me miró fijamente. Abrí los brazos en señal que no tenía ni idea y que me quitaba las culpas de encima.

-Laura – ella no prestaba atención. Sólo miraba la pantalla – Laura – repitió.

Se acercó a ella y le masajeó los hombros. Ni caso. Le volteó la silla hacia él.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora