Parte 38

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David y Pau llegaron a la vez. Como se conocían de haber jugado a básquet, no hubo problemas para juntarlos en la misma habitación. Bueno sí hubo, para mí. Pero no para ellos. Nadie se quejó de que Laura nos acompañara. Les gustaba y ella sabía divertirse. Cenamos con los padres de Aina, los de Dúnia, la madre de Pau y Lolita y Juan con Silvia. Mi acompañante fue Laura. Las familias de mis amigos no se creían estar cenando con una artistaza como Lau.

-¿Y tu padre? – me preguntó la madre de Aina.

-Con su futura novia.

-¿Ya no está con Dolors? – Laura y yo negamos a la vez – Mejor, después de lo que te ha hecho... ¿Y la chica nueva cómo es?

-Psicóloga. Es mexicana y tiene 37 años.

-¿No eran 38? – preguntó Laura.

-Papá me ha dicho que son 37. Cumple 38 a finales de diciembre. Es del 74 – le expliqué.

Estaba sentada en medio de Pau y Laura, comiendo calamares a la romana. Mi amiga estaba muy callada y metida en sus mundos mientras iba dando bocados a lo que tenía en la mesa, lo mismo que yo. Le di un golpe en la rodilla.

-Me da rabia – me susurró.

-Pero entiéndelo. Si les va bien... tú te centras con Carlos y punto. Es lo que me dijiste.

-Sí pero me estoy dando cuenta que estar lejos de Madrid sólo me crea más ansias de verlo.

-Si lo ves, porque lo ves, sino lo ves, porque no lo ves. No te pones de acuerdo.

-¿Qué pasa? – Pau sacó la cabeza por encima de mi hombro.

-Nada, nada – contestó Laura tirándose el pelo que le caía por la cara para atrás.

-Inspírate en tu situación para hacer una canción para el próximo disco – le recomendé a Lau.

-Mañana recuérdame que te enseñe algo – asentí.

Nos centramos en la conversación de nuestra parte de la mesa aunque sé que a Laura no le interesaba. Por un momento pensé que lo de Javi no era amor, sino obsesión pero me lo quité rápido de la mente. Laura Montes estaba enamorada de su guitarrista sí o sí. Al terminar de cenar fuimos a pasear. David y yo nos autoproclamamos guías oficiales. Los llevamos hasta el muelle y el club náutico, donde estaban cenando mi padre y Shaila en la terraza. Lolita, la madre de Aina, llamada Montse, y yo nos acercamos. Di un beso a mi padre y un abrazo a Shaila. Mi padre y Montse mantuvieron un corto diálogo del que no capté gran cosa. Sé que iba relacionado con mi madre pero no pasé de ahí. La preocupación volvió a correr por mi interior. ¿Qué le pasaba realmente a mi madre? Shaila me hizo acercar a ella. Alargó el brazo hasta un tirante de mi mono y me lo colocó bien.

-¿Te cae el sujetador, no? – me preguntó con una sonrisa. Asentí – Ven.

Me agaché y me estrechó los tirantes. Ahora ya no había problema de ir subiéndomelas cada dos minutos. Qué raro que Laura no se hubiera fijado antes. Claro, su ensimismamiento con Javi, la tenía cegada. Regresamos a la feria. Dúnia, Aina, Pau y David se subieron al saltamontes. Yo me quedé abajo, con los padres. Las chicas iban juntas y ellos detrás. Me pasé la mano que llevaba vendada debido a mis dos dedos rotos, por la cara echándome un mechón para atrás. Tanta gente me agobió. También me ponía nerviosa que los dos chicos que me querían estuvieran sentados de lado, charlando. Laura se puso tras de mí y me pasó los brazos por el cuello. Me superaba un poco en altura pero no mucho.

-¿Estrés? – preguntó - Mira sus caras.

La atracción aún no estaba en funcionamiento y por eso los podíamos ver bien. Estaban delante de nosotros. Debido al ruido no los oíamos pero veía los gestos y la cara de Pau. David quedaba de espaldas. No sé qué se decían pero era algo sobre mí porque me apuntaron disimuladamente.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora