Parte 108

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Al llegar al portal del edificio de mi chica, toqué el timbre.

-Ve con cuidado que hay guerra en la escalera – me advirtió a través del interfono.

Aluciné con la que se estaba montando en el rellano del segundo. Una de las viejas cotillas y un señor de mediana edad discutían sobre temas relacionados con la comunidad. Laura estaba apoyada en la barandilla del tercero, su planta, mirando hacia abajo con su vecino maricón. Se estaban riendo con ganas. Vaya locura de vecinos.

-Esto parece Mirador de Montepinar – gritó el que estaba al lado de Lau.

-Parecéis críos – intervino mi chica como si estuviera en el mercadillo vendiendo bragas a un euro.

Al verme, dejó fijar la vista en la pelea para centrarse conmigo. Me besó. Le encantó el ramo. Iba preciosa. Vestido violeta, medias color carne y botines. Llevaba las gafas porque como le había surgido miopía y se le había marchado la hipermetropía, no se había hecho las lentillas y para América iría así. Las gafas eran de esas de pasta, negras, Ray-ban, las que ha llevado casi siempre.

-Bueno... - dijo su vecino, Unai - ¿Cuándo pensabas decirme que tenías novio?

-Ahora – contestó ella tranquilamente.

Hizo las presentaciones y él se fue a su casa. Nosotros entramos en el piso de Lau.

-¿Puedes explicarme esto? – le pregunté sobre la discusión de sus vecinos.

-¿Ah, esto? Lo más normal – respondió poniendo las flores en una botella de agua. A falta de jarrones, solución al canto – Son como perro y gato. Ella es una de las viejas cotillas que vive aquí al lado y él es el presidente. Se queja de que las chicas de la limpieza no hacen bien su trabajo.

-Pues la señora tiene pulmones, ¿eh?

-Lleva 20 minutos igual. Esta comunidad es como un circo. Parece ficción.

-¿Y tú, eres liante?

-No, no – salimos. La discusión había menguado y los observadores se habían retirado. La miré incrédulo – A ver, que tampoco estoy las 24 horas en casa y cuando se monta un pollo, yo no participo a no ser que me venga bien meter mierda.

-Ya me extrañaba a mí – me dio un pícaro golpe en el brazo antes de subir al coche – Porque te he oído lo que decías.

-Bah, lo que has visto es poco comprobado con lo que ha pasado a veces. Bolsas de basura que han caído desde el tercero, huevos en la puerta del presidente... todos reciben menos Unai, una pareja de ancianos del primero que es como si estuvieran muertos y yo. Ahora se han relajado pero hace un par de años era un campo de batalla. Además, sabiendo que hay locales comerciales en la planta baja, una comisaría a tres calles y que la gestoría se ha trasladado a la vuelta de la esquina, están más calmaditos.

-Que locura...

Cenamos en las afueras de Pinto, donde me había indicado Sergio. Me daba miedo irme a vivir con Laura en ese sitio donde se formaban peleas por chorradas. Estuvimos charlando. Le daba pena separarse de España.

-¿Conoces ya a los que te acompañarán?

-Sí. Ya los conocía. Elías el guardaespaldas que siempre que he estado en Miami o donde sea, ha estado ahí. Mauricio, el guitarrista, que también lo conozco.

-¿Mexicano? – pregunté interesado. Asintió.

-¿Sabes quién es?

-Sí, colega de profesión. Hace mucho que no lo veo. Es bueno.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora