Parte 128

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En Palamós encontramos aparcamiento en la calle que subía a la escuela.

-Joder, sí que está lejos esto – comenté al ver la cuesta que teníamos enfrente.

-Pero tienen unas vistas que te cagas.

-Si no lo has visto nunca.

-Núria me lo explicó – nos miramos fulminantes.

En recepción nos esperaba la tutora de la niña y el profesor de música que nos hicieron una ruta guiada por la escuela. No podía haber más escaleras, no. Desde el subterráneo hasta arriba de todo. No me extrañaba que Núria se quejara. Debía llegar a clase agotada.

-Esta es mi clase – dijo la mujer – Mis niños.

Laura estaba distraída mirando la clase de al lado que estaba vacía y no se fijó que ahí estaba Núria. Gloria, que así se llamaba la mujer, entró en su clase y nos presentó. Lau buscaba a su protegida con la mirada. Cuando la encontró se sonrieron como había hecho conmigo. Nos condujeron al pabellón donde se realizaría la charla. Había sillas hasta la mitad del edificio.

-¿Escenario o abajo? – nos preguntaron.

Abajo nos habían puesto una tarima y dos taburetes. Escogimos eso. Estaríamos más cerca del público. Gloria se marchó y el de música se quedó para darnos los micros y que todo estuviera en orden. Ensayamos diez minutos. Tuvimos suficiente. Lo que nos pidieran, lo haríamos si podíamos. Por la puerta del fondo, entraron alumnos que venían de correr.

-Esa es Aina – me dijo Laura – Está igual que hace un año.

-Son los de 3º B – intervino el profesor – ahora creo que vendrán los de 3º C. Yo tengo clase. ¿Qué queréis hacer?

Lau y yo nos miramos y decidimos quedarnos. Ver a Núria hacer deporte nos resultaba divertido. Aina saludó a Laura con dos besos. Se acordaba de ella. Se fueron a los vestuarios. Mi chica cogió el móvil y miró la fotografía que le habían dejado hacer desde una clase. Se veía toda la bahía de Palamós. Cotilleó el Twitter. Estaba sentada en el taburete, derrochando inocencia y un poco de sueño ya que hasta las once dice no suele estar al cien por cien. Esa afirmación la podemos interpretar de muchas formas porque a las siete y media ya tenía ganas de guerra y estaba activa. Le hice una foto sin que se lo esperara y se la envié por WhatsApp. Al verla me sonrió tiernamente y la subió a las redes con el mensaje: "Buenos días. Jueves en marcha! Dormida?? No!! Ganas de finde y de conci?? Si!!". La profesora de gimnasia, una sesentona, vino a presentarse. Laura y yo dimos una vuelta por el pabellón, charlando. Nos sentamos nuevamente. Que pereza estar de pie. Comenzaron a salir los primeros chicos y por la puerta aparecieron los de 3º C. Núria apareció de las últimas, hablando con un chico que tenía pinta de ser de los listos. Al ver a Laura se le tiró encima. A mí me dio dos besos y un corto abrazo. Se quedó ahí con nosotros en vez de seguir a sus compañeras.

-¿No te tendrías que cambiar? – le pregunté.

-Voy ideal – chuleó. Se desabrigó.

-Sí, totalmente. Ya veo que llevas el chándal al completo – habló Laura.

Llevaba solamente la camiseta. Encima se resguardaba del frío con una camisa tejana y de pantalones vestía leggins en vez de la parte correspondiente del chándal.

-Vas de pija, como este.

Núria y yo nos cruzamos una mirada. A Laura se le iba la olla. De pijos no íbamos. Íbamos un poco conjuntados en lo que a la camisa se refiere y en el calzado. Ambos llevábamos bambas New balance en negro. Las suyas tenían decoraciones en fucsia y las mías en azul.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora