Parte 5

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Pasé unas fiestas buenas dentro de lo que cabe. La Nochebuena en Alcorcón con mis padres, mi tía materna soltera y mis tíos paternos sin hijos (nunca pudieron tener) estuvo bien. La Nochevieja con amigos en Madrid, también. El 8 de enero por la mañana, quedamos con Salva, Raúl y un amigo suyo, que se llamaba como yo. Lo que pasa que a él le llamábamos Javier y a mí, Javi. Las únicas que tienen permiso de llamarme Javier, son mi madre y mis tías y aún gracias que se lo permita a ellas. Yo iba con Javier y ganamos. Laura no apareció en ningún momento y me extrañó muchísimo. Se lo pregunté a Salva y me contestó que desde el día de Reyes que no la había visto, que no sabía ni si estaba en Madrid porque no le cogía el teléfono. Era muy raro que, contándose todo lo que se cuentan, él no supiera el paradero de su hermana menor.

Comí en mi piso y por la tarde decidí ir a pasear solo por Madrid. Menudo cubo de agua fría me cayó encima cuando vi a Laura con un tío. Iban unos metros más adelante que yo. Él le pasaba el brazo por el cuello y ella le cogía la mano que le colgaba. Me tuve que parar en medio de la acera para recapitular. Álvaro me lo dijo, la perdía y la perdí de nuevo. Vi como se despedía de ese misterioso chico con un corto pero tierno beso en los labios. Más o menos, debía ser de nuestra quinta. Hizo media vuelta y vino hacia mi dirección. Se me cortó la respiración. Entré en la primera tienda que encontré, un supermercado.

Sabía que por ahí dentro estaba él. Ya era casualidad encontrármelo una tarde de domingo en pleno Madrid. En todas las vacaciones no había tenido ni idea de donde estaba. Solo nos enviamos un WhatsApp para felicitarnos el año nuevo. Sabía que aquella mañana habían quedado con mi hermano y mi sobrino para jugar a fútbol pero yo había estado fuera desde el viernes y no había ido. Me hubiera gustado estar ahí y ver sus habilidades con la pelota pero Carlos, mi pareja de aquel tiempo, me propuso ir a pasar un par de días fuera y no quise rechazar.

Estaba ahí, lo sabía. Estaba en la sección de bollería y yo en el pasillo de detrás. Lo noté enseguida. La vi entrar y pasar por delante de mí. No me vio. Mejor, era lo que menos ganas tenía, encontrármela. Me daba miedo salir de aquel espacio y verla. Involuntariamente me había roto el corazón de nuevo. Pero me tenía que afrontar a la realidad y no podía quedarme ahí toda la vida. Respiré hondo y cogiendo un paquete de galletas para aparentar algo que no sabía del todo que era, caminé hacia la caja. Que "casualidad" que ella estuviera justo detrás de mí. El olor a vainilla que tanto me gusta la delató. Si no me giraba y la saludaba se enfadaría conmigo y me dejaría de hablar por un tiempo indefinido. Me giré disimuladamente y como si no la hubiera estado evitando, saqué una sonrisa y la saludé. Me dio dos besos y un corto abrazo. Parecía la misma chica de siempre pero había algo en su mirada que me decía que le ocurría algo. La primera opción que me vino a la mente fue algún problema con Carlos, pero lo descarté. Llevaban poquísimo juntos. La segunda era más creíble y fue algo en el ámbito familiar. Y la tercera y la que me aseguré a mí mismo que era, fue la del cansancio. La esperé a que pagara y andamos un ratito contándonos las fiestas y hablando de todo un poco.

No le quise contar mi escapada fugaz a Ribadesella. Me sentía mal por ello. No había pasado nada entre Carlos y yo pero no pude decírselo. Nuestra relación sobrepasaba los escenarios. Con él al lado, era como tener a David 1 pero Carlos intentaba conquistarme de forma muy dulce. Mi corazón estaba dividido a dos bandas y media: Javi, Carlos y una pizca de mí aún recordaba a David aunque lo quisiera olvidar, ahí seguía. Pensad que siempre que diga David, es el primero a no ser que especifique.

El paseo con Laura no hizo más que incomodarme. Volví a Alcorcón. Fui a casa de mis padres. Sólo deseaba que mi padre no estuviera allí para poder hablar con tranquilidad con mi madre. La relación con mi padre era bastante fría desde que decidí meterme en el mundo de la música, con 14 años, cuando empecé a tocar la guitarra. Según él, la música era una pérdida de tiempo y solo me llevaría a la ruina. Se equivocaba. El sueldo de cada bolo con Laura es alto y aparte, trabajo con otros artistas, que también es un plus para la economía. Mi padre y yo no nos llevábamos demasiado bien. Lo pillé poniéndole los cuernos a mi madre hace años y me molestó más aún que ella lo perdonara. Por suerte no estaba. Tenía viaje de negocios, en la empresa en la que quería meterme para ser su heredero y en la cual no me presenté a trabajar ningún día. Mi madre estaba sola mirando Qué tiempo tan feliz.

Tu amor, a un acorde de guitarraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora